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Jobbers en el cristianismo

No sé si en otros países ocurra algo similar (no me sorprendería), pero en México existen los “partidos moleros”. No tengo idea de cómo surgió esta expresión, pero hace alusión a un partido amistoso de futbol soccer (usualmente previo a un torneo importante) en el que la selección mexicana juega contra otra selección no muy buena, a fin de probar estrategias y/o jugadores. Como el contrincante no tiene buenas dotes futbolísticas, normalmente la selección de México gana con facilidad, subiendo así la moral del equipo y las esperanzas de los fanáticos para el torneo.

Esta estrategia no es propia del futbol. En lucha libre es muy utilizada cuando se quiere subir la popularidad de algún luchador. ¿Quieres hacer lucir fuerte a X? Prográmale un combate contra alguien que permita que lo humillen. Deja que X se luzca y haga lo que quiera con él durante unos minutos y entonces el público creerá que X es un gran atleta (si quieres ver un ejemplo, mira aquí). Pues bien, estos luchadores que son humillados para que el rival luzca fuerte y sea querido por el público reciben el nombre de jobbers.

Desde hace algún tiempo he notado que dentro del cristianismo suele adoptarse esta estrategia para validar la postura, denominación, doctrina o creencia de uno. ¿Queremos “demostrar de manera irrefutable” que tal doctrina es la verdad absoluta? Busquemos algún predicador con poca preparación que hable sobre una postura opuesta y lancemos algunos versículos que vayan en contra de lo que dice. Así luciremos como cristianos(as) responsables que estudian la biblia y nuestro sistema de creencias será validado.

Para no quedar en generalidades, comentaré algunos ejemplos reales que he encontrado. Fueron precisamente estos casos los que me motivaron a escribir el presente texto.1

En algún momento me consideré calvinista, por lo cual estaba más que interesado en mostrar los errores de los arminianos. Al inicio todo iba bien: hacía referencias a Arrio de Alejandría (mejor dicho: a lo que me habían contado sobre él), a sinsentidos que veía en la idea del libre albedrío, a creyentes más maduros que eran calvinistas (Sproul, Piper, Washer, MacArthur, Núñez, etc.) y, mi estrategia favorita, citar predicadores carismáticos que decían que la

salvación se pierde o que Cristo había muerto por todos. Con esto yo creía demostrar que Calvino tenía la razón y que Arminio estaba equivocado.

Sin embargo, un profesor de la universidad nos dijo en aquella época que, si queríamos criticar algo, teníamos que leer directamente ese algo y no quedarnos con lo que nos contaban sobre él. Siguiendo su consejo, comencé a leer la Declaración de Sentimientos de Jacobo Arminio. Fue ahí cuando me di cuenta de que me habían contado meras caricaturas y chismes de este autor. Así, no había refutado al arminianismo contundentemente, sólo había derrotado jobbers y “muñecos de paja” (como decimos los filósofos) todo ese tiempo.

Otro caso: hace unos meses me contactó un antiguo mentor mío para preguntarme si conocía algún libro de psicología integracionista. Siendo honesto, nunca había oído hablar de ella. Llevo casi 10 años dentro del mundo de la psicología, y a pesar de que tanto mi tesis de licenciatura como de maestría fueron acerca de los diversos tipos de psicología que existen, no conocía en absoluto esta corriente. Le pedí un poco más de información y me comentó que en sus estudios de maestría (en un seminario de John MacArthur) le habían pedido investigar sobre psicología integracionista para desmentir los argumentos contra la inerrancia bíblica contenidos en ella. Así, investigué un poco y vi que este tipo de psicología era una mezcla extraña entre psicoanálisis y psicología humanista (de ahí la etiqueta de “integracionista”), posturas que abiertamente han declarado no estar interesadas en apegarse a los parámetros científicos que se tienen actualmente, y que además han mostrado tener eficacias bajas en sus aplicaciones (ver Phares & Trull, 1999). Si eso no bastara, tanto psicoanalistas como psicólogos humanistas se han resistido ante los intentos de unificación entre ambas corrientes, por lo que la psicología integracionista tiene opositores incluso dentro de las 2 corrientes que le sirven como base.

