Mientras intentaba captar los últimos rayos del sol bajo un inmenso cielo sideral… entendí que sería imposible inmortalizar ese místico evento, y que debería aceptar que solo fuera una buena fotografía…
¿Cómo transmitir esa brisa marina y silente sol ocultándose en el horizonte…? ¿Cómo captar el avance del vasto cielo oscureciendo sobre el sol…? Sofocando y reduciéndolo a un fino brillo prístino que se apaga y se extingue bajo el insondable océano…
Sin duda, un espectáculo así explica la antigua mitología donde el atardecer era el intento de subyugación de un oscuro monstruo sobre el noble astro luminoso…
Ya que no se trata de una secuencia de luz y sombras que decoran el paisaje que nos rodea… sino tiene el significado de marcar el término de un nuevo día, el advenimiento de la incierta noche, y la ansiosa espera de un nuevo amanecer.
Esos hermosos eventos hoy son un recuerdo para muchos… más de ciento ochenta días de confinamiento nos alejan de esos eventos de la naturaleza, y quizás si esto continúa, podría llegar a convencerme que el mismo cielo fue un sueño lejano, y la verdadera realidad no es más que el techo de una habitación…
Y si bien puede sonar absurdo, cuando pasas tanto tiempo lejos de algo, tiendes a olvidarlo…sus formas…sus rasgos… su presencia… incluso podrías dudar si alguna vez existió… cuando el tiempo se cuenta en años…
Suena profundamente dramático, pero es lo más natural del ser humano… al menos del ser humano que cree solo lo que ve…
Pero también existe otro tipo de personas, las que no miran con los ojos, sino con el corazón. Y aunque pase el tiempo, y su memoria no pueda figurar imágenes del pasado, algo interior les insiste que continúen creyendo, aunque ya no lo vean…
Creo que esa es la mayor belleza de la fe, esa capacidad de creer que algo existe, aunque nunca le hayamos visto, o como en el caso actual, confiemos que pronto llegará.
En medio de siglos de persecuciones y martirios, un pasaje bíblico nos recuerda que mucha gente de fe levantó la mirada del corazón hacia el futuro, y desde su línea de tiempo alzó la mano saludando el momento en que aquellas promesas se hacían realidad.
Creo que el movimiento más maravilloso que puede experimentar una persona de fe, es ver una esperanza cumplida, una promesa hecha realidad. El encuentro de la fe con la esperanza hecha realidad, a su debido tiempo.
Viviendo la enfermedad y la muerte tan cerca, he podido aprender que la fe está lejos de ser una convicción fruto de la autosugestión, no tienes que intentar convencerte… eso sería macabro.
La fe es un regalo de Dios… Dios habitando en nuestro corazón nos inspira vida abundante, y al ver con sus ojos… entendemos que todo es posible con él…
En ese momento, la fe ha sido germinada… y mantenerse conectado a Dios la alimenta diariamente…
Ese hermoso cielo infinito nos recuerda lo grande que es Dios, y poder contemplar su grandeza, como en la naturaleza, nos señala lo íntimo que pueda llegar a estar… en nuestro corazón.
La invitación es contemplar a Dios y su obra, que alimentando tu fe en esa intimidad, llegarás a creer que todo es posible…
Ingeniero y Teólogo, superviviente de cáncer. Pensador del evangelio y peregrino hacia la trascendencia de Cristo.