Job, sus “amigos” y el sufrimiento – Parte 2

  1. Job, sus “amigos” y el sufrimiento – Parte 1
  2. Job, sus “amigos” y el sufrimiento – Parte 2

Hablando del dolor, C.S. Lewis vivió dos etapas distintas en su vida, registradas en dos libros y una película. Tuve la ocasión de ver la película muchos años atrás, antes de leer a C.S. Lewis y sin saber ni remotamente quién era, me indignó a mí y a toda esa gente cineclubista con la que estaba, la forma en que alguien podía ver las cosas desde lo exógeno y formular teorías sin haber vivido; y cómo luego ante la realidad debe tragarse las palabras que con tanto bombo ha promocionado. Después me enteré quién era ése alguien y me aficioné a Narnia.

Pero volviendo a C.S. Lewis, cuando era relativamente joven escribió El problema del dolor (1940), el libro del que se extrae la frase: “el dolor es el megáfono de Dios” que tanto se recalca en la película. Dice Lewis: “toda persona sabe que algo anda mal cuando ella sufre. Y es que Dios nos habla por medio de la conciencia y nos grita por medio de nuestros dolores: los usa como megáfono para despertar a un mundo sordo”1. Muy interesante posición, pero exógena, mirada desde fuera. Ya mayor, luego de que su esposa muriera de cáncer y ante el dolor, escribió Una pena observada (1961), contando sus experiencias tratando de superar la pérdida. Ese libro ni siquiera iba firmado con su nombre; dice la anécdota que sus amigos, viéndolo desesperado, le recomendaron leerlo, sin saber que él era el autor2. Ahí su mirada del dolor se había llenado de realidad: “Cuando me interrogo sobre todo esto delante de Dios no obtengo respuesta alguna. Aunque es una ‘no-respuesta’ muy particular. No es una puerta cerrada con llave. Se parece más a una mirada silenciosa, ciertamente no exenta de compasión. Como si Él sacudiese la cabeza, no tanto como para negarse a responder, sino como quien aparta la pregunta misma: como si dijese ‘Tranquilo, niño; no entiendes'”3 Era su viejo enfoque revisado con el paso de los años y con el peso de la realidad: “No estoy sosteniendo el dolor no sea doloroso. El dolor hiere. Eso es lo que la palabra significa. Solamente estoy tratando de mostrar que la antigua doctrina cristiana de hacernos ‘mejores por medio de sufrimientos’ no es increíble. Demostrar que esto es algo agradable, está más allá de mi propósito”.4 Sí, se parecen mucho los dos enfoques, al fin y al cabo subsiste la misma persona detrás de esas palabras; sin embargo, la segunda mirada es menos fórmula, más humilde, menos soberbia, más humana.

 

¿Acaso puede un mortal hacer preguntas que Dios encuentra incontestables? Fácilmente, creo. Todas las preguntas insensatas son incontestables”.

C.S. Lewis

Philip Yancey dice: “Después de varios años de hablar con los que sufren y de leer libros sobre el problema del dolor, confieso llanamente que no tengo un sobre herméticamente cerrado con todas las respuestas. No le puedo decir a cada persona que sufre: «¡Igualmente alabe a Dios!» u «Ore pidiendo sanidad y la tendrá». Las perspectivas que he alcanzado son menos generales y tal vez menos satisfactorias”.5 Yancey dice que el cristianismo tiene un problema para hablar del dolor porque debe sostener al tiempo la idea de Dios bueno. El islam, por ejemplo, presenta a Alá como origen del bien y el mal, y uno (pobre humano) no puede hacer más que resignarse. A mi modo de ver, algunas corrientes hipercalvinistas también piensan lo mismo, le cambian algunos matices y dejan de preocuparse por la ética que implica creer eso. Por otro lado, volviendo a lo que dice Yancey, en sus conclusiones afirma: “no existe una cura mágica para una persona que sufre. Básicamente esa persona necesita amor, porque el amor detecta instintivamente lo que se necesita”.6


Y eso me lleva a otra idea: El libro de Job no sólo es un texto sobre sufrimiento sino sobre Dios, sobre las miradas de Dios que hace la gente. Lo más sorprendente y maravilloso del libro es el final, y no me refiero a que Job recupera sus bienes, sino a lo que Dios dice de Job y, de paso, lo que le dice a sus amigos -y entre ellos no me refiero a Eliú, al que no mencioné en ningún momento- (Job 42:7). Los amigos de Job no hablaron lo recto, lo justo de Dios, “no dijeron la verdad acerca de mí”. El reclamo que hace Dios es que no hablaron como se debe de Él. Tengamos en cuenta que nunca Dios les dice cuál es la verdad ni cuál es la forma correcta de pensar acerca de Él.

