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Sobre la historia y teología de los evangelios canónicos

En este artículo voy a presentar algunas reflexiones sobre los textos religiosos que han moldeado el rostro del cristianismo: los evangelios. Entre sus múltiples grados de influencia y significados, como el artístico, arquitectónico, literario y musical, han primado los sentidos histórico y teológico de su mensaje. Ambos fueron protagónicos en la conformación de las experiencias sociales, políticas y religiosas en la Europa medieval y moderna, así como en la vida de sus colonias mundiales, como es el caso de nuestra región latinoamericana.

Umberto Eco solía decir muy a menudo que estamos obsesionados con la belleza y la verdad. De hecho, las adoramos en los museos y bibliotecas: sus santuarios. Asimismo, viendo la otra cara de la moneda dialéctica, en Occidente tenemos una fobia igualmente obsesiva con la fealdad y el error: les cazamos y purgamos allí donde les encontramos. Llegamos, pues, a dos hábitos fundamentales con las cuales se han leído los evangelios: el culto a la verdad y la purga de las herejías.

Por esta protuberante relevancia casi obsesivamente fijada en su historicidad y teología, empleadas para rendir culto idolátrico a la verdad y purgar la infecta herejía, creo importante dedicar este artículo a tratar un poco sobre la teología tras la búsqueda de la historicidad, así como la historia de las teologías desde las cuales se leen los evangelios. Pero antes de abordarlos, permítanme comentar algunas generalidades sobre los evangelios.

Lo obvio sobre los evangelios

Los cuatro evangelios canónicos son composiciones anónimas, surgidas probablemente entre los años 65-100 del primer siglo de la era común, siendo reunidas posteriormente en colecciones utilizadas por padres apostólicos, como Policarpo de Esmirna. Los autores no les pusieron título. Estos fueron añadidos probablemente en el momento de la formación de la colección y constaban de dos palabras: κατά (“según”) + Μαθθαῖον, Μᾶρκον, Λουκᾶν, Ἰωάννης, es decir, el nombre del evangelista en acusativo (“Mateo, Marcos, Lucas, Juan”).

Lo menos obvio…

El primer autor que llama a estos escritos con el nombre εὐαγγέλιον (“evangelio”) es Justino, quien ya en el siglo II de la era común en su Diálogo con el judío Trifón, utiliza indistintamente los apelativos εὐαγγέλιον (“evangelio”) y οἱ ἀπομνημονεύμασι τὼν ἀποστόλων (“las memorias de los apóstoles”) o simplemente οἱ ἀπομνημονεύμασι (“los recuerdos”), para referirse a los cuatro evangelios (Diálogo, 100-107).1 Resulta claro que en Justino “evangelio” denota un escrito de carácter apostólico y con intención doctrinal. Este es el sentido que actualmente le otorgamos al título “evangelio”.

Si estudiamos el sentido de esta palabra, que aparece setenta y seis veces en la biblia cristiana, encontramos que Pablo utiliza sesenta veces el sustantivo εὐαγγέλιον para referirse a su actividad, en cuanto proclamación del significado de la muerte y resurrección de Jesús (cfr. Rom 1,1.9; 15,16.19; 1Cor 9,12; 2Cor 2,12; 9,13). En los escritos paulinos εὐαγγέλιον es sinónimo de κηρύσσειν (“proclamación”) y κήρυγμα (“anuncio”). También en sentido paulino aparece “evangelio” en Mc 1,1.14 y Hch 15,7; 20,24. En la biblia cristiana también aparece la forma verbal εὐαγγελίζεσθαι (“evangelizar”), un vocablo tomado del vocabulario del libro de la Consolación de Isaías (i.e. el Deutero-Isaías), con el cual se señala al mensajero que anuncia la intervención salvífica y liberadora de Dios, quien va a ejercer su reinado en la historia humana a favor de su pueblo oprimido por una potencia extranjera (cfr. Is 52,7).

No deja de resultar curioso que los autores neotestamentarios hubiesen preferido usar el sustantivo, que no tiene la importancia que en los LXX tiene la forma verbal. De hecho, el sustantivo “evangelio” se usaba muchísimo en el culto al emperador romano, véase, por ejemplo, el decreto de Augusto, donde se cambia el calendario para celebrar el evangelio del nacimiento del emperador.2

Los evangelios son textos que guardan tradiciones palestinenses y que entran en diálogo directo, disruptivo y crítico con la cultura grecorromana de invasión en aquella región.3 Ellos se proponen transmitir tradiciones sobre lo que Jesús dijo e hizo durante su ministerio (cfr. Lc 1,1-4), configuradas según las tradiciones sapienciales, proféticas y apocalípticas de la biblia hebrea y la literatura intertestamentaria, y trasmitidas según las técnicas judías de enseñanza.4 Esta intención está enriquecida por la experiencia pascual; experiencia que transformó profundamente a los discípulos y su comprensión sobre Jesús, cambiando también las tradiciones y condicionando la forma de transmitirlas, como el último redactor del cuarto evangelio lo explica en Jn 20,30-31.5 La compilación de estas tradiciones en un continuum narrativo requirió cierto tiempo y se originó como respuesta a necesidades concretas de la segunda generación cristiana.6

