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Sobre la noción de paradigma y su presencia en el cristianismo – Parte 2

En la primera parte expuse la concepción lingüística de paradigma (esquema organizador de palabras con una misma raíz), la adopción del término que hizo Thomas Kuhn en su modelo de cambio científico y cómo es que hay un cierto paralelismo de esta última con el mundo cristiano. En esta segunda parte abordaré lo que Kuhn denominó anomalías y cómo encontramos situaciones muy similares en el cristianismo.

Recordemos los 2 sentidos que Kuhn le dio al término paradigma:

  1. Conjunto de supuestos teóricos, preguntas válidas, valores y técnicas compartidos por una comunidad científica en un contexto determinado.
  2. Conjunto de ejemplares que sirven para investigar eventos nuevos. Recordemos que un ejemplar es un modelo o método de solución a diversos problemas similares entre sí.1

Podemos notar que dentro del cristianismo encontramos paradigmas también en 2 sentidos muy iguales:

  1. Conjunto de doctrinas consideradas “fundamentales” dentro de una comunidad, así como de valores asumidos por la misma y de preguntas válidas al respecto. En principio, todo miembro de dicha comunidad está de acuerdo con este conjunto de doctrinas, preguntas y valores. Normalmente se les encuentra en las llamadas “declaraciones de fe”, “credos” o “catecismos”, aunque no siempre todo es claro o explícito. Ejemplos de “doctrinas fundamentales” (aunque cada denominación puede entenderlas distintamente) pueden ser:
    • Hay un Dios.
    • El ser humano puede conocer a Dios gracias a la revelación (mediata e inmediata).
    • Jesucristo es el Hijo de Dios.
  2. Conjunto de modelos para tratar situaciones cotidianas o “fuera de lo normal”. Desde niño he oído a varios predicadores enseñar a preguntarnos “¿qué haría Jesús en esta situación?”, lo cual es equivalente a “¿cuál es la manera que se considera correcta para solucionar esto?”, o bien a “¿cuál es el método o ejemplar para solucionar esto?” (bajo los términos kuhnianos). Ejemplos de ejemplares podrían ser:
    • Si alguien te golpea, pon la otra mejilla.
    • Si alguien no es cristiano, predícale el evangelio usando algún método establecido (el libro sin palabras, las 5 leyes espirituales, etc.).
    • Si alguien es sorprendido en pecado constantemente, es necesario que pase un tiempo en disciplina alejado de su ministerio.

Así, podemos notar que las tareas de cualquier cristiano son a) valerse de las doctrinas que aprende para interpretar los eventos que le suceden a él o a terceros, y b) aplicar los ejemplares que se le enseñan para tratar cada situación de su vida.2 El fin de ello (o al menos uno de los fines) es mostrar que su paradigma (es decir, su visión del mundo, la vida y/o el cristianismo) es válido, verdadero.

Ahora bien, mientras nos valemos de estas doctrinas y ejemplares para vivir la vida cristiana en comunidad, se van configurando normas que nos indican cuáles cosas son aceptables para un cristiano y cuáles no. Si vemos que una cierta doctrina/interpretación bíblica en conjunto con un ejemplar nos da buenos resultados, entonces la consideramos una regla a seguir para futuras ocasiones. Por ejemplo, supongamos que, al interpretar Juan 3:16, nuestra comunidad hace énfasis en la parte de “de tal manera amó Dios al mundo”, por lo cual se nos enseña un método evangelístico (o sea, un ejemplar) que haga énfasis en el amor de Dios.3 De esta forma, cuando nos encontremos con alguien no creyente aplicaremos dicho método con la esperanza de que se vuelva cristiano y creyendo que de esta manera estamos viviendo una vida auténticamente cristiana. Ahora supongamos que esta persona acepta el mensaje y empieza a asistir a la iglesia y a crecer espiritualmente. Dado que nuestra dupla interpretación-ejemplar centrada en el amor de Dios dio buen resultado, entonces continuamos creyendo que dicha interpretación es verdad y que dicho ejemplar es prueba de una auténtica vida cristiana.4

Hasta aquí todo bien. La dupla interpretación-ejemplar que forma parte del paradigma parece ser verdadero en tanto que trae buenos resultados y entonces todo indica que nuestra visión de las cosas es válida, con lo cual cumplimos con las tareas a) y b) de cada cristiano que mencioné más arriba. Ya que esta dupla es verdadera, creemos que es una verdad divina, y que como viene de Dios, entonces aplica en todas las épocas, todos los países y para todas las personas que ha habido, que hay y que habrá en la historia de la humanidad.

No obstante, puede haber veces en las que nuestra dupla no traiga buenos resultados. Alguna persona puede rechazar nuestro mensaje y por ende nosotros no conseguiríamos los fines deseados. Y esto es de esperarse, pues la realidad es demasiado compleja como para pensar que una dupla interpretación-ejemplar es todopoderosa (cuando sólo Dios lo es).

