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Marcos 5:21-43, retratando la historia de dos mujeres perdidas

  1. Una nueva forma de leer la Biblia: Hermenéutica feminista
  2. Una aplicación de la hermenéutica feminista: acercamiento lealista a Mateo 28:1-10
  3. Marcos 5:21-43, retratando la historia de dos mujeres perdidas
  4. Lucas 1:39-55, dos mujeres dadoras de vida
  5. Romanos 16:1-16, las mujeres como autoridad en el ministerio
  6. 1 Pedro 3:1-7, la mujer como el sexo débil

Marcos 5:21-43 cuenta la historia de dos mujeres que, aun en condiciones distintas, demuestran conjuntamente la situación androcéntrica de su época. El Evangelista relata la vida de una mujer hemorroisa que se vio afectada como consecuencia del patriarcado de su época. De la misma manera, narra la historia de una niña al borde de la muerte, cuya situación da una lección de fe a su padre y permite mostrar las marcadas diferencias de su posición sociocultural en comparación con la de la mujer con flujo de sangre. En el análisis de este pasaje se implementará la hermenéutica revisionista explicada en el primer artículo presentado, la cual socavará la perspectiva androcéntrica que a menudo se manifiesta en la interpretación de este texto.

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Marcos 5:21-24, la súplica de un hombre hacia Jesús

Luego de que Jesús regresó en la barca hacia el lado occidental del mar de Galilea, Jairo, un dirigente de la sinagoga, se acercó y cayendo ante sus pies le imploró que fuera a su casa impusiera las manos sobre su, “hijita”, para que la salvara y viviera. La niña se encontraba al borde de la muerte, pero Jairo estaba convencido de que el tacto de Jesús la salvaría. En el contexto judío del primer siglo, la hija de Jairo por ser mujer y además menor de edad, no poseía ninguna posición social.1 Sin embargo, el ser hija de un oficial de la sinagoga le permitía ciertos privilegios en comparación con la mujer con hemorragia. Al parecer, la influencia de las mujeres quedaba reducida a las esposas e hijas privilegiadas por los nobles y los altos funcionarios como Jairo.

Marcos 5:25-27, la interrupción de una hemorroisa en el camino

Jesús y Jairo se dirigían a la casa donde se encontraba la niña, en compañía de toda la multitud, entre tanto, una mujer que sufría de un sangrado constante probablemente causado por una menorragia o quizás por fibromas, logra tocar el manto de Jesús. Esta mujer con un trastorno menstrual que hoy en día es común y conocido, estaba sola (el texto no la relaciona con ningún pariente). Según la ley sacral judía, por su condición de hemorragia menstrual permanente, debía mantenerse expresamente alejada de la sociedad, pues se consideraba que todo lo que tocara se volvería impuro al instante.2 Incluso en casos donde la mujer no sufría anormalidades que afectaran su periodo regular de menstruación, en la cultura judía este suceso era tildado de inmundo, por ende, debía cuidadosamente percatarse del inicio de su flujo para evitar afectar (o infectar) a los demás con su impureza. Este estado impuro que la mujer atravesaba durante cierto tiempo de cada mes era considerado de forma tan seria que aun si la sangre no había salido de su cuerpo, solo por el hecho de estar contenida dentro de ella, ya la convertía en persona inmunda hasta el momento en que desapareciera (m. Nid. 5:1).