El problema del sentido histórico de los evangelios

Con el pasar de los siglos ese continuum narrativo fue adquiriendo un valor y sentido independiente de la historia comunitaria en la cual nació. De suerte que durante la Antigüedad y la Edad Media, se tomó su valor histórico y apostólico como uno solo, uniéndose narratividad, historicidad, veracidad, valor apostólico y dogmático. Expresado en un símil, podríamos decir que los relatos evangélicos fueron tomados como testimonios videográficos de la vida de Jesús y, en este sentido, como puntos de partida seguros para emprender la tarea, más apreciada y apetecida, de hallar el sentido espiritual (o sensus plenior) de los textos, así como lo afirmaba Orígenes en su De Principiis (IV, 2,5).7 Pero esta apreciación sobre el sentido histórico de los evangelios, sufrió un giro copernicano al pasar de la Edad Media a la Ilustración.

Con la crítica ilustrada, el continuum narrativo de los evangelios adquirió también un valor independiente al de la historia comunitaria en la cual nació. En su singular percepción de lo histórico, la Ilustración diferenció entre la fe y la historia del desarrollo de las ideas y acontecimientos humanos narrados en los evangelios. A partir de esta premisa divisoria, se formuló la empresa de escribir Vidas de Jesús de corte racionalista.8 Es verdad que en ellas el continuum narrativo también fue interpretado como testimonio videográfico, pero tachándolos de ingenuos, producto de mentes irracionales y atrasadas que plasmaban su testimonio en lenguaje mítico, por carecer de la suficiente luz racional para componerlos más adecuadamente. De esta forma, el siglo XVIII se vio plagado de Vidas de Jesús, escritas por autores como Hermann S. Reimarus, David F. Strauss, B. Bauer y E. Renan. Sobre estos autores y esta empresa ilustrada ya he escrito dos artículos en TeoCotidiana, al cual invito a leer a quien esté interesado, ambos titulados: Will the real historical Jesus, please stand up? Lo que están diciendo sobre el Jesús Histórico.

Tanto los esfuerzos fideístas de la Antigüedad y el Medioevo como los racionalistas de la Ilustración, son intentos de acercamiento al sentido original del continuum narrativo de los evangelios y a su valor histórico. Pero en ambos, siempre se le dio un valor y sentido independiente al de la historia comunitaria en la cual nació. Por su amor al sentido espiritual de los textos, en la Antigüedad siempre se eclipsó lo histórico de los evangelios por la luz de la fe. Este fenómeno fue tratado de neutralizar por la Ilustración, pero la luz de la razón desbordó su cauce, y la razón razonante eclipsó el valor y función de la fe. En realidad, ambos intentos fracasaron en la búsqueda del sentido histórico original de los evangelios. Este fracaso se debió a que no se valoró lo suficiente el papel que lo histórico y la fe tienen en la formación original del continuum narrativo de los evangelios. Ellos no quieren ser solo narración de lo histórico, sin fe; ni tampoco solo narraciones de fe, sin referencia a la historia.

Bajo este debate entre lo histórico puro y la fe pura late una cuestión de orden filosófica, que quisiera proponer en una formulación un tanto coloquial: referida a los evangelios, ¿de qué lado se pone la verdad?, ¿del lado de la fe o del lado de la historia? De estas preguntas surge otra: referidos a los evangelios ¿qué son la verdad, la historia y la fe?

La verdad de los evangelios está referida al mensaje de Jesús en cuanto mensaje histórico e inmanente, así como mensaje con una singular trascendencia. La totalidad del mensaje de Jesús no se ha dejado asir ni reducir por la comprobación científicamente controlable de sus datos. Pero tampoco se deja empobrecer por una armonización con nuestras preconcepciones religiosas y culturales, por nuestros modelos de fe.