Parece que Dios le admite a Job que diga cosas como: “Al perfecto y al impío él los consume. Si azote mata de repente, se ríe del sufrimiento de los inocentes” (9:22,23) Y cómo les reprocha a sus amigos: “¿Hablaréis iniquidad por Dios? ¿Hablaréis por él engaño? ¿Haréis acepción de personas a su favor? ¿Contenderéis vosotros por Dios? ¿Sería bueno que él os escudriñase? ¿Os burlaréis de él como quien se burla de algún hombre? El os reprochará de seguro, Si solapadamente hacéis acepción de personas” (Job 13:7-10).

Voy a destacar un par de cosas que considero claves, desde mi subjetividad, en la forma en que Job se refiere a Dios.

En primer lugar, Job es honesto, se despoja de sus ganas de impresionar a Dios y a los demás y dice lo que siente y piensa con absoluta sinceridad. Otra hubiera sido la historia si los amigos de Job no escuchan las quejas del capítulo tres, parece que hay cosas que sólo entre el creyente y Dios tienen sentido.

En segundo lugar, la fe de Job es impresionante. Sí, fluctúa porque no sabe qué pensar acerca de Dios y de lo que le está sucediendo, sin embargo espera el encuentro eterno en el que presume que entenderá eso que ahora no soporta o al menos tendrá la ocasión de rechistar. Le pide que lo mate ¡¡¡pero se lo pide a Él!!! ¡Le pide que lo deje tragar saliva en paz! Y jura por Él que insistirá en su inocencia. Está peleando con Dios y deseando ir hasta su silla, pero a la vez sabe que lo levantará (vivo o muerto) y que cuando su piel se deshaga lo verá. ¿No es esa una esperanza de fe?


A manera de cierre cito palabras de aquí y de allá que me dan paz, aunque después de leer a Job no sé cómo funciona eso del sufrimiento en el mundo.

En esas situaciones límite la idea de Dios que cada uno tiene se hace patente. En el caso de Bonhoeffer, quien “enfrentó la muerte a diario durante muchos años, y arribó a conclusiones osadas con relación a qué postura podrían adoptar los creyentes ante este suceso último. Argumentaba que uno podía experimentar el milagro de la vida enfrentando la muerte a diario; la vida podía llegar a considerarse como el don de Dios que es. Somos nosotros mismos, y no nuestras circunstancias externas, quienes hacemos que la muerte sea potencialmente positiva. La muerte puede ser algo aceptado voluntariamente”.7

Así que, de tanto vivir en el límite entre la vida y la muerte, con la espada de Damocles colgando sobre su cuello todos los días por varios años, Bonhoeffer, que entre otras cosas por fin había encontrado una novia justo antes de ser encarcelado, dice: Se me ha ocurrido que también el dolor y la alegría forman parte de la polifonía de toda la vida y que ambos pueden subsistir independientes”. De hecho, Bonhoeffer “Critica a los cristianos que procuran sacar partido “de la debilidad humana o en las limitaciones de los hombres”. A ello, dice: Yo no quiero hablar de Dios en los límites, sino en el centro, no en las debilidades, sino en la fuerza; esto es, no a la hora de la muerte y de la culpa, sino en la vida y en lo bueno del hombre. En los límites, me parece mejor guardar silencio y dejar sin solución lo insoluble”.8

Y yo prefiero callarme, la verdad. Me remito a una frase de Eliana Valzura, quien dice que el evangelismo se hace cuerpo a cuerpo, herida a herida. Como a todos nos es común la duda y el sufrimiento, es mejor hablar desde ahí que salir con una frase de evangelio barato a prometer soluciones y a explicar lo inexplicable. “El teólogo se hace viviendo, incluso muriendo y condenándose, no comprendiendo, leyendo o especulando”.9


Escribí este texto en el 2010, como un trabajo para la clase de escritos sapienciales en el Seminario, lo he vuelto a revisar en la pandemia, especialmente los links de las citas que son muy variados y antiguos. Agradezco al profesor Héctor Molano por haber propuesto esta pregunta en clase y hacerme pensar en el tema; y a Eliana Valzura por su maravilloso blog que me ayudó a pensar a Job.

Milena Forero es Colombiana, estudió comunicación social comunitaria y también teología. Se dedica a la producción audiovisual, hace música y escribe. Es parte de la comunidad de la Primera Iglesia Presbiteriana de Bogotá.

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