Marcos 5:28-34, la mujer como ejemplo de fe

En la sociedad androcéntrica mediterránea del siglo I en la que se desenvolvió la mujer de Marcos 5, es destacable y significativa la valentía de ella para salir y exponerse a sí misma ante la multitud para encontrar a Jesús, pues estaba violentando la ley religiosa que estipulaba los parámetros del comportamiento que como impura se le exigían. Cuando Jesús la ve, confirma que su fe la ha salvado, y la despide en paz (5:34). En esta parte del relato de la sanidad de la mujer, también se usa el verbo, “salvar” (5:28, 34), ratificándose la conexión con la sanidad de la hija de Jairo. Este verbo en el griego del Nuevo Testamento puede significar, “salvar, libertar, rescatar, poner a salvo, resguardar, curar, sanar”, y en el pasaje se puede notar que es empleado por Jairo al pedir por su hija (5:23) y por la mujer al pedir cura para sí misma (5:28). La hemorroisa quería tocar a Jesús porque pensaba qué si lograba hacerlo entonces, “sanaría” (5:28). Probablemente en su mente ella solo estaba pensando en términos de sanidad física, no obstante, es posible que al Jesús responderle, “Hija, tu fe te ha salvado”, le está afirmando que la sanación que ella ha vivido es el comienzo de la reintegración social y religiosa y es parte de algo aún mas allá por razón de su fe. En definitiva, el acto de la mujer reveló valentía, pero acompañada de fe. En el texto, Marcos resalta el hecho de que la mujer creyó, al mostrar el contraste entre su actitud y la de Jairo. El mensaje hacia la audiencia es claro: esta mujer representa un modelo de fe para toda la comunidad, un hecho relevante en medio de la consigna de Marcos sobre la falta de fe de los discípulos (Mc 8:17-21; 9:19).

Marcos 5:35-43, el hombre confrontado

La fe de la mujer es un llamado para la fe que necesita Jairo. La curación de la hemorroisa en cierta medida ha representado una tragedia, ya que no habían terminado de hablar ella y Jesús, cuando llega la noticia de que la pequeña enferma había fallecido (5:35). Ante el anuncio de la muerte es interesante la reacción de Jesús, quien escuchó lo que decían y le dijo a Jairo: no temas, solo ten fe (5:36). El término griego traducido como, “escuchar” pude ser entendido mejor como “no prestar atención” a lo que se ha escuchado, ya sea con menos intencionalidad, en el sentido de “ignorar”, o más deliberadamente, en el sentido de “desobedecer”.3 A pesar de que es completamente posible que el autor pretendiera que dicho término fuese entendido en el sentido de “escuchar”, es más viable que en este caso su uso esté relacionado con la actitud de Jesús de ignorar un mensaje de incredulidad, lo cual se encuentra también relacionado con el tema de la fe que se enfatiza en este versículo y domina sobre el resto de la perícopa.

Cuando Jesús entró a la casa y vio a todos llorando, aclaró que la niña solo dormía. Así, junto a los padres y compañeros elegidos (5:37), se dirigió a donde estaba la hija de Jairo y tomándola de su mano le dijo “levántate”. La iniciativa del toque la tiene Jesús. Por supuesto tocar a la niña va contra la ley que tilda de impuro a quien toque un cuerpo muerto. No obstante, Jesús continúa desafiando la concepción de impureza y decide resucitar a la hija de Jairo por medio de su toque, esta inmediatamente se levantó, y comenzó a caminar.

Consecuencias de una concepción equívoca de la menstruación en la actualidad

A partir de todo el análisis realizado, se puede afirmar que la menstruación no se debe entender como impureza. Sin embargo, en la actualidad a través de formas quizás menos explícitas, la mujer sigue experimentando rechazo por causa de su proceso natural y termina siendo excluida y marginada en la sociedad. Una de las reacciones ante esta situación de exclusión en la que se encuentra la mujer por causa de su sangrado mensual, se da por Gabrielle Dietrich, quien a través de un poema relaciona la sangre vivificadora de la menstruación y la sangre sacrificial de Jesús derramada en la cruz.4 A lo largo de todo su poema, Dietrich cuestiona la iglesia y la sociedad patriarcal, tildándolos de hipócritas porque adoran al útero como fuente de vida, pero niegan la vida a las mujeres cuando son ellas las que la propician, silenciándolas y vetando su participación. Ella expresa en mayor medida una imagen femenina de Jesús que una masculina, conectando la menstruación de las mujeres con el derramamiento de sangre de Cristo y critica a los que ofician la eucaristía rememorando esa sangre divina derramada, pero condenan a la mujer por su derramamiento menstrual. Además, afirma que al igual que Jesús, la sangre de las mujeres ha sido derramada, incluso desde el comienzo de la historia, pero en este caso como consecuencia del sufrimiento y subyugación patriarcal. Además, defiende que Jesús se ha unido a la mujer en ese sangrado que da vida.