En su singular trascendencia, este mensaje permanece adscrito a una historia concreta y pretérita, relacionada indisolublemente a los nombres, fechas, lugares y circunstancias personales y sociales, culturales y políticas entre los cuales nació, y que son imposibles de negar o dejar de lado sin negar y dejar de lado, a la vez, el mensaje de Jesús. Sencillamente, no se puede tomar el mensaje solo, sin tomar en serio la historia de la cual es hija. Es un “paquete” que se toma todo o no se toma. Creer conocer y entender los evangelios, sin conocer su historia, sociedad y cultura implica la arrogante presunción de creer entenderlo sin tomarle realmente en serio. El mensaje de Jesús no muere en su historia, no se agota con en ella: mejor, la trasciende. Este mensaje es singular porque interactúa con otros nombres, fechas, lugares y circunstancias personales y sociales, culturales y políticas diferentes a aquellas entre las cuales nació, por ejemplo, los tuyos y los míos, los de este y los de aquel. El mensaje de Jesús dio vida a las comunidades primitivas y sigue dando vida a las comunidades actuales. La verdad de los evangelios está relacionada con esta trascendencia del mensaje de Jesús. Dicho mensaje está delimitado por la historia en la cual nació, y las historias en las cuales ha seguido naciendo a lo largo de veinte siglos y las dos décadas que han transcurrido de este nuevo. Una hermenéutica capaz de abrir el sentido pleno de esta verdad y este mensaje solo será aquella que tome en serio la intención de aquellos que vivieron y transmitieron dicho mensaje, y de estos que quieren vivirlo y transmitirlo también hoy.

El sentido teológico del mensaje de los evangelios

Los evangelios no son, primordialmente, obras historiográficas, aunque su género literario es muy similar a las βιοί (vitae), las aretalogías y las χρειαί helenísticas.9 Mejor, ellos son interpretaciones de fe, sobre el significado profundo de la vida de Jesús entendida como obras y palabras; como drama narrativo sobre el sentido cristológico de la muerte y resurrección del Mesías. Como tales, los evangelios están primordialmente vinculados a la promoción de dicho mensaje. Su objetivo consiste en anunciarlo como mensaje de salvación universal.

El evangelio es, esencialmente, el anuncio de la salvación universal dada a través de Jesus. Como tal, los evangelios están cargados de contenidos religiosos. Ellos expresan sus ideas sobre quién es y cómo actúa Dios (propiamente, teología), Jesús (cristología) y el Espíritu Santo (pneumatología). También sobre cómo debe ser entendida la iglesia (eclesiología), cómo se debe comportar el creyente (ética), cuáles deben ser los principios del seguimiento de Jesús (discipulado), en qué consiste la salvación (soteriología), cómo se desarrolla el plan de salvación (historia de la salvación), etc. Es decir, los evangelios, además de reflejar el núcleo histórico fundacional del κήρυγμα, también transmiten su teología. Es importante no solapar historia y teología en los evangelios, ya que la teología de cada evangelio es fruto de un desarrollo histórico propio. No tener en cuenta este hecho importantísimo, no solo pone fuera de foco la teología que se adopta, sino que incurre en prácticas y convicciones pastorales desenfocadas.

La ciencia de las preguntas y la tarea del creyente lector

Deseo dejar en manos de los lectores la tarea de profundizar en la comprensión de la historia y teología de cada evangelio. Al final dejaré una lista de referencias y enlaces donde se ofrecen pautas y ayudas de tipo histórico sobre los tres primeros evangelios.

Es importante recordar que el conocimiento humano es perfectible y está en constante evolución. La ciencia histórica, como conocimiento humano, ofrece métodos y resultados, así como problemas que deben ser enfrentados, no rehuidos. Lo contrario es ceguera, miedo y orgullo, ya que pensar que cualquier conocimiento humano, sea dogmático, fundamentalista o supuestamente revelado, sea guía absoluta, infalible e incuestionable, es desconocer los límites propios del conocimiento humano. Todo conocimiento, por ser tal, es una construcción en vías de construcción. Por ello, la mejor ciencia es la ciencia de las preguntas, no la de las respuestas ya hechas. Además, esta ciencia tiene como más evidente característica ser un diálogo, no un dictado de ideas.

Lista de referencias y enlaces útiles para el estudio

Pensando en una ruta más cercana que conduzca al mundo del estudio académico, que va desde la elaboración de información y reflexión bien pensada, hasta los instrumentos de formación más densos y de uso obligatorio a la hora de leer y entender más rigurosamente los evangelios, propongo el siguiente acceso:

Proyectos de divulgación en redes sociales

Estos son algunos de los proyectos de divulgación abiertos a la construcción de diálogo:

Podcast:

Youtube:

Blogs de algunos investigadores bíblicos:

Recursos avanzados “en línea”

Quienes ya tengan fundamentos y experiencia con los métodos y trabajo que se propone en la teología bíblica, y deseen acceder a repositorios con obras importantes, les dejo estos tres:

Materiales de divulgación

  • Antonio Piñero, En directo desde el siglo primero (Madrid: Lacónica, 2018).
  • Xabier Pikaza y Vicente Haya, Palabras originarias para entender a Jesús (Madrid: San Pablo, 2018).
  • Abdelmumin Aya (Vicente Haya), El arameo en sus labios: saborear los cuatro evangelios en la lengua de Jesús (Barcelona: Fragmenta, 2013).
  • Bart D. Ehrman, Jesús no dijo eso: los errores y falsificaciones de la Biblia (Barcelona: Crítica, 2007).

