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Si se humillare mi pueblo…

Es un discurso tradicional del cristianismo usar discursos un tanto alarmistas con el fin de “predicar el mensaje”. Tanto así que, incluso, en la labor ministerial que llevo a cabo en varias ocasiones vienen jóvenes a mí a decirme: Pastor, pero, si el infierno no existe y las almas no se pierden, ¿entonces qué sentido tiene predicar el Evangelio?

Especialmente en estos últimos días en los que las alarmas del cristianismo se han encendido debido a lo que está ocurriendo en Afganistán, y muchos cristianos andan hablando del “reloj de Dios”. Especialmente en estos tiempos de tanta incertidumbre, de hiper inflación y guerra ideológica, diversos mensajes bíblicos de corte apocalíptico, escatológico y amarillista se han vuelto populares sobremanera. Un pensamiento que he visto que se ha compartido a menudo en las redes sociales de diferentes representantes cristianos es el consignado en 2 Crónicas 7:14. La perícopa dice:

Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.”

Lo curioso es que este versículo se publica como si fuera la solución a todo el conflicto geopolítico de Medio Oriente. La salvación milagrosa a las desgracias que otros viven debido al infortunio de habitar una zona geográfica que ha sido afectada más por guerras económicas y la búsqueda a toda costa de objetivos personales e intereses políticos egoístas, que por el hecho de ser o no ser cristianos.

Por un lado quiero decir que creo que muchas de las personas que comparten esto no lo hacen con malas intenciones, sino que es más bien su miedo mismo el que los lleva a intentar hallarle sentido al drama actual que vivimos a través de las herramientas hermenéuticas que ellos conocen: El miedo. El problema entonces no radica en las personas como tal, sino en la pedagogía de la escatología o, en otras palabras, el problema radica en las formas cómo procesamos las realidades que nos rodean y si nos acercamos a ellas desde el pensamiento crítico o desde el miedo, el alarmismo y la condenación.

Entendamos que 2 Crónicas 7:14 es un pasaje redactado por escribas judíos recién salidos del exilio babilónico en el que estuvieron desde el 586 hasta el 537 a.C. Teniendo en cuenta que las personas que escribieron esto vivieron en carne propia la esclavitud, la opresión, y el desplazamiento forzoso, lo más lógico para ellos era pensar que su exilio fue un castigo por alejarse de Dios. La cosmovisión judía funcionaba de esa forma: Para ellos, si algo bueno ocurría era debido a Dios, y asimismo, si algo malo ocurría, los judíos solo podían entenderlo como obra de Dios también. El concepto “satanás” no existía aún en esa época, por lo tanto, la culpa de las cosas malas todavía no se le echaba al diablo. La mentalidad judía entendía entonces cualquier evento adverso como castigo de Dios, y cualquier evento afortunado como su bendición.

Hoy en día, en medio de la cotidianidad bélica y pandémica que nos rodea, nos encontramos en una situación difícil en todo el mundo, la cual nos ha afectado a todos de alguna manera. Entonces, un cierto número de cristianos afirman que “esto es castigo de Dios”. Todo lo que vivimos hoy es aparentemente castigo de Dios: La pandemia, el progresismo, el conflicto en Medio Oriente, la salida de Messi del Barcelona… Yo personalmente no me atrevo a llegar a conclusiones sobre ello porque soy criatura, y no puedo pretender que la criatura piense igual que el creador. Sin embargo, sí conozco a Jesús. Dios Padre nos reveló a su hijo. Y toda la esencia del Padre está consignada en este man: ¡El Yisus! Poniendo mi vista en él empiezo entonces a hallarle sentido a mucho de lo que ocurre hoy.

Veamos un pasaje que ilustra esta realidad humana del papel de Dios en medio de las desgracias. En el evangelio de Juan, en el capítulo 9, se cuenta una historia. Un día Jesús se acercó a un hombre ciego y los judíos que estaban con él le preguntaron:

Maestro ¿Por qué está ciego este hombre? ¿Acaso sus padres pecaron y él recibió el castigo? ¿O acaso fue él mismo el que pecó para ser castigado?”

