La iglesia que no ama: es (Fe)locéntrica

«…y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.»

Curiosamente, el neologismo «fe-lo/centrismo» es acuñado del término falo-centrismo que es aquella teoría psicoanalítica de ver que hay uno que, si posee miembro sexual masculino, y otro que está castrado, en ese caso la mujer, que no posee miembro viril, esta es la teoría técnica y conceptual en el psicoanálisis por Freud. Por lo tanto, hemos construido esa expresión intentando entender la obsesión de la iglesia por el poder, por llegar a los puntos más altos y alardear de tener la mayor parte de personas, de organización, de dinero, de estructura o tener toda, la fe; de aquella iglesia que todo lo que considera débil, inútil y problemático lo discrimina o rechaza, en contraste de quienes para ellos tienen «toda la fe», sin reconocer que existen otros, para algunos, que ni siquiera tienen fe o tienen un lugar dentro de este espacioso cristianismo

Desde este punto de vista y como parte de la realidad de la iglesia, es lamentable que siempre se vean alardear a unos de toda su fe y otros, menospreciados, por supuestamente no tener nada de ella. Así que este texto es una crítica aquellos que hacen de jueces de la fe de otros, de quienes se sienten en el privilegio de poder señalar la falta de bienes, bendiciones o cosas buenas como si se tratara de falta de fe, de quienes creen que es posible, literalmente, lograr todo lo imposible por la mayor proporción de fe y, mejor aún si se trata de mover una montaña. Nos preocupa la competencia intrínseca entre cristianos por las medidas de su fe, pues algunos se sienten invencibles ya que creen que tienen mayor fe que el resto, para ellos parece que se hace necesaria una gran, fe, en algunas ocasiones rechazando a quien para ellos no tiene esa fe, viven midiendo o alardeando de poseer la fe y la relacionan con su asistencia al culto, a las liturgias o los sacrificios religiosos que hacen parte de sus comunidades.

Sin embargo, a partir de la lectura del texto y algunos que se le relacionan, nos preguntamos ¿de verdad necesitamos de una gran fe para mover objetos inanimados? ¿por qué sería ese el objetivo de la fe? Al releer el  texto nos damos cuenta, primeramente, que es posible, que haya habido alguna tradición en la que ya se escuchaba las palabras de Jesús y que el apóstol Pablo recita la metáfora de la montaña como para recordar precisamente eso, las palabras de Jesús; recordemos que los evangelios fueron escritos posteriormente a las cartas del Apóstol, así que este alude al desafío de mover montañas como metáfora, para entender la imposibilidad que tenemos frente nuestro como problema propuesto una vez, según la tradición oral, por Jesús. Entonces, el apóstol Pablo utiliza este elemento de las montañas como una hipérbole para darle mucho más sentido al significado de la fe, el autor sabía de antemano que era imposible mover una montaña, solo quería especificar el poder de la fe al lograr lo increíble.

Entonces, la fe es una confianza, sin importar el privilegio de tener o no la fe, sin tratar de medirla, que se da en medio de todas nuestras imposibilidades. Ahora ¿Es importante la dimensión de la fe o jactarse de sí tener fe? consideremos, por medio de este texto, un desafío de la iglesia para dejar de relacionar la «posesión de la fe» con la proporción de los resultados en la vida. Aunque la montaña no es más que una metáfora, hay quienes interpretan la montaña con sus particulares problemas u obstáculos, pero, jamás se dijo que necesitáramos una fe de la magnitud de la montaña para hacer oposición a los problemas, o que viviéramos considerándonos mejores personas por hacer a un lado las montañas mientras observábamos a otros imposibilitados ante aquella; la fe no necesita de proporciones o de grandes alardes de tenerla, quizás el que diga que la tiene posiblemente carece de ella. Las montañas, desde esta metáfora, solo necesitan de un grado, así sea mínimo de confianza en que se moverán.