Tal vez en el caso del evangelismo esto no resulte tan problemático. Podríamos simplemente creer que esa persona no está preparada para recibir el evangelio y continuamos creyendo que nuestra dupla es una verdad divina. Pero hay otros casos en los que nos topamos ante casos que ponen en jaque nuestra dupla de una forma más seria. Por ejemplo, ¿qué pasa cuando una interpretación literal de Génesis y un ejemplar apologético de 1 Pedro 3:15 se topan ante un profesor de biología que nos habla con evidencias en mano de la teoría de la evolución? Algunos cristianos pensarían que están ante una situación que no cuadra con su paradigma y por tanto una que cuestiona directamente a Dios mismo. Pues bien, a estas situaciones que un paradigma no puede explicar o resolver son a las que Kuhn denominó anomalías.5

De acuerdo con Kuhn, todo paradigma se encuentra con anomalías tarde o temprano, lo cual resulta problemático porque parecen indicar que el paradigma en cuestión no provee de explicaciones correctas de la naturaleza. En el caso del cristianismo, las anomalías dan la impresión de que nuestros paradigmas (es decir, nuestras duplas interpretación-ejemplar) no son correctos. Esto no necesariamente es un problema ya que nuestras interpretaciones bíblicas y/o nuestros ejemplares para resolver cuestiones de la vida cristiana pueden ser erróneos. Sin embargo, las anomalías pueden generarnos dudas serias sobre nuestra fe si cometemos el error de creer que nuestros paradigmas son Dios mismo, pues asumimos que nuestras duplas son verdades divinas y entonces no hay forma alguna de que estén mal. Volveré a esto más adelante.

Ahora bien, hay varias reacciones posibles ante una anomalía:

1. Ignorar: asumimos que quien cuestiona nuestro paradigma está equivocado(a) (aun si no podemos explicar por qué) y barremos la anomalía bajo la alfombra. En cierto modo pensamos que si no le prestamos atención, de una u otra forma la anomalía desaparecerá. Retomando el ejemplo de la teoría de la evolución, alguien podría oír (mas no escuchar) la forma en que esto cuestiona una cierta interpretación de Génesis y olvidarlo sin haber prestado atención.

2. Negar: en pocas palabras, afirmamos que la anomalía no es cierta y rechazamos de antemano cualquier alternativa que se presente al respecto. Resulta curioso que mucha gente jura que el ser humano es netamente racional, cuando la psicología nos muestra que esto no es del todo cierto.6 Si una persona sostiene una creencia errónea, lo racional sería cambiarla cuando hubiera evidencia que muestre que la creencia está mal. No obstante, esto rara vez sucede. En el caso de la teoría de la evolución, es común encontrar cristianos(as) que no aceptan ningún tipo de evidencia que no cuadre con su interpretación de Génesis. En otras palabras, en vez de intentar hacer coherentes sus creencias con la realidad, intentan hacer coherente la realidad con sus creencias preestablecidas.

3. Posponer: en este caso, hacemos a un lado la anomalía para atenderla en otro momento. Dicho de otra forma, si algo no encaja con nuestro paradigma, seguimos asumiendo que el paradigma está bien y que hay una explicación para la anomalía, pero simplemente no la sabemos en este momento. En ocasiones la anomalía nos deja de parecer problemática o importante con el paso de los años, o bien a veces encontramos a otros cristianos(as) que han indagado sobre el tema y encontramos la explicación que buscábamos. No obstante, ninguna de estas dos posibilidades es forzosamente necesaria, pues es perfectamente posible que nunca encontremos cómo entender o interpretar la anomalía en cuestión.

4. Abordar: hay veces en las que la anomalía nos parece tan fuerte o interesante que decidimos investigar el tema. Puede ser que encontremos alguna explicación convincente para la anomalía con nuestro paradigma o puede que decidamos modificar parte de este último, pero en general se suele conservar la mayor parte del mismo. Un ejemplo de alguien que ha abordado la teoría de la evolución y sus cuestionamientos al cristianismo es el biólogo y pastor español Antonio Cruz.

5. Reconocer las fallas: esta opción suele ser la más difícil de encontrar en la práctica. Consiste en aceptar que nuestro paradigma estaba equivocado y que no hay manera de explicar la anomalía, por lo cual es necesario modificar parte de nuestras duplas interpretaciones-ejemplares, o bien hacer cambios de raíz y adoptar otro paradigma completamente distinto. Como dije arriba, esta opción es la menos común de las enlistadas dado que aceptar que nuestro sistema de creencias bajo el cual regimos nuestra vida es erróneo o falso es un paso muy difícil de dar.

De manera general podemos notar que, sin importar cuál reacción adoptemos (exceptuando quizá la última), el objetivo o ideal que rige al cristiano ante una anomalía es “¡salva el paradigma!”. Este principio puede resultar beneficioso en ciertos casos pero perjudicial en otros tanto para quien sostiene el paradigma como para terceros.