Juan 9:2

¿Vemos? La lógica judía sale a relucir de nuevo. Su razonamiento sobre el dolor, las enfermedades y las desgracias solo permite sacar una única conclusión: Si alguien sufre es por su propio pecado.

Jesús entonces les respondió:

Ustedes están muy equivocados si piensan que Dios actúa de esa forma. Este hombre simplemente es ciego porque es ciego y esas cosas pasan. Punto. Y es necesario que la obra de Dios se manifieste en su vida”

Paráfrasis de Juan 9:3

La historia termina con Jesús escupiendo en el suelo, haciendo barro con su saliva, y untándola con sus manos sobre los ojos al ciego, el cual, posterior a eso, puede ver.

Como lo mencioné al principio, hoy es común, desde nuestra orientación pedagógica denominacional, hacer comentarios con conclusiones apresuradas sobre las desgracias humanas tal como lo hacían los judíos que acompañaban a Jesús cuando discutieron la desgracia del hombre ciego:

Maestro, ¿por qué Afganistán fue tomado por los Talibanes? ¿Acaso pecaron contra ti y han recibido el castigo? ¿O acaso pecaron sus padres y ellos están pagando por sus pecados?”

Y Jesús nos sigue dando la misma respuesta que les dio a ellos:

Ustedes están muy equivocados si piensan que Dios actúa de esa forma. El conflicto en Afganistán existe porque existe, y esas cosas pasan. Punto. Y es necesario que la obra de Dios se manifieste en medio de ese conflicto.”

No creo que hoy sea tiempo de buscar un culpable del conflicto en Medio Oriente, ni mucho menos usarlo como discurso escatológico indolente. Hoy no es tiempo de llamar con versículos a la gente a que se arrepientan de sus pecados y crean en la biblia. No estamos para decirle al mundo que esto ocurre cuando nos alejamos de Dios. Pero creo firmemente que hoy sí es tiempo de hacer lo que hizo Jesús: sanar. Y aunque no pueda sanar a los niños y mujeres que sufren la desesperación de vivir bajo el autoritarismo de un régimen terrorista totalitario, sí puedo hacerme uno con ellos a través de la oración, puedo sufrir su dolor y hacerme más sensible al sufrimiento de los otros, y no usarlo como discurso escatológico proselitista. Puedo dar esperanza, ser luz, ser el único Jesús que muchos conocerán en toda su vida. Hoy puedo, como dijo Jesús, hacer que la obra de Dios se manifieste en la vida de todos. Que la obra de Dios se manifieste a través de mí en medio del conflicto de Medio Oriente. Y la mayor obra de Dios es el amor, y es ese amor el que estamos llamados a esparcir en medio de la guerra, amor por la humanidad, amor por la carne, amor por la fragilidad que todos tenemos en común, seamos latinos, seamos europeos, seamos afganos…

Hoy en día no sirve para nada ese dios que predicamos que es ultra sensible, caprichoso, intransigente, se enoja y nos castiga porque no hacemos lo que dicen unos escritos descontextualizados. Hoy en día el mundo necesita a Jesús. A ese Jesús que nos da fuerza, que nos da esperanza, que no se ocupa de disertar sobre la causalidad de nuestra desgracia, sino que actúa y hace algo al respecto, que escupe en el suelo, hace barro con su propia saliva para quitarnos la ceguera y así podamos ver la luz. El centro del Evangelio nunca ha sido la llegada del infierno. El centro del Evangelio siempre ha sido “el Reino de los cielos ya está aquí”. Es decir: amor, vida, perdón, gracia, misericordia, servicio, humildad. Y el sentido de predicarlo es que la gente puede vivir ese Reino.

Cristian López Zuleta, conocido en redes sociales como Cristian Elezeta, es licenciado en lingüística y pedagogía, escritor apasionado, y músico de pasatiempo. Creador de contenido teológico en redes sociales.

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