Por consiguiente, una iglesia que no ama es una iglesia felo-céntrica, es decir, una iglesia que no solo cree que tiene «fe», sino que se considera a sí misma como la única que puede «tener» la fe y a veces proporcionalmente más «visible o interesante» que el resto de quienes le rodean. Pues para sí, tiene «toda la fe», castrando con ello, a quienes para ellos son más débiles o realmente no la poseen. Pablo, en esta ocasión se refiere a aquellas personas que querían hacer sentir a otros cristianos mal por tener una fe más sobresaliente, mientras había otros que, según estos cristianos, tenían una fe que no llamaba mucho la atención o que no era de una gran importancia; es entonces la necesidad de algunos de utilizar la supuesta grandiosidad de su fe para opacar la fe del resto. Hay personas que conectan la espiritualidad, la forma de vivir el cristianismo o cualquier otra forma de creencia con la proporción, la posesión y las formas de sus fe, entonces justifican la falta de bendiciones o el fracaso por tener fe o no: «…es que quizás no obtuviste este o tal situación en tu vida porque no tuviste la fe suficiente para ver lo que esperabas…», dicen, alardeando de poseer toda la fe.

Pero, esperen un momento, las personas no les va mal en su vida por la falta de fe, porque no tuvieron la fe suficiente para mover la «montaña», ni tampoco les ha ido mal porque su fe no tiene todo el poder que creen que debe tener, no necesitamos de las medidas de fe para poder sentir que creemos, pues algunos han llegado a pensar que la fe es levantarte con mucha energía y tener un gran grado de positivismo, de considerar que todo va a salir bien, y si, las cosas les salen bien por todo el empeño, esfuerzo y optimismo que le colocaron a esa dificultad. Así que si, es posible que solo necesitemos fe, o quizás ni siquiera fe, solo optimismo, sin medidas, sin proporciones. Sin embargo, en algunas ocasiones es mucho mejor reconocer que no la hay, no debemos estigmatizar a las personas por la fe que tienen o no tienen.

Cierta vez, los discípulos hablaban con Jesús del mismo tema y se vieron necesitados de pedirle que aumentara la fe, a lo que Jesús, les dice que si su fe fuera como la semilla de un grano de mostaza podrían lograr cosas increíbles; entonces, Jesús no estaba diciendo que si teníamos toda la fe lograríamos mejores cosas, solo estaba desestimando la competencia que podría estar llevando sus discípulos por la posesión de toda la fe, sacando a la intemperie la vil competencia por las dimensiones de sus fe y la relación que tiene esta con lograr mejores resultados. Jesús claramente deconstruye esas ideas y pide «fes diminutas», nos enseña que no necesitamos toda la fe, que si quizás logremos tener así sea una fe muy diminuta podremos lograr cosas realmente significativas, es decir, Jesús derrumba la contienda masculina de sus discípulos por tener mayor proporción para mayores y mejores «milagros», nos dice que tener toda la fe no es necesario, quizás por lo menos tener algo de fe.

Por lo que, la mínima fe es suficiente, un poco ahora es mucho, dejemos nuestra disputa patriarcal que hemos heredado a nuestros cristianismos, de medir nuestros resultados en la vida, de castrar a quienes creemos que no deberían ni siquiera tener fe, de asegurarnos de señalar a nuestros «débiles» y de relacionar fe con poder, pues creemos que quien tiene mejores resultados, quien tiene más logros o mayores bendiciones es porque ha estado más cerca a Dios o ha tenido una fe proporcionalmente más eficiente, cuando no, no es así. Esto posiblemente demuestra que hemos estado equivocados en materia de fe, porque claramente el tener toda la fe no va a determinar el poder en la vida de una persona o que tan espiritual es ¿alguien podría realmente tener toda la fe? Seria completamente absurdo que alguien nos intente convencer de que tiene “toda la fe”.

