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Sobre la noción de paradigma y su presencia en el cristianismo

Seguramente has escuchado la historia del niño que intentaba meter toda el agua del mar dentro de una cubeta. Al revelarle a su padre lo que estaba haciendo, este le dijo: “No seas ingenuo. Esa cubeta es demasiado pequeña para contener todo el mar”. Algo molesto, su hijo respondió: “¡Tú piensas que puedes entender completamente a Dios con tu pequeña cabeza y nadie te dice nada!”

Vivimos en una época donde hablamos de “paradigmas” en todos lados. Creo que de alguna forma tenemos una intuición sobre qué significa esta palabrita, pero más de uno tendríamos dificultades para dar una definición exacta de la misma.

Paradigma es un término lingüístico para nombrar a los esquemas organizadores de palabras parecidas que admiten cierto tipo de modificaciones según se requiera. El ejemplo clásico para mostrar esto son las conjugaciones de un verbo. Si tomamos el verbo comer, notaremos que, para conjugarlo, tomamos las primeras tres letras de este (llamadas raíz) y cambiamos la terminación -er (llamada sufijo) por alguna(s) letra(s) según sea el caso. Así, tenemos:

  • Yo como
  • Tú comes
  • Él/Ella/Eso come
  • Nosotros/Nosotras comemos
  • Ustedes comen
  • Ellos/Ellas comen

Como podemos ver, en todas conservamos una parte del verbo (la raíz com-) y al mismo tiempo modificamos otra (el sufijo -er). Sin embargo, estas modificaciones no pueden ser las que uno quiera, pues de ser así, no podríamos comunicar una idea con sentido. Si decimos “comes cereal a diario” está claro que me refiero al sujeto “tú”, pero si dijera “comu cereal a diario” no se entiende qué quiero decir.

Parece ser que algo similar tenía en mente el físico e historiador Thomas S. Kuhn cuando popularizó el término paradigma a nivel global en la década de los 60. Tras haber estudiado la física de Aristóteles, Kuhn se sorprendió de la gran cantidad de errores que el filósofo griego había cometido. No obstante, poco después pensó que más bien él no estaba leyendo de forma adecuada, pues había asumido que los términos aristotélicos tenían el mismo significado que los de la física actual cuando esto no era cierto. Por ejemplo, se dice que Aristóteles entendía la palabra movimiento como “cambio de estado” y no como “cambio de posición en el espacio”. Así, Aristóteles podía decir que si alguien sano de pronto enfermaba, este se había movido, pues pasó del estado “sano” al estado “enfermo”. Entonces, ¿por qué cambió el significado de movimiento?

Para responder a esta pregunta, consideremos que la filosofía de la ciencia anterior a Kuhn postulaba que la ciencia era (o debía ser) completamente racional, o sea, apegada a las leyes de la lógica clásica. El problema era que los científicos no siempre lo hacían, pues estas leyes eran estándares muy altos y rígidos como para ser alcanzados todo el tiempo. Además de percatarse de esto, Kuhn también notó que la ciencia no se regulaba únicamente conforme a las leyes de la lógica, sino también a través de mecanismos psicológicos y sociales que determinaban cuál teoría o proyecto de investigación era más importante, merecía más apoyo económico o era “más científico”.1

Por ello, Kuhn escribió un libro titulado La estructura de las revoluciones científicas, en el cual postula un modelo de cambio científico (es decir, un ciclo que ilustra el curso que siguen los cambios en la ciencia). A muy grandes rasgos, Kuhn dijo que, cuando se inicia el estudio científico de un cierto evento, aparecen diversas propuestas para ello, cada una con términos y métodos de estudio distintos. Poco a poco, algunas propuestas dan buenos resultados y otras no, hasta que al final triunfa una y se instaura como la “versión oficial”. Esta “versión oficial” continuará trabajando con sus términos y métodos para estudiar eventos similares al original, a veces haciendo adaptaciones según se requiera.

No obstante, en algún momento la “versión oficial” se encontrará con eventos que no encajan en sus explicaciones, así que poco a poco irán apareciendo “versiones alternativas” que puedan explicar tanto los nuevos eventos como los ya estudiados. Estas “versiones alternativas” luego competirán entre sí hasta que una de ellas logre derrocar a la “versión oficial” y tomar su lugar, reiniciando así el ciclo.

Pues bien, Kuhn llamó paradigmas a todas estas “versiones”. Aunque en su libro no dio un significado unívoco al respecto (la filósofa Margaret Masterman encontró 21 significados distintos de paradigma en el libro), en 1969 escribiría un apartado al final de las nuevas ediciones para hacerlo.

