Jesús utilizó metáforas que involucran la idea de un proceso lento, de tiempo, sin prisa, para explicarnos cómo llegamos al reino de Dios. ¿Cómo terminamos convirtiendo la vida cristiana en un cuadro de indicadores de éxito acorde a los programas de nuestra iglesia? ¿Cómo podríamos volver a esa idea original de Jesús de caminar con él?
Notas del episodio
- Las cuatro leyes espirituales: http://www.4laws.com/laws/spanish/default.htm
Transcripción
Recuerdo ese hermoso momento en que rendí mi vida a los pies de Cristo y lo acepté como mi Salvador. Tenía 8 años. La segunda vez tenía 8 años y 2 meses. La tercera vez 8 años, 2 meses y 2 semanas… En fin, para hacer corta la lista les diré que la última vez creo que fue hace unos meses… ¿Les suena?
Bueno, lo que pasa es que no todos tenemos una historia de conversión traumática. Yo no pasé de ser un delincuente, borracho, adicto o algo por el estilo, a ser una nueva criatura. Y si ustedes que están escuchando este podcast vienen, como yo, de una familia cristiana o llegaron al ambiente de la fe en una edad temprana, seguramente les haya pasado lo mismo. Claro, eso no significa que no me haya emborrachado y hecho otras cosas, como decimos en Colombia, me he alzado la bata… pero para ese entonces ya me consideraba un cristiano, y esa es otra historia.
En todo caso, he estado pensando hace mucho tiempo en cómo Jesús dio la idea de una vida espiritual que sucede como un proceso. Lo digo por las metáforas que utilizó para comunicar esta idea. Por ejemplo, el nuevo nacimiento… Entre los cristianos evangélicos nacer de nuevo es como la gran cosa. Es todo un acontecimiento, y sucede cuando una persona hace la oración de fe.
Entonces la persona que tiene un familiar o amigo o ser querido, lo que sea, y quiere llevarlo a Cristo, va a realizar un proceso de evangelización, mostrándole unos pasos según algunos pasajes bíblicos, en mi iglesia usábamos una cosa que se llamaba “Las cuatro leyes espirituales”, un método de compartir el evangelio que se inventaron en la cruzada estudiantil para Cristo, si no estoy mal. Era algo así como: soy pecador, Dios me ama, Cristo murió por mí, debo recibirlo en mi corazón. No estoy seguro, ya ni me acuerdo. Googléenlo.
En fin, la cosa es que este proceso siempre termina en una oración de fe. Señor Jesús, sé que soy pecador, gracias por morir en la cruz por mis pecados, te recibo en mi corazón, haz de mí la persona que quieres que sea. Amén. Eso era nacer de nuevo. Y la otra persona te iba a dar la bienvenida al reino de los cielos: Ahora eres un hijo de Dios, ¡te felicito! Y le explicaba al nacido de nuevo que había fiesta en el cielo.
Bueno, eso también pasaba en reuniones evangelísticas, en mi iglesia las llamaban “campañas”. Un culto con temática de evangelismo. El mismo discurso, pero en una película o en un sermón de 40 minutos. Los más agresivos sacaban una prédica sobre el lago de fuego y los gusanos que no se mueren jamás. Je, recuerdo que había una película que le daba miedo a mi hermanita, pero voy a guardar esa historia para un episodio en el que la invite a ella. Y por supuesto, el tema del rapto no podía faltar, los creyentes que se desaparecían dejando solamente la ropa y los zapatos, y luego el anticristo mochando cabezas a diestra y siniestra.
