Llevaba meses con comida de hospital, por lo que estaba expectante por mi primera comida casera. Pero cuando comencé a comer no le encontraba nada de sabor, le echaba más sal y revolvía. Y distraído por la TV, no recuerdo cuantas veces más lo hice. De pronto sentí algo muy áspero en la boca, y revisando me di cuenta de que era sal; mirando el plato, estaba lleno de ella, y yo no la había sentido, pues en ese momento supe que había perdido el gusto…
Sin duda debe ser terrible la ceguera, la sordera y en general la ausencia de cualquier sentido o facultad humana. Y perder el gusto pareciera algo marginal. Si bien no es de vida o muerte, te obliga a replantear ciertas cosas de la vida, por ejemplo: comer. Da lo mismo si es un delicioso desagradable plato, tu boca siente lo mismo… nada.
Así que terminas comiendo de memoria, recordando sabores. El mundo pierde profundidad y otros sentidos se agudizan, paradójicamente, en mi caso, fue el olfato.
Pero de los alimentos que más percibo, el pan lleva la delantera, y mientras más artesanal es, más sabor siento.
Sí, ese alimento básico, sencillo y milenario. Ese del cual comen reyes y mendigos. Ese que, con tan poco, yo puedo sentir tanto…
Y ese pan es más exquisito en compañía, no se trata de su sabor, sino de lo que representa. Intimidad, vida y caminar juntos. Precisamente me quedo con esa relación que hay entre el compañerismo y el compartir el pan, de hecho, ambos, en latín significan lo mismo.
Podemos llenar bares, restoranes y cafeterías, pero nada se igualará a compartir con alguien querido un trozo de pan. da lo mismo el tamaño y cuán añejo esté. Se trata de lo que nos genera en el corazón, en la mente, en el tiempo. Nos habla de que no estamos solos, y que podemos caminar esta vida juntos.
Me fascina leer los pasajes donde Jesús, luego de grandes milagros y señales, se fue a un lugar privado y compartía el pan con sus amigos… Para Jesús no había nada más importante que pasar tiempo íntimo con las personas y caminar con ellas… En esa realidad los milagros no eran el centro de atención, sino solo gajes del oficio.
Leí que en la antigüedad, la forma en que los discípulos aprendían de sus maestros, oficios y conocimientos, era caminando, viviendo y experimentando juntos la vida. De ese modo, los discípulos observaban cómo su maestro actuaba en cada situación y labor. Así, se volvían copias pequeñas de su maestro.
Cuando seguimos al Cristo, él desea que seamos pequeños ‘cristos’, de hecho, es lo que significa cristianos. Pero no como seguidores de una secta o religión… sino seguidores de Él, de la persona, de su obra, de sus promesas, del Salvador.
Esta foto es un pan que yo hice y que ahora comparto con ustedes, con sencillez, amor y esperanza.
El mundo cambiará cuando podamos cada uno de nosotros compartir con los demás de lo nuestro, para hacer menos solitaria la vida y más acompañado el camino…
Te invito a que compartamos el pan…
Ingeniero y Teólogo, superviviente de cáncer. Pensador del evangelio y peregrino hacia la trascendencia de Cristo.