Paradigma se refiere a 2 cosas, según Kuhn:

1) A un conjunto de supuestos teóricos, problemas (es decir, preguntas que vale la pena investigar), valores y técnicas compartidos por una comunidad científica en un tiempo determinado. Estos elementos se verán inminentemente influidos por el contexto del que dicha comunidad forma parte. Por ejemplo, los psicólogos rusos de inicios del siglo XX estudiaban la consciencia humana, para lo cual tenían como uno de sus supuestos que la teoría de la evolución era cierta, consideraban como problema el explicar los fenómenos psicológicos (atención, memoria, lenguaje, etc.), valoraban cosas como el respaldo de evidencia empírica en sus teorías y aplicaban técnicas basadas en métodos marxistas-leninistas (como el famoso “método de la doble estimulación” de L. S. Vygotsky).

2) A un conjunto de ejemplares que sirven para investigar eventos nuevos que son similares al estudiado en un inicio. Un ejemplar es un modelo de solución a diversos problemas. Por ejemplo, consideremos la siguiente multiplicación:

   123   

   x52   

     246   

   615     

   6396   

Como puede verse, hay un espacio en blanco al final del número 615. ¿Por qué? Muchos podríamos decir “realmente no lo sé, pero así me enseñaron a hacerlo en la escuela con todas las multiplicaciones”.2 Algo similar ocurre con los científicos: aprenden distintos métodos y técnicas de investigación que ejecutan a la perfección cuando ven un evento nuevo similar a los anteriores que han visto, aunque muchas veces no saben por qué deben hacerlo así.4 Algo similar ocurre con los científicos: aprenden distintos métodos y técnicas de investigación que ejecutan a la perfección cuando ven un evento nuevo similar a los anteriores que han visto, aunque muchas veces no saben por qué deben hacerlo así.5 Podríamos decir que, en este caso, el “método del espacio en blanco” es el ejemplar (o sea, el modelo de solución) de las multiplicaciones.

Estas dos nociones nos dejan ver por qué Kuhn escogió la palabra paradigma. Como vimos al inicio con el ejemplo de la conjugación del verbo comer, una parte de él permanece constante y otra parte varía según se requiera. De la misma manera, la ciencia tiene supuestos y algunos otros elementos que permanecen constantes, mientras que hay otros elementos (como los métodos de investigación) que necesitan modificarse y adaptarse al evento en cuestión.

También podemos ver a partir de la primera noción de paradigma (conjunto de supuestos, etc.) que la ciencia tiene un toque humano y no es un conocimiento absoluto e inobjetable. Y gracias a la segunda noción (conjunto de ejemplares), podemos ver que los científicos están entrenados para detectar ciertos patrones en los eventos que estudian para así poder abordarlos con un determinado método (aun si no saben por qué lo hacen así).

Aclaro que los paradigmas no son malos por sí mismos, y de hecho, son bastante útiles para guiar la investigación científica. El problema ocurre cuando los idolatramos y creemos que ellos son la verdad absoluta e incuestionable.

Ahora bien, considero que en el cristianismo ocurre algo muy similar. Cada cristiano pertenece a una comunidad con supuestos doctrinales, valores, preguntas que se consideran válidas (y otras que no), y formas de solucionar problemáticas que ocurren dentro y fuera de ella. A la vez, nos enseñan a ver la realidad, la vida, el mundo de una determinada manera para saber cómo actuar o responder frente a ciertos eventos.

Por ejemplo, a muchos nos enseñaron que, si alguien no es hijo de Dios, entonces es hijo del diablo. Por tanto, en cuanto conocemos a alguien incrédulo, nuestra tarea es predicarle el evangelio a fin de salvarle. Creemos que así demostramos que valoramos el sacrificio de Jesús con base en supuestos doctrinales válidos. Incluso tenemos modelos de predicación del evangelio, lo que equivaldría a los ejemplares de Kuhn. Entre ellos están: las 4 leyes espirituales (algunos dicen que son 5), el camino de Romanos, la fiesta de la sandía o el libro sin palabras.

Una vez más, no digo que estos paradigmas sean malos por sí mismos. Mucha gente se ha acercado a Jesús gracias a ellos. El problema, similar a la ciencia, aparece cuando comenzamos a creer que estos paradigmas son Dios mismo. Es entonces cuando pensamos que nadie tiene derecho a cuestionar tal o cual doctrina, que cierta liturgia es la única forma válida de realizar un culto, que la oración debe llevar X pasos o de lo contrario no es oración… en fin, comenzamos a creer que “cristianismo es lo que yo digo (o mi paradigma dice) que es”.

