Jesús le dijo a Pedro: “Sígueme”. Pedro dejó las redes y le siguió.
Muchas veces las redes no son nuestros trabajos ni nuestros hobbies. Dejar las redes a veces es dejar de ser personas egoístas e interesadas. Dejar de pensar en el bien propio y nuestra comodidad.
Dejar las redes es comenzar a actuar como Cristo lo haría. Amar como él amó. Sacrificarse, como él se sacrificó.
Mientras sigamos viendo las iglesias como centros sociales, clubes familiares y centros de entretención, el amor de Cristo no proliferará.
Nuestros corazones se estancarán, nos llenaremos de actividades para encontrar a Cristo y no lo encontraremos.
Haremos grandes obras sociales y proveeremos a muchas familias, pero tampoco encontraremos a Cristo.
Porque como dijo el gran poeta: “Me buscarán y no me encontrarán, hasta que me busquen de corazón.”
¿Dónde está Cristo?
¿En el templo? ¿En YouTube? ¿En Zoom?
Cristo está donde hay necesidad. Donde hay heridas, donde hay corazones quebrantados. No importando el color que tenga.
“Misericordia quiero, no sacrificio.”
Pero nos gusta ver a la gente sacrificarse para recibir aquello que es gratuito.
No hay mayor pecado que ponerle precio al amor de Dios. Y mayor maldad, que ser un obstáculo para que multitudes reciban su Gracia.
El Amor de Dios alcanza para todos… no dejes que alguien te impida recibirlo.
Ingeniero y Teólogo, superviviente de cáncer. Pensador del evangelio y peregrino hacia la trascendencia de Cristo.