Existe una vulnerabilidad problemática en la propuesta de Gabrielle Dietrich. Ella intenta relacionar la sangre de Jesús y la de las mujeres, llegando a exceder su argumento. Sin embargo, su crítica no debe ser descartada, ya que muestra la frustración ante la real situación de exclusión que viven las mujeres en sociedades androcéntricas. De hecho, la conexión entre la sangre de Cristo y la menstruación no es del todo equívoca. En el Evangelio de Marcos, la frase, “y ella había sufrido mucho” (5:26), solo aparece dos veces más, en versículos que hacen alusión al sufrimiento de Jesús (Mc 8:31, 9:12). Además, el sustantivo griego usado para describir la aflicción de la mujer (5:29, 34) es utilizado solo una vez más en forma de verbo al Jesús referirse a su propio sufrimiento por tercera y última vez.5 Por lo tanto, este paralelismo terminológico en Marcos evidencia una conexión entre el sufrimiento de Jesús y el de la mujer. Desde nuestra perspectiva como lectores modernos al ver el sacrificio de Dios en solidaridad con todos los que sufren podemos subrayar la pertinencia de dicho sacrificio y lo apremiante que es no pasar el dolor de la mujer por alto.

La iniciativa de Dios, de traer vida a la humanidad a través de la sangre de su hijo, nos extiende una invitación a concebir la sangre con propósito de vida sin contaminación alguna. Jesús levantó a la mujer y, a pesar de que el texto no hable explícitamente de la menstruación como impureza, se pueden ver los hechos de Jesús como desafíos que enfrentaron los estigmas de la ley patriarcal que en el caso de la mujer en Marcos 5, la tildaban con impureza por su menstruación, Cristo a través de su sacrificio demostró que no hay impureza, la sangre representa la vida y salvación.

El rechazo a la mujer a causa de su ciclo menstrual: problemática sutil pero letal

La indignación de personas como Gabrielle Dietrich es razonable ante la situación que enfrenta la mujer hoy. La sociedad ignora que el sangrado menstrual es un tema fisiológico que le ocurre a la mitad de la humanidad, todos los meses, por un promedio de 39 años y que, si algo le sucede a la mitad de la población el 20% del mes, entonces es algo profundamente social, cultural y político.

Una estudiosa que resalta el significado político de la menstruación es Eugenia Tarzibachi, a través de su escrito ella demuestra cómo las mujeres han sentido la necesidad de hablar en código, de enmascarar su menstruación “situándola como algo que viene de afuera, una ajenidad que es propia, que invade o visita.”6 Aun cuando se conoce que el periodo menstrual es un hecho real del cuerpo sobre el que se sigue significando (desde la naturaleza) la condición de mujer, desde el saber popular esto es algo que debe ser ocultado con eficacia de la percepción ajena. La mención del sangrado ha subsistido en el espacio lingüístico a través del silencio y del misterio, de esta manera, ha sido ocultado a través de eufemismos creados según la imaginación de cada cultura, como por ejemplo “vino Andrés, el de cada mes” (curiosamente por medio de la figura de un varón), o “estoy en mis días”. A su vez, por medio de los productos de gestión menstrual que resultan en utilidad, se ha buscado una garantía para lograr ocultar en su totalidad el hecho de que la mujer está menstruando.7 Estas dinámicas sociales han generado vergüenza, lo que ha desencadenado una idea de inferioridad y daño emocional en aquellas personas que nacieron como mujeres y menstrúan, ya que se ha enviado un mensaje que afirma que sus cuerpos son inadecuados en el ámbito social si se llega a notar su sangrado. Ante esta problemática resulta interesante el alto porcentaje de desinformación en las niñas, a quienes no se les enseña adecuadamente o en completitud información sobre su cuerpo y el proceso natural de su sangrado, lo cual provoca que al recibir su menarca lo hagan con angustia. En la actualidad esta problemática ha llegado en muchos casos a ser una causa de desigualdad económica al convertirse en impedimento para acceder a la educación, ya que las niñas y adolescentes al carecer de los productos que se les requieren durante su tiempo como menstruantes no tienen otra alternativa que faltar a la escuela en esos días. Otras afectadas son las habitantes de calle, las mujeres privadas de su libertad y las mujeres adultas más pobres.