Cuando me encuentro con un caso así, recuerdo el pasaje de Juan 1:43-52 donde se narra el llamamiento a Felipe y Natanael. Estos versos pueden parecer un tanto confusos cuando uno los lee superficialmente, pero la respuesta de Jesús en el verso 50 es una de las más retadoras, alentadoras y consoladoras que he encontrado en mi vida.

Dar una reflexión detallada del pasaje tomaría bastante espacio, así que me limitaré a parafrasear la situación. Felipe le cuenta a Natanael que ha encontrado al Mesías, a lo que Natanael responde incrédulo “¿de Nazaret puede salir algo de bueno?” Acto seguido, ambos van con Jesús y este entabla una charla con Natanael en la cual el primero elogia al segundo y le confiesa que lo vio “debajo de una higuera”. En el comentario del evangelio de Juan de Ricardo Gárrett se señala que los rabíes enseñaban a estudiar la Ley de Moisés debajo de una higuera, así que en general Jesús estaba diciendo algo como “sé que te esfuerzas sinceramente en conocer a Dios”. Como esto implicaba que Jesús conocía lo más íntimo del corazón de Natanael, y esto es algo que solo Dios puede conocer, Natanael reacciona diciendo “Rabí, tú eres el hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”.

Es entonces cuando Jesús dice: “¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás”. En otras palabras, Jesús dice: “¿Eso te sorprendió? ¡Todavía no has visto nada!”

¿Sabes? Siempre que creemos tener algo muy seguro respecto a Dios y comenzamos a idolatrar nuestro paradigma como si fuera Dios mismo, pasa igual. Dios nos dice: “¿Ese paradigma te sorprende? ¡Todavía no has visto nada de mí! ¡Soy mucho más que eso!”

A veces creemos que, entre más seguros estemos de nuestras creencias religiosas, más maduros somos en la fe. Pero a veces el primer paso en la dirección al desarrollo espiritual no está en la seguridad, sino en la duda. ¿Es que acaso el paradigma bajo el cual fui criado e instruido tiene la verdad absoluta sobre Dios respecto a X doctrina? ¿Es que otros paradigmas no tienen nada de cierto o de valioso? ¿No será que en algún momento puedo cambiar mi paradigma, incluso por uno que es radicalmente distinto al mío? ¿Será que no es indispensable solucionar completamente los conflictos entre denominaciones o paradigmas, dado que Dios siempre es más que cualquiera de ellos?

Crecí en un país donde nos enseñan a tenerle miedo al error. En los salones de clase es muy común toparse con grupos que no se sienten cómodos respondiendo a las preguntas del profesor porque no quieren equivocarse. Y si esto ocurre en la escuela, ¡cuánto más ocurre en nuestras iglesias! Nadie quiere estar en el error y nadie quiere aceptar que algún elemento de su paradigma puede estar equivocado, sino más bien, todos quieren tener la absoluta certeza y seguridad de que su paradigma es 100% confiable y fiel a lo que Dios es.

Es por ello que Juan 1:50 trae paz a mi corazón. Me deja ver a un Jesús que camina con nosotros día con día, que promete enseñarnos más cosas cuando creemos tener todo teológicamente resuelto, que nos recuerda que nuestra cabeza es demasiado pequeña para contener la infinitud de Dios.

Hasta aquí vimos la concepción lingüística de paradigma, la adopción del término que hizo Thomas Kuhn en su modelo de cambio científico y cómo es que hay un cierto paralelismo de esto último con el mundo cristiano. Ahora, alguien podría preguntar: “Pero Ema, ¿Qué no lo que dices está también dentro de un paradigma?” Eso es muy cierto, pero recordemos que los paradigmas no son malos por sí mismos. Además, creo que estar consciente de que tenemos un paradigma (a veces voluntario, a veces impuesto) es una gran ayuda para no olvidar que solo Dios es Dios, no nuestros paradigmas. Por tanto, no temamos al error en nuestros paradigmas, sino caminemos con Dios y dejémonos sorprender por Él día con día. ¡Aún no hemos visto nada!


Bibliografía

Cristiano lleno de fe y dudas, psicólogo introvertido y con crisis existenciales, filósofo de la ciencia con dificultades de comprensión lectora y maestro de escuela dominical desde hace 10 años

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