Hoy sentí mucha alegría cuando vi que de esta hermosa vid comenzaron a brotar las primeras hojas. Sí, las hojas… Falta todavía para que florezca y luego ofrezca sus primeros frutos. Pero las hojas son la señal de que la savia a vuelto a fluir con fuerza desde la raíz hacia los extremos y se está preparando para aflorar…
Estamos prontos a terminar el invierno austral y durante esta fría temporada, la vid concentró toda su savia en las raíces, por lo que sus hojas cayeron y sus ramas se veían secas. Pero bastó que las temperaturas subieran levemente para que la savia volviera a fluir, dando nuevas fuerzas a la vid… ese crecimiento hará surgir hojas, luego flores, las que darán lugar a una hermosa uva, pero no cualquiera, una uva merlot…
Sin duda no es cualquier vid, pertenece a un cuartel de vides que han sido la base para prestigiosos vinos merlot, vinos de altos puntajes e importantes premios. Sí, esta vid es lo más parecido a un potrillo fina sangre, originario de una familia de ganadores del Derby.
Pero es absurdo hablar de premios cuando recién están apareciendo sus primeras hojas, queda un camino muy largo por delante, que se mide en años y muchas etapas, antes de aspirar a la cata, evaluación y presentación a un premio.
Pero todo inicia cuando surgen las primeras hojas… de no surgir, significa que la vid se ha secado. Y ya no sirve más que como leña para fogatas que combaten el frío nocturno, al menos eso sucede en los viñedos…
Y puesto que esta una historia de viñas, es inevitable que piense en una, y se me viene una muy antigua a la memoria… una donde unos amigos caminaban tranquilamente en un hermoso y cálido día.
Uno de ellos tocando una vid, mira y pasa su áspera mano sobre su seca corteza y dirigiéndose a sus amigos, les comenta:
«Yo soy como está vid —apuntando hacia la raíz— y ustedes son como estos pámpanos —apuntando hacia las ramas—; separados de mí, nada podrían hacer» —ni siquiera dar hojas… les quiso decir.
Cuando pensamos en frutos, muchas veces lo relacionamos a éxitos rápidos, pues así nos ha enseñado esta sociedad.
Pero la metáfora que hace Jesús junto a la vid es mucho más profunda, porque no está dejando la responsabilidad de dar frutos los pámpanos, que vendríamos a ser nosotros, sino que está advirtiendo que solo conectados a él tendremos reales posibilidades de transmitir vida.
En este sentido, fructificar no es una responsabilidad del creyente, sino una consecuencia natural de vivir conectado a Él.
Pero no hemos entendido la metáfora y nos agobiamos por no ver resultados concretos, cuando lo que debiera preocuparnos es sentir la savia divina dentro de nuestros cuerpos…
Si no damos frutos, significa que somos simples ramas secas, que están cortadas y dispersas por los campos abiertos… sin propósitos… sin posibilidad de ofrecer siquiera hojas…
Pero si nos dejamos conectar a la raíz, Cristo… la savia hará su trabajo y los frutos a su tiempo llegarán…
¡En el tiempo actual, donde hay tanta ansiedad reprimida por no estar siendo “productivo”, Cristo nos dice: “¡Ven! Para que haga fluir mi vida por tus venas… y demos frutos de trascendencia…”
Ingeniero y Teólogo, superviviente de cáncer. Pensador del evangelio y peregrino hacia la trascendencia de Cristo.