De seguro que sería más cómodo que nuestra vida se desarrolle en tranquilos parajes y quietos panoramas. De seguro que todos queremos vivir donde la tristeza y el llanto han sido olvidados por la embriagadora alegría y el cautivante baile.
No hay duda de que buscamos alejarnos del sufrimiento, y que el pesar no esté dentro de nuestra agenda diaria… Como tampoco dudamos que la frustración y la perseverancia son palabras que no nos gustaría conocer tan de cerca…
Pero la realidad es que hay un tiempo para todo… para reír… para llorar… para recoger… para desparramar… para nacer… para morir… ¡¡Y en esta vida hay un gran tiempo para luchar!!
Si pudiéramos hablar con las rocas que circundan las costas, sin duda preferirían estar en un tranquilo lago o un monótono río montañoso. Pero la realidad es que se encuentran en el lugar donde las tormentas desquitan su fuerza y el viento descarga su energía. Y ola tras olas, pareciera que el mar intenta romper esa frontera que el Creador le ha impuesto, intentando arrasar con todo a su paso. Pero las rocas se cruzan en su camino y bloquean su paso…
La intromisión de las rocas frente al inclemente mar no es gratis… tiene el costo de perder día a día parte de sí, al recibir la furia de un inmisericorde océano…
Que no decaigan tus fuerzas… esa lucha que das por aquello que tiene sentido dará su fruto… aunque en el proceso parte de ti quede en el camino…
Encomiéndate al Creador para que te dé fuerzas y tu fe no decaiga…
Ingeniero y Teólogo, superviviente de cáncer. Pensador del evangelio y peregrino hacia la trascendencia de Cristo.