The Future if Female sign

1 Pedro 3:1-7, la mujer como el sexo débil

  1. Una nueva forma de leer la Biblia: Hermenéutica feminista
  2. Una aplicación de la hermenéutica feminista: acercamiento lealista a Mateo 28:1-10
  3. Marcos 5:21-43, retratando la historia de dos mujeres perdidas
  4. Lucas 1:39-55, dos mujeres dadoras de vida
  5. Romanos 16:1-16, las mujeres como autoridad en el ministerio
  6. 1 Pedro 3:1-7, la mujer como el sexo débil

El último artículo de este estudio sobre hermenéutica feminista se dedicará a analizar el altamente controvertido texto de 1 Pedro 3:1-7, el cual hace parte de una forma de instrucción para los miembros de la familia en sus diversos deberes. En esta ocasión, Pedro aconseja a todas las mujeres cristianas, pero su preocupación principal estaba con aquellas casadas con inconversos. Pedro las exhorta y les muestra una lista de deberes que ellas deben cumplir para velar por el bienestar del esposo y el de ellas mismas. Para el estudio de este pasaje se implementará una hermenéutica feminista de rechazo (explicada en el primer artículo) con el propósito de eliminar cualquier idea de opresión y subyugación de la mujer que pueda ser excusada en el texto.

1 Pedro 3:1-2, mujeres que guardan silencio

1 Pedro 2:18-3:7, el contexto literario de nuestro pasaje de estudio, es un “código familiar”, es decir, una forma de instrucción utilizada por paganos, judíos y también cristianos para guiar a los miembros de las familias en sus distintos deberes. La sección previa de nuestro pasaje, 1 Pedro 2:18-25, exhorta a los esclavos a someterse a sus amos, en preparación para la exhortación paralela que las esposas de deben someter a sus esposos (3:1), mientras se les amonestan a los esposos a ser considerados con sus parejas, honrándolas como el “sexo más débil.” (3:7).1 El formato de 1 Pedro 3:1-7 es paralelo al segmento anterior (2:18-25): los dos textos indican que los abordados deben sujetarse a aquellos que poseen autoridad (2:18; 3:1), su conducta debe buscar agradar a Dios con temor (2:18-19; 3:2) y deben ser ejemplo a través de su comportamiento intachable (2:21-25; 3:5-6). A diferencia de la sección anterior, este pasaje muestra la posibilidad de que las mujeres puedan “convertir” a sus esposos incrédulos.2

1 Pedro 3:1-7 se dirige a todas las mujeres, pero en especial a aquellas casadas con hombres no cristianos, ya que estas se encontraban expuestas al maltrato y opresión a causa de su fe.3 Como se dijo anteriormente, la advertencia hacia las esposas con la que inicia Pedro este pasaje es paralela a la advertencia a los esclavos y se basa en un código helenístico que aborda los deberes de varios miembros de la familia grecorromana (tal como Pablo hace en Col 3:18-4:1; Ef 5:21-6:9).4 Dicho código debe ser comprendido “dentro del contexto de un topos clásico que describe los deberes de gobernador y gobernado tanto en la ciudad como en el hogar”.5 Como la ciudad se componía de los hogares, cualquier interrupción de la estructura establecida para la autoridad de la casa a su vez amenazaba la estabilidad del estado.

A pesar de que dicho código era norma de la sociedad en general, Pedro invita a las mujeres de la comunidad de fe a someterse a este para que de esta manera la iglesia cuidara su testimonio.6 Así, él continúa apoyando la sumisión a la autoridad para contrarrestar las acusaciones de que el evangelio era subversivo.7 Al igual que el judaísmo y otras religiones distintas a la romana, el cristianismo se esparció más rápidamente entre las esposas que entre los esposos, ya que ellos tenían más que perder socialmente hablando al convertirse a una religión más bien minoritaria que popular.8 Sin embargo, en la sociedad grecorromana se esperaba que las esposas obedecieran al marido, lo que incluía un respeto y sumisión a la religión de este. Por tal razón, a través de su consejo hacia las mujeres Pedro busca reducir las tensiones maritales y las respuestas hostiles hacia el cristianismo. Ellas debían actuar más y hablar menos, ya que el silencio era un comportamiento considerado como una gran virtud en la mujer, al igual que el ser reverente y casta (3:1-2).9

