Enfrentando la muerte

  1. Introducción a serie devocional
  2. Gerundios con Dios
  3. Una incomparable compasión
  4. Sobre el sufrimiento
  5. Lo que el dolor no es
  6. El cuentacuentos
  7. ¡Karl Barth, mi viejo!
  8. Solo para valientes
  9. ¿Dónde habita Cristo?
  10. Cuando el amor de Dios no tiene valor
  11. La iglesia que estorba a Cristo
  12. La foto del año 2020
  13. El Cristo agricultor
  14. Temer y creer a la vez
  15. Siguiendo esquemas y recetas
  16. Cornelio, el nuevo paradigma divino
  17. El rostro de Cristo
  18. El costo de amar como Cristo
  19. Primeros brotes
  20. La savia que da frutos
  21. ¿Muy viejo para cambiar?
  22. Recibir un futuro y una esperanza
  23. Atrapando el atardecer
  24. El templo de Dios
  25. Enfrentando la muerte
  26. Compartiendo el pan
  27. Bajo el alfarero
  28. Alzaré mis ojos hacia las montañas
  29. El carrusel
  30. A la sombra del padre
  31. Cuando no hay atajos
  32. Una charla trascendente
  33. El amor que no intimida
  34. La fe que ilumina
  35. La esperanza
  36. La paciencia de las rocas

Recuerdo una gran cantidad de emociones que me inundaban mientras desde un acantilado contemplaba el Pacífico.

Frustración, rabia y tanta impotencia venían como oleadas sobre mi mente, trayendo desesperanza y agobio, tal como el mar trae arena que embarca las costas.

Ahí estaba otra vez, esperando el resultado de un nuevo examen médico, viviendo esa plena tensión de confianza y honesto temor. Ya no era un dualismo hipócrita o interesado, eran las contradicciones coherentes que envuelven la vida de cualquier persona que se siente quebrantada a la más mínima expresión en una gran magnitud.

Aquel acantilado me daba una perspectiva privilegiada. Algunos metros más allá, como testigos atemporales, podía divisar las sepulturas de mis bisabuelos, y algo más distante, poblaciones de gran necesidad, a los que las reflexiones que yo podría tener les eran de la más absoluta indiferencia.

Cuánto extrañaba a mi querida abuela y mi santa madre, que también habían emprendido el viaje eterno… generaciones de personas queridas que ya no estaban y ahí yo, a la espera de saber si engrosaría aquella lista dentro de poco.

¿Quién no ha dicho que no le teme a la muerte, y en su privacidad simplemente le aterra?

Para quienes hemos vivido con la muerte a los talones por meses e incluso años, ya no pensamos con fatalidad y romanticismo… sino que atesoramos una nostalgia inexplicable… extrañar lo que sentimos que podríamos perder, cuando la realidad es que te terminarán extrañando a ti.

En esos momentos la convicción de la eternidad y de Dios mismo toman un cuerpo tan real como el que palpamos… ya que nos lleva a pensar: ¿y si fuera hoy?

Paradójicamente en estos cinco años de batalla, la muerte me ha plantado pelea cara a cara. Pero ha terminado llevándose a otros que ni siquiera pensaron que estaban en su agenda… personas sanas y llenas de vitalidad…

Hoy el mundo se arrodilla ante el temor a enfermarse y morir… ¿no moriremos todos algún día? Sin duda, entonces ¿de qué escapamos?

Creo que escapamos del olvido… nadie quiere morir y ser olvidado… enfrentar en los últimos suspiros la verdad de su insignificancia en este mundo…

Pero no hablo de fama o reconocimiento… me refiero al sencillo registro y recuerdo que podemos dejar en nuestros seres queridos, amigos y personas que nos rodean… esa caridad que nos hace las manos, los pies y el corazón de Dios… esa esperanza que es más que una vacía promesa humana, sino un contenido futuro real y verdadero… y que finalmente se resume en una invitación que trasciende las fronteras de la vida, volviéndose el registro de una cita, más allá de un lugar y un tiempo… Una cita en la Vida Eterna.

Mi buen Cristo dijo: “estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos”, y también que iría a preparar un lugar en la eternidad para que estuviéramos junto a Él… Pase lo que pase en esta vida… podemos contar con la dulce promesa de Cristo siempre presente… ante eso… nada más importa.

Ingeniero y Teólogo, superviviente de cáncer. Pensador del evangelio y peregrino hacia la trascendencia de Cristo.

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