Manuales, “Introducciones” y “Nuevos Testamentos”

  • Heikki Räisänen, El nacimiento de las creencias cristianas (BEB 135. Salamanca: Sígueme, 2011).
  • Gerd Theissen, La religión de los primeros cristianos: una teoría del cristianismo primitivo (BEB 108. Salamanca: Sígueme, 2002).
  • Raymond E. Brown, Introducción al Nuevo Testamento. 2Vols. (Madrid: Trotta, 2002).
  • François Vouga, Una teología del Nuevo Testamento (Ágora 12. Estella [Navarra]: EVD, 2002).

Del material “clásico”, siguen siendo muy valiosos:

  • Joachim Jeremias, Teología del Nuevo Testamento. Vol. 1: la predicación de Jesús (BEB 2. 7 ed. Salamanca: Sígueme, 2001).
  • Rudolf Bultmann, Teología del Nuevo Testamento (BEB 32. 4 ed. Salamanca: Sígueme, 2001).
  • Philip Vielhauer, Introducción al Nuevo Testamento, lo apócrifos y los padres de la Iglesia (BEB. Salamanca: Sígueme, 1991).
  • Helmut Köster, Introducción al Nuevo Testamento (BEB 59. Salamanca: Sígueme, 1988).

Comentarios bíblicos en castellano

  • Armando J. Levoratti (dir.), Comentario bíblico latinoamericano: Nuevo Testamento (2 ed. Estella [Navarra]: EVD, 2007).
  • Raymond E. Brown, Joseph A. Fitzmyer y Roland E. Murphy (eds.), Nuevo comentario bíblico san Jerónimo: Nuevo Testamento (Estella [Navarra]: EVD, 2004).

En castellano se puede acceder a excelentes traducciones de los mejores comentarios bíblicos en:

  • En la colección Biblioteca de Estudios Bíblicos (BEB) de la editorial Sígueme: Joel Marcus, Joachim Gnilka (Mc), Ulrich Luz (Mt), François Bovon (Lc) y Jean Zumstein (Jn).
  • En la editorial Cristiandad se encuentran los comentarios, más clásicos, de: Vincent Taylor (Mc), Pierre Bonnard (Mt), Joseph A. Fitzmyer (Lc y Hch) y Raymond Brown (Jn).
  • En la editorial CLIE también se pueden encontrar los comentarios útiles a los evangelios compuestos por Samuel Pérez Millos.

En estos comentarios, especialmente en los apartados y apuntes bibliográficos, se pueden encontrar orientación que introduce al lector al complejo y necesario mundo de los comentaristas bíblicos.

Diccionarios y léxicos neotestamentarios en castellano

  • Horst Balz y Gerhard Schneider (eds.), Diccionario exegético del Nuevo Testamento. 2Vols. (BEB 90. 3 ed. Salamanca: Sígueme, 2005).
  • Lothar Coenen, Erich Beyreuther y Hans Bietenhard (eds.), Diccionario teológico del Nuevo Testamento. 4Vols. (3 ed. Salamanca: Sígueme, 1990-1994).
  • Xavier Léon-Dufour (ed.), Vocabulario de teología bíblica (Barcelona: Herder, 1966).

Otros diccionarios

  • Alfonso Ropero (ed.), Diccionario bíblico manual (Barcelona: CLIE, 2010).
  • Jean-Noël Aletti, et al., Vocabulario razonado de la exégesis bíblica (IEB 15. Estella [Navarra]: EVD, 2007).

Materiales esenciales para la investigación

Además de los elencos bibliográficos especializados, los léxicos (ThWNT), gramáticas (BAGD, BDF, Zerwick), estudios estadísticos (Aland, Morgenthaler), los artículos publicados en revistas académicas (Bib, CBQ, HTR, JBL, RB, ZNW, entre otras)10 y comentarios bíblicos, las siguientes obras son de consulta obligatoria para un trabajo serio y riguroso sobre los evangelios:

  • Kurt Aland, et al. (eds.), Nestle-Aland. Novum Testamentum Graece. 28. Revidierte Auflage. Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft, 2012.
  • Kurt Aland, Synopsis Quattuor Evangeliorum. Locis parallelis evangeliorum aprocryphorum et patrum adhibitis edidit. Editio quindecima revisa. Stuttgart: Deutsche Bibelgesellschaft, 2005.
  • Paul Hoffmann y Christoph Heil (eds.), Die Spruchquelle Q: Studienausgabe. Griechisch und Deutsch (Leuven: Peeters Publishers, 2002).

Papá de Immanuel y Tobías, esposo de Biviana, católico y teólogo. Profesor en dos universidades y miembro de varios grupos de investigación.

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