1 Pedro 3:3-4, mujeres que deben guardar su modestia

Pedro continúa su consejo a las mujeres y procede a invitarlas no solo a someterse a su marido sino a evangelizarlo (en el caso de las casadas con inconversos). En el verso 3 el autor expone una crítica a la preocupación de las mujeres con la belleza externa. El exhorta a sus lectoras a que sus peinados no sean ostentosos o sus vestidos y joyas sean lujosas. Las mujeres antiguamente usaban su cabello trenzado en elaboradas formas y las mujeres pudientes trataban de mantenerse al día con las últimas y más costosas modas.10 Varios epitafios sobre las tumbas de mujeres muestran que la ocupación de muchas era peluqueras; las estatuas y los relieves del tiempo evidencian que era alta la preocupación que tenía una mujer por arreglar su cabello.11 Dicho lujo junto con el uso de perlas, joyería de oro y esmeralda estaban solo al alcance de las mujeres ricas, no de las pobres ni de las esclavas, por lo que estos llamativos adornos eran repetidamente condenados en la literatura (cf. 1 Tim 2:9-10). Como resultado, Pedro hace un llamado a que las mujeres sean poseedoras de un espíritu manso y tranquilo (3:4), virtudes que los antiguos consideraban esenciales para la mujer. Los moralistas recomendaban esas actitudes en vez de los vestidos ostentosos que solo buscaban según ellos, la atención de los hombres.12

1 Pedro 3:5-7, la mujer como el sexo más débil

En el verso 5, Pedro invita a las mujeres a adornarse, pero con la obediencia a sus maridos, en vez de utilizar vestidos ostentosos o joyería. Las críticas hacia el ornato de la mujer eran evidentes tanto en la literatura judía como en la grecorromana; a veces estas palabras de condenación relacionaban el peinado, joyería y la ropa con la falta de castidad femenina (1 Enoc 8:1-2; T. Reu 5.5; Juvenal Sat. 6.457-470).13

Posteriormente el autor procede a citar a Sara como mujer ejemplar que debe ser seguida por las demás, ya que ella obedeció a su esposo Abraham e incluso lo llamó su “señor” (cf. Gn 18:12). Así, el único adorno que se esperaba de la mujer era su obediencia y sumisión al marido. La mujer que toma ese llamado a participar en la belleza de la subordinación ante su conyugue, se convierte en una hija de Sara (3:6), quien proclamó ese evangelio de subordinación en su vida con Abraham.14

Aunque la preocupación principal de Pedro en este texto es dirigirse a las esposas, especialmente a aquellas convertidas con esposos no conversos, en el versículo 7 se observa que este menciona a los esposos convertidos también. Pedro brinda instrucciones de comportamiento a los cónyuges, aunque estos no se encontraran en situaciones vulnerables como sus esposas y los esclavos (3:7). El autor les dice que como maridos es su deber mostrar honor o respeto a su esposa porque, como mujer, esta es un vaso más frágil. Con esta explicación, Pedro manifiesta las suposiciones de su época sobre la debilidad de la mujer, pero no tanto en el sentido físico (cómo tal vez se imagina el día de hoy). Muchos filósofos, moralistas y maestros judíos se quejaban de la debilidad moral e intelectual de las mujeres. El tradicional sistema legal romano también daba por hecho esta debilidad y consideraba a las mujeres incapaces de tomar buenas decisiones por sí mismas.15 Pedro parece compartir las suposiciones de su época sobre la supuesta debilidad moral e intelectual de las mujeres.

La necesidad de rechazar la misoginia incrustada en la historia y en la actualidad

