Nicodemo caminaba rápido pues ya era tarde y no deseaba que nadie advirtiera su presencia por aquel lugar. Lo había pensado mucho, y finalmente se había decidido a hablar con Jesús, su mensaje lo tenía intrigado e ilusionado.
Sin duda la charla con Jesús no decepcionó, es más, pese a que Nicodemo tenía un amplio y profundo conocimiento de la Biblia Hebrea, estaba asombrado de la revelación de la divinidad que Jesús abría ante sus ojos.
Jesús no le hablaba como alguien que había leído sobre Dios y sus misterios, sino como alguien que provenía desde ese misterio, y que ahora frente a él deseaba revelárselo.
Esta revelación era extraordinaria. En una época donde un grupo importante de judíos no creían en la inmortalidad del alma, Jesús habla a Nicodemo sobre la naturaleza espiritual de Dios, y al mismo tiempo le advierte que solo en una relación espiritual, podrá realmente conocerle…
Hasta aquí la historia era maravillosa y sin duda Nicodemo no podía esperar más para disfrutar de esa plenitud prometida. Pero en ese momento, en vez de recibir el impulso final para entrar a esta nueva realidad, se encontró frente a un requisito que le era imposible cumplir.
¿Nacer de nuevo?
Al parecer, Jesús le jugaba una broma…
Fue como si todo el entusiasmo e ilusión que se había acumulado durante la charla ahora se derrumbara.
Cómo volver al vientre materno y nacer nuevamente….
Jesús le explica que ese nacimiento es espiritual y que es la llave de acceso a una nueva realidad…
En este sentido, nacer de nuevo es una hermosa metáfora que Jesús utilizó, para ilustrar lo que significa reiniciar nuestra espiritualidad con Dios.
Y no es para menos, ya que empezar a caminar con Cristo es abrir los ojos y volver a entrar a esta vida cotidiana con Dios, que en el principio fue un lugar común entre Dios y la humanidad.
No obstante, si nos quedáramos solo en ese nacer de nuevo y no nos enfocáramos en crecer, seríamos por siempre unos bebés, y no podríamos integrarnos en este nuevo mundo espiritual.
A esta nueva etapa, la de crecer en la espiritualidad, la Biblia le llama Santificación.
Y sí, Santificación es una palabra que ha sido completamente mal interpretada. Generalmente se le relaciona con el proceso para ser un santo o como las etapas que nos volverán próximos a una beatificación. Pero lo cierto es que la santificación no es nada de eso, es algo mucho más sencillo y trascedente a la vez. Es comenzar ese lento proceso de abandonar todo aquello que estorba nuestra conexión espiritual con Cristo, y progresar en nuestro conocimiento de la plenitud con Dios.
Por esta razón, y pese a que este maravilloso proceso nos acerca a la plenitud, muchos sentimos que ya somos demasiado viejos para cambiar. Sentimos que ya no es posible ese nuevo nacimiento y, mucho menos, iniciar ese proceso de transformación diaria.
Curiosamente es muy interesante que esta verdad, Jesús se la presente a un hombre viejo como Nicodemo, ya que podría poner muchas objeciones a esta invitación. De hecho, las puso, justificando precisamente en su edad, que ya no era tiempo de cambiar, sino más bien aceptarse tal como era y no hacer ningún esfuerzo por mejorar.
No sabemos cómo terminó esta charla, pero afortunadamente Juan no nos deja con la duda…
Estando Jesús muerto en la sepultura, llegó el buen Nicodemo, quien con devoción y respeto perfuma su cuerpo para honrarlo… era un nuevo Nicodemo…
Sin duda entendió que nunca es tarde para cambiar y emprender el camino por la senda de la santificación… no apartado en un monte, ni en el bosque o en una pradera distante… sino extendiendo el amor de Dios en medio del dolor y la desesperanza de nuestra sociedad.
La santificación no se trata de sacarnos de esta sociedad hacia la soledad mística… sino todo lo contrario, es ponernos en el centro de la urbanidad para que, desde allí, compartamos esta gracia y amor a los demás.
El regalo de que Dios quiere vivir con nosotros.
Ingeniero y Teólogo, superviviente de cáncer. Pensador del evangelio y peregrino hacia la trascendencia de Cristo.