Como consecuencia de dicha construcción sociocultural, el cuerpo de la mujer ha sido ubicado en una ficción llamada feminidad, donde los ideales de esta son los que soportan la idea de ocultamiento de la sangre como éxito de la gestión menstrual. A partir de la concepción equívoca de la menstruación, se han contrapuesto las características de la identidad masculina y de la identidad femenina y de este modo se han establecido para la mujer maneras permanentes de mantener su cuerpo y comportarse. Esta concepción arcaica de la feminidad ha terminado relacionándola con la delicadeza y la belleza, contrario por supuesto a la rudeza del ideal masculino. Como resultado la menstruación continúa siendo vista como un aspecto opuesto a ese rol femenino implantado por la sociedad.

Lastimosamente, las creencias y actitudes colectivas frente al ciclo menstrual que han intervenido en la experiencia de la mujer, también se han llegado a emplear como directrices para su conducta. El fenómeno de marginación de la mujer por causa de su menstruación es una parte significativa y contundente del fenómeno más grande de la exclusión y limitación femenina. Como resultado, el rechazo que la mujer puede llegar a enfrentar por su sangrado mensual es solo una de las razones por la que esta es excluida. La mujer es educada desde su niñez con la creencia de que el ideal de su carácter es absolutamente opuesto al del hombre, lo que a su vez conlleva a que sea enseñada a no tener iniciativa y a no conducirse según su voluntad consciente, sino que, por el contrario, se someta y consienta según la voluntad de los demás (de los hombres). Por otra parte, los hombres son enseñados a ser los líderes del hogar y a fortalecer sus ideas para llegado el momento dirigir su casa de la mejor forma. Estas prácticas evidentes en la sociedad han permeado la iglesia, la cual, a través de sus enseñanzas, ha llegado a fomentar ese ideal femenino que sostiene la sociedad en general, donde se les atribuye a las mujeres características y roles propios femeninos como ternura, tendencia a la caridad, sumisión y apoyo al hombre quien es el llamado al protagonismo.

Por medio del análisis revisionista del texto fue posible profundizar en la historia de manera crítica ante las diferencias sociales e históricas, con el fin de aportar a la reivindicación de la mujer. En la historia de sanación de la mujer con hemorragia, Jesús le da libertad ante la vergüenza y expulsión de la sociedad, le devuelve la vida, y elimina lo que antes le impedía su plena participación (como por ejemplo su ida a lugares públicos como el templo). Este mensaje de libertad integral que arroja el texto debe representar un impulso que motive hoy a la iglesia a trabajar en pro de estas situaciones poco abordadas.

Tal como lo hizo Jesús, la iglesia debe llevar un mensaje de liberación a las mujeres que hoy viven avergonzadas, sumisas, acalladas y al margen por causa de su situación o por los mensajes negativos que la sociedad envía en formas sutiles pero claras. Es preciso reconocer que la menstruación no debe restringir el avance de la mujer en ningún sentido, por lo que la obra de Jesús debe ser imitada por sus seguidores. Así, la invitación es a que el mensaje de Jesús que como iglesia buscamos imitar pueda ser un ente de enseñanza y formación para las niñas y adolescentes que en proceso de crecimiento necesitan ser preparadas e instruidas sobre su menstruación y procesos fisiológicos naturales, para que al llegar a su adultez porten las herramientas necesarias para enfrentar y vincularse en la sociedad junto con los retos que esta presenta. Además, la iglesia debe ejemplificar el lugar que Jesús le concedió a la mujer en medio de las situaciones patriarcales que defendía la sociedad en general. A su vez, gracias a los recursos eclesiales que se reciben y destinan como apoyo social, la iglesia puede ayudar en la provisión de productos de gestión menstrual en pro de las poblaciones de mujeres vulnerables y a su vez enseñar que la menstruación no es en absoluto un motivo para marginar a la mujer o para interiorizar vergüenza, como tampoco debe ser un motivo para que esta quede sin protagonismo dentro y fuera de la iglesia.

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Bibliografía

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  • Tavard, George H. Woman in Christian Tradition. Notre Dame, IN: University of Notre Dame, 1973.

Colombiana, teóloga de la Fundación Universitaria Seminario Bíblico de Colombia. Ama leer y escribir, y sueña con seguir su carrera de teología enfocándose en la teología feminista.

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