El asunto es que cuando se acababa la predicación, se hacía una invitación: amigo (esta era como una categoría epistemológica para diferenciar al inconverso del cristiano). Un hermanito de la iglesia saludaba a los nuevos y les preguntaba: ¿usted es amigo, o hermano? ¿Qué estaba diciendo? Sí, la invitación. Amigo, si quieres recibir a Cristo pasa al frente para que hagas la decisión. Y al que pasaba lo hacían repetir la misma oración. Hoy se han salvado 5 almas, 6 almas, 2 almas…
Y bueno, de ahí para adelante lo que seguía era un flujograma bien definido: discipulado, clases bautismales, bautismo, cena del Señor (que lo llamábamos “estar en comunión” – ni me pregunten si entonces los que no eran bautizados no estaban en comunión o en qué clase de limbo estaban, porque no tengo ni idea). Y los que estaban en comunión entonces iban para algún ministerio, hombres a dar la bienvenida, predicar, evangelizar o tocar un instrumento. Mujeres, a servir tintos y darle escuelita dominical a los niños, o cualquier otra cosa pero por allá atrás en un salón donde no las viéramos, porque las mujeres callen en la asamblea.
¿No les parece raro que esos procesos tan estandarizados sean lo normal en tantas iglesias? Claro, hay muchas variaciones, pero creo que los que hayan pasado por una iglesia evangélica se identificará con buena parte de este proceso que les acabo de contar. ¿Cómo una idea de algo tan bello como un nacimiento terminó convertido en una secuencia de pasos dentro de un plan de evangelismo y discipulado?
Piénsenlo un momento. Nuevo nacimiento. “Si no naces de nuevo, no puedes ver el reino de Dios”, le dijo Jesús a Nicodemo. Un nacimiento implica tiempo, un proceso de gestación detrás, nueve meses de maduración, crecimiento, formación… Y eso que el nacimiento es solamente el inicio de otro proceso mucho más complejo, la vida misma.
Un nacimiento no es automático, no es inmediato, no es estándar. Cada proceso es diferente, y creo que esa idea está inmersa dentro de la metáfora que Jesús usó, dudo que sea coincidencia, Jesús escogía muy bien sus palabras.
Cuando Aleja, mi esposa, quedó en embarazo, nos aparecieron mil temores en la cabeza que no sabíamos que existían siquiera. Tantas cosas que pueden salir mal. Y tantas cosas para las que no estábamos preparados. Esperábamos vómitos, mareos, hinchazones… nada de eso pasó. Cuando llegó el día del parto, uno está acostumbrado a las escenas de las películas, que la señora rompe fuente y el marido sale en el carro llevándose todo por delante porque el muchachito viene asomando la cabeza… así no es un parto, es una cosa muy diferente. Y bueno, el parto en nuestro caso ni siquiera fue como los médicos nos habían explicado, prácticamente Aleja se la pasó durmiendo todo el día y la tuvieron que despertar para empezar a pujar. Procesos… cada uno es diferente.
¿Les cuento del proceso de un recién nacido? Cuando uno va a esas clases para padres primerizos, yo no sé si es para vender o qué, pero prácticamente lo convencen a uno de que ese muchacho viene listo para morirse a la primera oportunidad que tenga. Y bueno, ni hablar de la frase “prepárense para no volver a dormir”. Juan Martín se quedó dormido una noche, a los 2 meses, y nos despertó al otro día por la mañana. Y así ha sido desde entonces, no hay que arrullarlo, no hay que trasnochar. Pero eso es porque todos los niños son diferentes, cada niño tiene sus procesos.
¿Cómo hacemos para estandarizar esos procesos? Claro, hay principios, hay promedios, hay principios estadísticos que más o menos permiten predecir ciertos pasos o comportamientos, pero no hay manera de saberlo. Los procesos hay que vivirlos.
Tampoco hay manera de apresurarlos o demorarlos, las cosas pasan cuando van a pasar. En la industria en la que trabajo, el negocio del desarrollo de software, tenemos un dicho para explicarle a los clientes que hay cosas que se demoran lo que se tienen que demorar: nueve embarazadas no hacen un bebé en un mes. Así son los procesos.
Y eso que estamos hablando solamente de una imagen que Jesús usó para explicar cómo pasamos a hacer parte del reino de Dios: el nuevo nacimiento. Pero hay más: la semilla. Una semilla que cae bajo tierra, y sin que nadie sepa ni entienda cómo lo logra, se rompe, germina, florece, da fruto. Un proceso, lento, pausado, sin estándares. Claro, hay fechas ideales para sembrar, hay maneras preferibles de abonar, más o menos se sabe cuándo es la época de cosecha… pero cada proceso es diferente, esa es la idea.
