La mala noticia que esperabas, finalmente llegó; la enfermedad que pensaste que se había ido, ha vuelto con fuerza; tu mejor amigo volvió a las drogas y al alcohol, te prometió una y otra vez que no volvería a los vicios, pero ahí estás, parado delante de su cama, viendo como las drogas lo destruyen; la carta que anuncia tu despido ha llegado, la muerte de ese querido familiar ha sucedido, más y más malas noticias.
Estas malas noticias y muchas otras más están sucediendo a cada segundo en el mundo. Y ante tanta adversidad, es muy lógico sentir el agobio y la angustia de estar en un laberinto sin salida, que se angosta a cada paso que tratamos de dar. Vemos la vida de color gris, y un nudo aprieta nuestra garganta. Deseamos gritar, pero no hay fuerzas, deseamos llorar, pero nuestros ojos están secos. Recurrimos a otros en busca de consuelo, pero nos reciben con indiferencia.
Ante un panorama tan aciago perder la esperanza sería lo más natural del mundo. Pero yo te invito a que NO lo hagas. Escuchando sólo malas noticias todo el día, sentir que está todo perdido, suena lógico. Pero yo te invito a que NO lo hagas. Es tiempo de alzar la vista…
La Biblia dice “que tu amor inagotable nos rodee, Señor, porque solo en ti está nuestra ESPERANZA.”*
Puede haber esperanza cuando parece que todo se derrumba, puede haber alegría, aunque el mundo a nuestro alrededor se caiga a pedazos. Puede haber futuro, aunque todos pongan una lápida sobre nuestras cabezas… Pero primero debes alzar la mirada, es tiempo de alzar la mirada, es tiempo de mirar a Dios.
No esperes llegar al borde del precipicio para pedir ayuda, estás a la distancia de una mirada para recibir una fuente abundante de consuelo, contención y ayuda…
¿Alcemos juntos la mirada?
(*) Salmos 33:22 (NTV)
Ingeniero y Teólogo, superviviente de cáncer. Pensador del evangelio y peregrino hacia la trascendencia de Cristo.