De igual manera, Jesús en varios textos nos llama a tener fe claramente, y aunque reconoce que muchos de sus discípulos son personas de poca fe, no por eso los desacredita, creemos que más bien los desafía para que a la próxima puedan creer más, puedan ser más valientes. En el texto anterior sobre los discípulos y, en este mismo texto de Pablo a la iglesia de corintio, curiosamente relacionan tener fe con valentía, es decir, con la capacidad que tenemos por lanzarnos a hacer cosas sin saber que puede pasar y reconociendo nuestra total inhabilidad; no obstante, tanto Jesús como Pablo consideraran que invertir nuestra búsqueda por mayor fe o para tener mayor poder es inútil. Abandonemos la competencia por lograr más fe para mover montañas más grandes, porque si lograr el movimiento de las montañas son para mostrar a otros que yo si tengo la fe que mueve montañas, esa fe es absurda.

Es lamentable que pensemos que esto de mover montañas es casi de forma literal y se relaciona con algo sobrenatural, cuando la fe en Pablo es más bien una capacidad para enfrentar nuestras propias incapacidades, así que es posible que eso sea la fe, una manera de saber que frente nuestro hay una montaña, reconocer la montaña, querer moverla y saber que es imposible, tener claro el valor de esa dificultad de mover la montaña y estar conscientes de esa realidad y si, hacer todo lo posible para que esa montaña se haga a un lado. Ahora, Pablo reconoce que se puede mover montañas, desde la metáfora, y que se puede tener la fe para ello, para ser un movedor de montañas, porque muchos de nosotros tenemos la convicción de creer que es nuestra fe, pero nos dice que no vale nada si no desarrollamos el valor del amor. Un removedor de montañas no te hace mejor cristiano, pero una persona que ame a quienes consideran que no tiene la fe suficiente para mover ninguna montaña, sí. Es vacía la fe de quien considera que tiene una fe poderosa pero no es capaz de amar con igual o mayor fuerza a quienes se sienten completamente incapacitados para remover tan solo una piedra.

Nos ataca la pregunta ¿es posible tener ‘toda’ la fe y carecer de amor? pues sí, porque la fe que piensa en mover la montaña para sí, juzgando a quienes no, demostrando como quien tiene mejor fe que el resto o tiene la capacidad para mover esa montaña, ese no tiene lo esencial, amar; un cristiano felo-céntrico, es decir, es uno sin consistencia, hoy se siente poderoso y frente a otras montañas pierde la fe y también el amor, aún si ha movido montañas antes, se hace carente de la esencia y sustancia del cristianismo: el amor. La fe fue una preocupación de las primeras comunidades cristianas, fue un tema importante para el discurso de Pablo, pero entendía que había que romper con la jerarquía que se imponía dentro de la iglesia donde colocaban la fe por sobre el amor, de allí la importancia de dar preeminencia al don del amor, amar a hermanos y a enemigos es la consecuencia de nuestro cristianismo, no es mover las montañas, no son los milagros que nos persiguen o que demostramos a los demás, porque ellos no son evidencias de nuestro seguimiento de Jesús, sino el amor.

Para resumir la idea, la iglesia debe dejar su posición de castradora, de hacer a un lado a quien considera débil y vulnerable, de buscar eliminar lo femenino como si fuera menos importante, de reducir la capacidad de amar en la comunidad al invitar a rechazar o colocar en una absurda competencia a quien ve como con poca fe, para reconvertirse en una iglesia que acoge al otro, en una iglesia que ama, tenga o no tenga la fe que muchos presumen y mueva o no mueva la montaña que muchos creen que debe moverse. Somos los discípulos con poca fe, pero con un corazón inmenso para amar a todos/as sin importar su fuerza, fortaleza o poder, amar es lo que nos hace ser, porque sin amor, nada somos.

Tomado del blog de Adolfo Céspedes.

Teólogo profesional de la universidad Reformada en Barranquilla. Candidato a Magíster en “Estudios Bíblicos: Historia e Influencia de la Biblia” Universidad de Deusto. Dedicado actualmente a la educación religiosa en primaria, básica y media, y a la docencia en instituciones religiosas, iglesias y comunidades sociales. Colombia.

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