La perla, dijo Jesús que el reino de Dios es como una perla de mucho precio. Detrás de la idea de la perla también está el elemento del tiempo. Una perla no se forma en dos días. No hay manera de decirle a la ostra: repite esta oración conmigo y tendrás una perla. Y no hay dos perlas iguales.
En fin, esa es la idea. Pero la pregunta es: ¿cómo hacemos entonces para salirnos de esa idea de un cristianismo estandarizado, acomodado a nuestros objetivos e indicadores de crecimiento de la iglesia? ¿Cómo hacemos real la idea original de Jesús cuando contaba historias para dar a entender que el reino de Dios es un proceso diferente para cada uno?
Bueno, el proceso que Jesús tuvo con sus discípulos fue muy peculiar. Ellos vivieron juntos, anduvieron con Jesús durante varios años, vieron su carácter, escucharon sus enseñanzas, lo vieron en acción, en público, y también lo conocieron en privado. Después de que Jesús ascendió al cielo, se encuentra el relato de los enemigos de los discípulos reconociéndoles algo muy especial, a pesar de ser personajes toscos, del vulgo, sin educación, sin ninguna característica excepcional en términos sociales o académicos o religiosos… pero les reconocían que habían estado con Jesús.
Y miren que eso mismo intentaron replicarlo en las primeras comunidades cristianas. Estaban unánimes juntos, dice el libro de los Hechos. Perseveraban juntos, había una vida de comunidad, al punto que tenían todas las cosas en común, lo que era de uno era de todos. Estaban juntos, oraban juntos, comían juntos, sufrían juntos. Ese estar para el otro, ser de beneficio para el otro, va mucho más allá de unos momentos de encuentro para el culto, o de unas actividades de estudio bíblico y entrenamiento doctrinal.
Creo que eso es algo que hemos perdido y que debemos rescatar. Ahorita estamos todos en una situación que no podíamos haber anticipado, una pandemia global, en Colombia llevamos más de 5 meses encerrados, con iglesias cerradas, todo el mundo reuniéndose por Zoom. Pero creo que una de las cosas interesantes que esta pandemia ha revelado, y esto pues no me las voy a dar aquí de que descubrí la fórmula de la CocaCola, es algo bastante obvio, pero quiero resaltarlo… esta pandemia nos ha dejado al descubierto que depender de la infraestructura, que la vida en comunidad gire en torno a un local, a un edificio, no es saludable.
Nuestros estándares no son el evangelio. Eso es muy importante reconocerlo. Creo que hemos fallado en tratar de adaptar la vida de las personas que vienen buscando a Cristo a nuestros procesos, ahí le hacemos fuerza para que quepa, para que encaje, y empujamos hasta que cuadre… Claro, para algunos la presión no funciona y se van… Otros se quedan pero atrofiados, el proceso se echa a perder… Debería ser al revés, deberíamos organizar nuestra vida de iglesia, nuestros procesos de comunidad para que sean coherentes con el mensaje del evangelio. Y para que cada persona pueda encontrar la manera de vivir sus procesos con Cristo en una comunidad en la que pueda florecer y dar fruto.
Quiero terminar con esto, un mensaje especial para aquellos que, como yo, tal vez estén sintiendo que no encajan en una iglesia, en una comunidad. Yo he estado ahí, y eso también puede ser parte de tu proceso y está bien, se vale. Lo importante es no dejar de caminar con Cristo. ¿Hay dudas? Bien, las dudas también ayudan al proceso de la fe. ¿Hay resentimientos? Jesús te da el perdón del Padre, perdona vos también. ¿No sabés para dónde arrancar? No importa, sigue a Jesús, miralo a él. Si hay un proceso andando en tu corazón, si empezaste a andar con Cristo, él no se va a rendir con vos. El que empezó la buena obra la va a completar. Ese proceso continúa, tenlo por seguro.
Músico, publicista y físico (en ese orden). Desarrollador y administrador del sitio web de TeoCotidiana. Creador del proyecto Cancionero Cristiano. Felizmente casado con Maria Alejandra y felizmente papá de Juan Martín.