Le recomendé un libro a mi antiguo mentor y nos despedimos. No obstante, no pude dejar de pensar en que muy probablemente más de un estudiante de esa maestría terminaría el trabajo creyendo que había sido capaz de demostrar que la biblia y el cristianismo pueden aplastar a la psicología, cuando en realidad no había hecho más que derrotar a un jobber.

Va un último conjunto de casos. Me he topado con hermanos y ministerios autodenominados apologéticos que publican posts en los que critican a artistas que se pronuncian a favor de la despenalización del aborto, los derechos LGBT+ o alguna otra idea que ellos consideran

antibíblica. El procedimiento que usan suele ser similar: señalan las palabras del artista en cuestión (usualmente mediante una captura de pantalla de Twitter), luego citan algunos versículos (parece que entre más, mejor), y rematan diciendo que, como lo que dijo el artista no se alinea con lo que dice la biblia, entonces el artista y quienes piensen similar están equivocados. Ante esto, me pregunto si alguien que se dedica a la actuación o al mundo de la música es el mejor blanco para formular críticas contra el movimiento progresista actual. En lo personal, creo que sería más pertinente hacer referencia a un experto en el tema.

Quisiera aclarar la diferencia entre un muñeco de paja y un jobber, pues ambas ideas pueden sonar similares. El muñeco de paja refiere a una falacia en la que se deforma (intencionalmente o no) el argumento de alguien y luego se critica esa deformación en lugar del argumento original. Al hacerlo, da la impresión de que se ha refutado la tesis del contrario, cuando no es así.

Por su parte, en el caso de los jobbers no hay deformación alguna. Uno cita textualmente lo que alguien más dijo y refuta de manera impecable sus palabras (evitando así la falacia del muñeco de paja). El punto clave de un jobber es quién es la persona o fuente en cuestión. Como mencioné al inicio en mi ejemplo, la selección mexicana juega contra auténticas selecciones de futbol antes de un torneo, pero el punto clave es que suelen ser selecciones sin muchas habilidades deportivas. De la misma forma, un jobber es una persona o sistema de creencias real que verdaderamente dice algo sobre algún tema en particular, pero esta persona o sistema no suele tener rigor al respecto y entonces es sencillo mostrar si tiene un error.

Dicho esto, quiero mostrar un par de características que encuentro comúnmente en casos donde los cristianos nos valemos de jobbers para legitimar nuestra postura. No es que usar un jobber esté mal por sí mismo necesariamente,2 pues al final del día implica cierto ejercicio intelectual. El problema con utilizar un jobber es creer que al hacerlo estamos demostrando que tenemos la verdad última. Así pues, las características que he notado hasta ahora son:

  1. Referencias a no-expertos en el tema. Como mencioné más arriba, es común que se critiquen a sistemas “ingenuos” (como la psicología integracionista) o artistas, pero también se exhiben a usuarios de redes sociales, políticos, deportistas, etc.
  2. Uso de términos en singular. Es común encontrar críticas al “fundamentalismo”, al “liberalismo”, al “progresismo”, al “feminismo”, etc. como si estos movimientos fueran uniformes y no hubiera distintas formas de cada uno de ellos. Así, más bien tendríamos que hablar de fundamentalismos, liberalismos, etc., pues no todos los miembros de cada movimiento están de acuerdo en todo. Respecto a los jobbers, evidentemente es más sencillo apresurarse a criticar a una persona progresista que no sea experta en algún tema y concluir que todo el progresismo está mal, en vez de concluir que esto únicamente da indicios de que la manera particular de progresismo que defiende la persona en cuestión tiene un error.
  3. Polarizaciones. Va de la mano con el punto anterior y consiste en enunciar que sólo existen 2 posibilidades absolutamente opuestas entre sí sobre la forma de pensar acerca de algo. Por ejemplo, decir “hay 2 opciones: el conservadurismo está bien o el progresismo está bien” deja a un lado a toda una gama de posibilidades que están en el medio, así como la opción de que ambas posturas tengan cosas rescatables. No obstante, es necesario hacer creer que sólo hay 2 alternativas para que, al eliminar 1 (usando un jobber, claro está), la que quede sea tomada como la verdadera.
  4. Uso masivo de versículos bíblicos o teólogos que comparten nuestra postura. Se supone que son los jobbers quienes no tienen mucha preparación o habilidad. Sin embargo, a veces quien critica tampoco la tiene, pero logra ocultarlo aventando una bomba de pasajes bíblicos. “¿No he estudiado biología para dar pruebas contra la teoría de la evolución? No importa, puedo citar Génesis 1, el inicio de Efesios 2:10, algunas citas de X pastor, etc. y es suficiente. Finalmente, nada le gana a la palabra de Dios”. Da la impresión de que, si citamos la Biblia (y la reforzamos con comentarios de teólogos), se acabó la discusión y no tiene sentido decir nada más.
  5. Cherry picking. Se seleccionan únicamente los datos que convengan y se usan de una forma peculiar que valide lo que queremos defender. Así, todo caerá como anillo al dedo. “La homosexualidad es antinatural, pues Dios la condena en versículos como Levítico 18:22, Romanos 1:26-27 o 1 Corintios 6:9-10. Por otra parte, fue declarada un trastorno mental por la Asociación Americana de Psiquiatría en la década de 1950”. ¿Importa que sea un fenómeno que se encuentre en los animales y que la genética juegue cierto rol en esto, lo cual pondría en duda si es completamente antinatural? “No, eso es mala ciencia”. ¿Importa que en varios de esos pasajes bíblicos la palabra hacía referencia a un fenómeno con connotaciones culturales muy diferentes a las nuestras? “Tampoco, eso es mala exégesis”. ¿Importa que la homosexualidad dejara de ser considerada un trastorno mental en la década de 1970? “Menos, eso es mala historia”. Al final sólo importan los datos que validen la idea que se tenía desde un inicio.3

En general, estos 5 puntos muestran que para usar un jobber hay que tener bajo control a quién (o qué) vamos a criticar y cómo vamos a hacerlo. Criticar a un experto, matizar las diferencias entre posturas con una misma etiqueta, o mostrar evidencias a favor y en contra de nuestra postura harían que nuestro objetivo por demostrar la veracidad del cristianismo se complicara demasiado. Si queremos validar nuestro punto de manera aplastante, necesitamos encontrar un contrincante fácil y usar todo lo que nos sea favorable hasta las últimas consecuencias.

Dicho esto, quiero aclarar que usar un jobber no es siempre es intencional. De hecho, me da la impresión de que la mayoría de las veces es un intento honesto por aumentar la fe y no una estrategia maquiavélica para imponer nuestras creencias a todo mundo. El problema es quedarnos ahí, pensando que el asunto está resuelto y no hay necesidad de explorar más. Como filósofo he aprendido a que prácticamente todo en esta vida es más complejo de lo que aparenta, por lo cual muchos casos en los que algún tema “está clarísimo” me parecen de lo más sospechosos. No puedo evitar pensar en que probablemente están sobresimplificando el asunto (que están usando un jobber, pues).

Mi fin con este escrito es únicamente concientizar de esto que sucede en el mundo cristiano para así estar alertas y ser más críticos con lo que escuchamos o leemos. Si un hermano(a) critica algo para validar su postura y todo parece cuadrar a la perfección por los pasajes, referencias y datos que cita, de tal manera de que está dando un auténtico espectáculo… cuidado. Posiblemente sólo esté barriendo el piso con un jobber y/o goleándolo.4

Referencias

  • Phares, E., & Trull, T. (1999). Psicología clínica. Conceptos, métodos y práctica. Manual Moderno.

Cristiano lleno de fe y dudas, psicólogo introvertido y con crisis existenciales, filósofo de la ciencia con dificultades de comprensión lectora y maestro de escuela dominical desde hace 10 años

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