En tiempos de una pausa de mi tratamiento, mientras el cuerpo se recuperaba, acudí a mi refugio para al menos por unos minutos descansar y no tener que disimular los malestares físicos que sufría.
Era también mi tiempo de hablar honestamente con Él.
¿Qué se dice cuando Él todo lo sabe?
Lo que se siente, por qué se siente y qué te gustaría sentir en ese momento…
¿Por qué es tan difícil ser honesto sobre uno mismo?
Sigo creyendo que tiene que ver con la imagen que intentamos crear de nosotros mismos y que nos cuesta abandonar.
Cuando se acaban las opciones te das cuenta de que es tiempo de ser sincero. Si no, ¿cuándo?
Ese día fui sincero, y pese a que toda mi amada familia siempre me acompañaba, sabía que al volver a esa aislada y hermética habitación hospitalaria, solo habría espacio para uno, y honestamente me aterraba entrar solo.
De pronto, un hermoso ceibo llamó mi atención, pero más sobresalían dos asientos que estaban desocupados bajo él.
Fue como una invitación hasta ese apacible lugar.
Me acerqué y me senté, suspiré… y me rendí…
Hay momentos que ya no se puede llevar más la carga, te agobia tan solo pensar cuánto falta escalar para llegar a la cima.
Y ahí estaba, rendido, sin fuerzas y sin planes… todos habían fracasado.
Pero en ese momento, cuando parecía que reconocer mi fracaso me hacía un perdedor… un vivificante nuevo impulso sentí que me invadía. Alcé mis ojos y era como si toda la naturaleza que me rodeaba era cómplice de lo que estaba experimentando.
Miré la banqueta que estaba a mi lado, no vi a nadie, pero sabía que no estaba vacía.
Él estaba a mi lado y yo lo sentía. Solo cuando dejé al dolor y la frustración abandonar mi corazón, Él pudo brillar más intensamente en mi interior y a mi alrededor.
Me fui lleno de esperanza, con Él a mi lado todo sería posible, incluso caminar sobre las aguas… tan solo debía mantener mi mirada fija en Cristo.
No se trataba de templos, sacrificios o penitencias… Un corazón disponible era suficiente…
Ingeniero y Teólogo, superviviente de cáncer. Pensador del evangelio y peregrino hacia la trascendencia de Cristo.