Los consejos de Pedro a las mujeres en 3:1-7 son entendibles y aun prudentes dentro del marco contextual del mundo antiguo y en mi exégesis anterior procuré explicar el pasaje dentro de su contexto histórico, sin dejar que mis convicciones teológicas y ubicación moderna sesguen mi análisis inicial. Sin embargo, en el resto de este artículo argumentaré que la idea de traer a la actualidad lo que funcionaba en dicho mundo, junto con las suposiciones culturales de la época, es equívoco y además dañino. La hermenéutica del rechazo le permite al lector moderno cuestionarse sobre el código de comportamiento que se observa en 1 Pedro 3:1-7 y la relación entre el comportamiento cristiano y los valores culturales. Así como la esclavitud ya no es una institución social aceptada en el siglo 21, los patrones de dominación y subordinación de la mujer no pueden seguir siendo considerados válidos. Por tal razón yo rechazo la idea de que un texto formado para ayudar a las mujeres a navegar un mundo antiguo chovinista y patriarcal debe seguir rigiendo nuestro comportamiento hoy. Por causa de consentir estos comportamientos discriminatorios para con la mujer, la iglesia ha terminado reimplantando el mismo patriarcalismo del primer siglo. Mientras que el resto del mundo va avanzando en el rechazo de tales prácticas misóginas, la iglesia las reincorpora, implícitamente validando patrones de moralidad del mundo antiguo simplemente porque se reflejan en el texto bíblico.

Un análisis a la mirada masculina lacerante

A partir de 1 Pedro 3:1-7 se observa que la mujer de la época debía obedecer a ciertos patrones que la hicieran ser concebida de una forma aceptable para la sociedad. Pedro, a través de su discurso, evidencia conocimiento de esa tensión que la mujer vivía y los deberes que de ella se esperaban. Pedro refleja que la mujer no solo era juzgada en su forma de vestir, sino también por ser considerada el sexo frágil, débil en todo el sentido de la palabra. Así, no solo le correspondía ser modesta, sino que precisaba ser tratada con consideración por parte de los hombres, el sexo que estaba para protegerla.

En la época contemporánea, la mujer también ha llegado a ser condenada y encasillada por causa de la forma en como el hombre la concibe y lastimosamente tales ideas han llegado a la iglesia a través de las enseñanzas dominicales. Así, se ha pregonado que los adornos que la mujer pueda adquirir a través de peinados, joyas, ropa, etc., no son más que anhelos pecaminosos llenos de vanidad, tras de los cuales se busca captar y satisfacer la mirada masculina. Para contrarrestar tal práctica, se le ha exhortado a la mujer a la calma espiritual, que es el verdadero cosmético de la esposa que ha sido puesta ante el Señor Jesús como su bella.16 Dicha calma espiritual se ha relacionado con aquella mujer que no habla “por prudencia”, que se controla a sí misma y no expresa lo que piensa, que evita en lo máximo llamar la atención y por ello intenta con discreción pasar desapercibida.

The Male Gaze

La problemática que ha representado esa “mirada masculina” de juicio hacia la mujer no es algo que se haya limitado a la época antigua. La mujer ha sido condenada a través de la historia no solo por “intentar llamar la atención a través de sus adornos físicos” sino que ha sido encasillada para ser lo que los hombres piensan que está bien que sea.17 El mundo condena a las mujeres si son bellas. Si no cumplen expectativas estéticas. Si son profundas e inteligentes. Si hablan fuerte. Si son certeras. Las mujeres son criticadas porque son mujeres. Con el tema de la belleza y el performance corporal existe una ambivalencia. En algunos contextos es una especie de deber se bella según los códigos del lugar, pero en esos mismos terrenos, la belleza es vista como ausencia de sustancia, como frivolidad o como un rol de objeto especular hecho para el deseo, pero donde no se admite individualidad. Es decir, se espera que una mujer sea bella pero simultáneamente se sospecha de ella por serlo.

Un término clave al analizar la forma en que la mujer ha sido vista y percibida a través de la historia es “The Male Gaze”, dicho concepto fue acuñado por la académica y cineasta Laura Mulvey en su famoso ensayo de 1975, conocido como “Visual Pleasure and Narrative Cinema”.18 Al adoptar el lenguaje del psicoanálisis, Mulvey argumentó que The Male Gaze explica cómo las películas tradicionales de Hollywood responden a un impulso profundamente arraigado conocido como escopofilia: el placer sexual que implica mirar. Mulvey relató que las películas más populares se filman de manera que satisfagan la escopofilia masculina. Dicho término invoca la política sexual de esa mirada y sugiere una forma de observar sexualizada que empodera a los hombres y objetiva a las mujeres.

