Cuando leo de Cristo, puedo advertir cómo predomina su energía renovadora, esa imagen y semejanza a su poder creador al que renunció para caminar entre nosotros…
Cuando leo “levantarán alas como las águilas”, no me imagino a alguien dentro de cuatro paredes, prisionero de ritos…
“Tendrán fuerzas como el búfalo”, no creo que describa a alguien de carácter débil.
“Correrán y no se cansarán”, ¡esa alma corre libre como el rayo!
El Dios todopoderoso hizo una creación con vigor, carácter y plenitud… Su idea original de la humanidad eran seres de trascendencia e inmortalidad…
Pero nuestros temores e ignorancia visualizan a un Cristo débil, eunuco. Con la mansedumbre de un buey, como un toro que ha renunciado a su vigor…
Hemos construido a un Cristo eunuco, que no tiene pasión, solo bondad… que es más cercano a una piedra que a un humano… que por su sangre solo corre piedad, ¿acaso no fluye la fuerza de la vida?
El Cristo de muchas iglesias es tan correcto e hidalgo, que se ha vuelto intrascendente… es tan puro e inmaculado, que se ha vuelto intocable… es tan perfecto y preciso que ya está distante…
El amor a los dogmas y a la tradición han alejado al Cristo peregrino, sufriente y sanador. Lo ha hecho prisionero de sus templos para que no deambule entre la pobreza… lo hizo tan puro que no puede caminar por el barro mundanal… lo hizo tan divino que ya no camina entre nosotros…
Gracias sean dadas a Dios, que Cristo está lejos del cinismo y la hipocresía… y hace tiempo camina donde le quieren y le necesitan… entonces… ¿Quién habita esos templos?
Ingeniero y Teólogo, superviviente de cáncer. Pensador del evangelio y peregrino hacia la trascendencia de Cristo.