blueberries fruit

La savia que da frutos

  1. Introducción a serie devocional
  2. Gerundios con Dios
  3. Una incomparable compasión
  4. Sobre el sufrimiento
  5. Lo que el dolor no es
  6. El cuentacuentos
  7. ¡Karl Barth, mi viejo!
  8. Solo para valientes
  9. ¿Dónde habita Cristo?
  10. Cuando el amor de Dios no tiene valor
  11. La iglesia que estorba a Cristo
  12. La foto del año 2020
  13. El Cristo agricultor
  14. Temer y creer a la vez
  15. Siguiendo esquemas y recetas
  16. Cornelio, el nuevo paradigma divino
  17. El rostro de Cristo
  18. El costo de amar como Cristo
  19. Primeros brotes
  20. La savia que da frutos
  21. ¿Muy viejo para cambiar?
  22. Recibir un futuro y una esperanza
  23. Atrapando el atardecer
  24. El templo de Dios
  25. Enfrentando la muerte
  26. Compartiendo el pan
  27. Bajo el alfarero
  28. Alzaré mis ojos hacia las montañas
  29. El carrusel
  30. A la sombra del padre
  31. Cuando no hay atajos
  32. Una charla trascendente
  33. El amor que no intimida
  34. La fe que ilumina
  35. La esperanza
  36. La paciencia de las rocas

¡Ha florecido! ¡Pero no tiene flores! ¡Pero qué sé yo! Así le dicen cuando la vid comienza a mostrar “brotes”, que en un tiempo más serán hermosos racimos de uva…

Meses atrás, ese influjo de savia hizo brotar hojas por doquier, como un destello promisorio, preludio de lo que vendría después: frutos.

Con todo, qué duda cabe que vendrían los frutos… la sorpresa hubiera sido que, luego de tal pomposidad, se hubiera secado y finalmente muerto.

Pero eso no sucedió, la vid estuvo siempre conectada a su tronco y su raíz, procurando este humilde servidor que al menos el agua no faltara. Ya que el otro componente vital que es el sol, claramente no dependía de mí.

Pero ahora estoy frente a estas promesas de frutos, tan frágiles y vulnerables, tan milagrosas…

Ese milagro de la vida, que tantos obstáculos y condiciones debe reunir para que se manifieste, tanto en contra y tanto a favor, y sin embargo la vida gana…

Tiempo atrás escribí de esta misma vid y cómo sus hojas recién asomaban, siendo inevitable recordar la bella metáfora de Cristo, y cómo conectados a él podemos mantenernos con vida y dar frutos.

Pero hoy me siento frágil, porque veo que no basta una conexión momentánea con la vid para dar frutos, sino debe ser permanente. Lo que me muestra un claro ejemplo de cómo debe ser mi caminar con Cristo… unido a Él siempre.

¿Alguna vez lo dudé? Probablemente sí, pensando que podía ser autónomo y caminar por mis caminos… pero solo fueron fantasías…

Lo real y trascendente es una conexión permanente a la vid, a su raíz y a ese entorno de nutrición mística…

La fragilidad se va, la vulnerabilidad se vuelve fortaleza, cuando dejo de pensar en cómo puedo mantener la vid viva y comienzo a descansar en que mientras haya savia de vida por mis venas, los frutos serán una consecuencia inevitable…

Pero el “yo” intenta desprenderse de la vid mística y dar frutos en el vacío de la vida… pero eso no es creer en imposibles… es engañarse por la ilusión de las capacidades…

Cristo, que nunca me desprenda de ti… no por los frutos… sino por la savia que me da vida… sin ella…muero…

Ingeniero y Teólogo, superviviente de cáncer. Pensador del evangelio y peregrino hacia la trascendencia de Cristo.

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