Mulvey describe que, en ese sistema, los hombres (el director del film, los hombres de la audiencia) veían a la mujer como un objeto plácido para desear, con la única función de la complacencia varonil. La autora expone que los hombres miran a las mujeres mientras ellas se ven a sí mismas, siendo a la vez objeto visual para esa mirada ajena. The Male Gaze no solo se refiere a su versión más literal, sino que se trata de todo un sistema del mirar, de una estructura visual donde entran temas como el poder, la igualdad y la libertad. Como consecuencia a esa intensa mirada masculina, las mujeres fueron interiorizando esa forma de verse también a sí mismas. Empezaron a querer ser vistas muchas veces por esa mirada varonil, descuidando que esa forma en que los hombres son enseñados a mirar a lo femenino lastima y llega al extremo de convertirse en fuente de definición.

Por medio de lo que se ha mostrado hasta ahora, se puede afirmar que la mujer no solo se ha visto forzada a “evitar llamar la atención” para no perder su espiritualidad, sino que a través del tiempo el simple hecho de ser mujer y ser o no bella se ha convertido en un problema. Dicha tradición visual en la cual se fabricó a las mujeres como objeto pasivo, hecho para agradar a esa mirada masculina intensa y activa, ha hecho que la belleza sea un terreno complejo y altamente espinoso en la experiencia de ser mujer. Ha sido cárcel y deleite, ha sido obligación y elección también, ha sido imposición y en ciertas instancias, un conjunto de características que una mujer posee y que coincide con los ideales del momento.

Curiosamente, lo que es aceptado por muchas como una idealización halagadora de su propio sexo es una forma de hacerlas sentir inferiores a lo que realmente son o en lo que se convierten al crecer. El ideal de belleza es una forma de auto-opresión. La forma en que las mujeres son enseñadas a estar involucradas con la belleza incentiva al narcicismo y refuerza la dependencia y la inmadurez porque en últimas, se ha entendido como algo femenino el cuidado a la apariencia.19 1 Pedro 3:1-7 es evidencia de una larga historia cultural de mujeres que son condenadas por causa de ideas masculinas erróneas.

El rechazo de cuatro expresiones de misoginia “fundamentadas” en 1 Pedro 3:1-7

Lo que se observa en 1 Pedro 3:1-7 no es ajeno a la cotidianidad eclesial. Pero, gracias a la hermenéutica del rechazo es posible eliminar ideas provenientes del pasaje. En primer lugar, el llamado a que la mujer deba guardar silencio, acallarse y controlar sus ideas (3:1-2) debe ser descartado. Quizás en el contexto de 1 Pedro, en el primer siglo en Asia Menor, su exhortación era prudente o necesaria dadas las exigencias y dinámicas sociales de la época. Pero no vivimos en Asia Menor del primer siglo, así que la mujer tiene voz y tiene todo el derecho a usarla. La iglesia en muchos momentos fue partícipe de mantener ese silencio femenino, sin embargo, hoy la mujer puede vivir su historia, interpretarla y materializarla para el mundo externo, y la iglesia debe propiciar esto, en vez de poner trabas al proceso.

En segundo lugar, debe ser rechazada la idea de que la mujer deba preocuparse excesivamente por su modestia como consecuencia del miedo a despertar la lascivia en el corazón del hombre, ya que esta tendencia suele eximir a los hombres de la responsabilidad para sus propias acciones, mientras refuerza la tendencia de reducir la identidad y el poder de las mujeres a su belleza y sexualidad. Términos como el de Male Gaze solo son una muestra de esa mirada masculina que llega para culpabilizar a la mujer, para incomodarla y distorsionar su identidad. Sin embargo, dentro de la iglesia ha habido prácticas igualmente letales disfrazadas de piedad, como lo es The Billy Graham Rule, la cual consiste en una costumbre entre diversos hombres cristianos de evitar pasar tiempo a solas con mujeres con las que no están casados. Esta práctica lleva el nombre de Billy Graham, quien fue uno de sus primeros defensores y es adoptada como una muestra de integridad y un medio para evitar la tentación sexual o malentendidos.20 No obstante, a pesar de la alta aceptación que ha tenido esta regla por parte de la iglesia, pienso que debe ser rechazada porque refleja misoginia interiorizada contra la mujer.