Una primera consecuencia negativa es el rechazo al cristianismo. Conozco a más de uno que dice explícitamente que si un no creyente rechaza el evangelio es porque está muerto en pecado, pero la verdad es que muchas veces los no creyentes lo rechazan por nuestra actitud. Si intentamos salvar el paradigma a toda costa (ignorando, negando o posponiendo las anomalías) e imponerlo a los demás sin posibilidad de diálogo, no resulta raro que los no creyentes se muestren apáticos al respecto, independientemente de si están muertos en pecado o no.

Otra consecuencia negativa es la angustia innecesaria. Hay quienes piensan que Dios usa la angustia para hacernos crecer espiritualmente y eso bien puede ser cierto (basta leer Job). No obstante, a veces atravesamos por periodos de angustia que en realidad sobran con tal de salvar un paradigma. Ahora bien, algún apologista bien intencionado podría pensar: “¡pero 1 Pedro 3:15 nos manda a salvar el paradigma a como dé lugar!” Sin embargo, Rachel Held Evans (q.e.p.d.) escribió respecto a este pasaje en su contexto:

Este no fue un consejo para un equipo de debate; fue un consejo para mártires. Pedro les pidió a sus lectores que tomaran coraje, que miraran a sus agresores a los ojos con paciencia y compasión, con gentileza y respeto. Los instó a vivir vidas que están más allá del reproche, a seguir las enseñanzas de Jesucristo y a amar a sus enemigos hasta la muerte. Este pasaje no tiene que ver con presentar una defensa de un conjunto de proposiciones sin miedo; se trata de defender sin miedo la esperanza: algo salvaje, fascinante e imprudente que no puede ser sistematizado, probado ni explicado racionalmente (Fe en Desenredo. Cómo una Chica que Aprendió todas las Respuestas, Empieza a Hacer Preguntas, cap. 21).

Así pues, el mandato de 1 Pedro 3:15 no es salvar el paradigma a como dé lugar.

Una última consecuencia negativa es perderse de la vida abundante que Jesús ofrece (Juan 10:10). “Salvar el paradigma a toda costa” puede impedirnos seguir aprendiendo cosas nuevas y destruir nuestras relaciones con otras personas. Muchos cristianos(as) han intentado blindarse ante esto afirmando que “el que es amigo del mundo se vuelve enemigo de Dios, así que es preferible ser rechazado por el mundo a ser rechazado por Dios”. Esto en sí mismo es una dupla interpretación-ejemplar que forma parte de un paradigma y que pudiera estar equivocada.7 Pero independientemente de ello, cuando volteamos a ver al Jesús que comió con mendigos, ladrones y prostitutas, podemos notar que sus acciones no iban encaminadas a salvar un paradigma a toda costa, sino a mostrarles el reino de Dios y compartirles un poco de la vida abundante que él prometía.

¿Qué hay entonces de erróneo con el principio de “¡salva el paradigma!”? Considero que el problema surge al momento de realizar un salto sutil (y muchas veces inconsciente) de “paradigma” a “Dios”. Profundizaré en esto después, pero de manera breve quiero decir que una cosa es un paradigma (o sea, un intento de acercarse a Dios y de vivir una vida cristiana) y otra cosa es Dios en sí mismo. Cuando creemos que nuestro paradigma es tan acertado que es una descripción 100% fidedigna de Dios, comenzamos a comportarnos como si el paradigma fuera Dios mismo y por ende procuramos defenderlo a toda costa. No obstante, un paradigma no es ni será igual a Dios y por lo tanto no hay por qué defenderlo a toda costa.

Por tanto, considero que las anomalías cumplen un papel muy importante al intentar recordarnos constantemente: “¡tu paradigma no es Dios! ¡No tiene ni tendrá todas las respuestas ni la verdad absoluta!”.

No hay entonces por qué temer a las anomalías ni a las dudas que nos generen. Son ellas quienes nos mantienen humildes al recordarnos que no lo sabemos todo y que nos queda mucho por conocer de Dios. Jesús dijo que él es el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6) y curiosamente “camino” y “vida” son términos que hacen referencia a cosas que se van construyendo y transitando paso a paso, no algo que ya está terminado. ¿Por qué entonces no pensar lo mismo de la “verdad”? Es decir, ¿por qué no pensar que vamos conociendo la verdad paso a paso, día con día, con avances y retrocesos, en lugar de creer que la verdad es inamovible y que es posible alcanzarla de una vez por todas por medio de un paradigma?

En el siguiente escrito (y probablemente el último de esta breve serie) abordaré otro concepto fundamental para Kuhn que me parece es paralelo a ciertas cosas que ocurren en el cristianismo: el de inconmensurabilidad.

Cristiano lleno de fe y dudas, psicólogo introvertido y con crisis existenciales, filósofo de la ciencia con dificultades de comprensión lectora y maestro de escuela dominical desde hace 10 años

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