Prácticas como The Billy Graham Rule excluyen a las mujeres de esferas de influencia, de mentoreo y patrocinio de parte de los lideres eclesiales claves; además, privan a la iglesia y a los hombres de los talentos, sabiduría y amistad de mujeres. Dichas prácticas continúan colocando el peso de la culpa sobre la mujer y haciéndole creer que ella es responsable de la falta de dominio propio del hombre. A través de la historia se ha evidenciado el daño de esa mirada masculina que no solo ha juzgado, encasillado y señalado a la mujer, sino que la ha convertido en un objeto para su propio placer y sigue tildándola de culpable por ello.

En tercer lugar, se debe rechazar la idea de que el esposo es amo de la mujer. Tal vez aquella práctica era prudente en el marco de la familia patriarcal del primer siglo; tal vez en aquella época faltarle el respeto que se consideraba que el paterfamilias merecía resultaría dañina tanto para la salvación de la familia como para la seguridad de la mujer. Pero hoy existen los marcos legales, culturales e ideológicos adecuados para señalar aquellas prácticas greco-romanas antiguas para lo que eran: herramientas de redoblar el poder masculino y mantener oprimidas a las mujeres. Por ello considero que esto es una falta de respeto para la mujer y que definitivamente está siendo contraproducente para la iglesia y para lo que Dios quiere hacer en ella. Utilizar el ejemplo de Sara para excusar el que la mujer sea súbdita de su esposo es irresponsable.

Por último, rechazo la idea de que la mujer es el sexo débil, el vaso frágil (3:7), una idea que ha rondado y penetrado en la enseñanza eclesial, que ha causado que la mujer no se empodere y se desarrolle con temor, sintiéndose con posibilidades inferiores a las del hombre. La mujer debe tener claro que es capaz de todo lo que se proponga, que no ha sido creada con desventaja en comparación con el hombre. Tanto mujeres como hombres tienen la responsabilidad de respetarse mutuamente y honrarse, pero concibiéndose como dos sexos igualitariamente poderosos y capaces.

Justificación bíblica del rechazo

Con nada de lo dicho en este artículo pretendo desechar la autoridad de la Biblia a favor de valores seglares. El rechazo de los cuatro componentes resaltados en este análisis de 1 Pedro 3:1-7 es posible gracias al respaldo de otros textos bíblicos. Textos que evidencian que la mujer no tiene por qué guardar silencio (Ex 15:20; Jue 4; Jn 20:17-18; Hch 2:17-18; 1 Cor 11:4-5), que muestran a mujeres siendo incluidas en círculos masculinos y no limitadas por el prejuicio equívoco de que son ellas la causa de tentación para el hombre (Josué 2; 1 Cor 16:19; Rm 16:3-4), que permiten rechazar la idea de que matrimonio equivale a subyugación de la mujer (Lc 1:16-38; Rm 16:7) y eliminar cualquier concepción de inferioridad moral o intelectual femenina (Jue 13:22-24; 2 R 22:11-20). La hermenéutica del rechazo al ser usada correctamente no tiene por qué ir en contra de la Biblia, sino que a través de su lente hermenéutico es posible rechazar la apropiación moderna de componentes presentes en pasajes como el de 1 Pedro que dependen de un contexto patriarcal y misógino. En pasajes bíblicos tratados anteriormente se pudieron constatar valores en la Biblia que exaltan a la mujer en vez de subyugarla y que, por tanto, invitan a una aplicación cuidadosa de los valores encontrados en el resto del relato bíblico.

Conclusión

Este estudio hermenéutico de 1 Pedro 3:1-7 desafió la manera en la que se mira, se encasilla y juzga a la mujer hoy. A partir de la propuesta de rechazo se negaron aquellas ideas derivadas de la tradición religiosa y cultural que surgían del texto y evidenciaban opresión a la mujer. Además, se profundizó en el texto y se retrató esa situación de silencio que vivía la mujer para de tal manera criticar y aportar al proceso de transformación hoy. No solo esa mirada masculina (The Male Gaze) se vio desafiada a lo largo de la lectura de 1 Pedro, sino que por medio de la hermenéutica del rechazo se invitó a la iglesia a no seguir respaldando las ideas del sometimiento, silenciamiento y cosificación de la mujer.


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Colombiana, teóloga de la Fundación Universitaria Seminario Bíblico de Colombia. Ama leer y escribir, y sueña con seguir su carrera de teología enfocándose en la teología feminista.

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