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La salud en los caminos de la fe

Discípulo de Jesús en el mundo de la salud*

Desde siempre me ha causado revuelo el tema de la enfermedad, pocos o mejor nadie quiere hablar de ella aun a sabiendas que todos en algún momento de nuestra vida la viviremos en primera persona o con un ser querido. Cuando estaba pequeño quería estudiar medicina, veía en el médico un superhéroe, en su bata blanca y su atuendo dilucidaba la figura de un conocedor del cuerpo humano y de los misterios más escondidos de la humanidad. Con el paso del tiempo, ese sueño se esfumó por varios motivos; le tomé recelo al hospital a raíz de una pequeña hospitalización y mi perfil profesional se encaminó por las humanidades, fue ahí donde descubrí el sentido de mi vida y con ello la ocasión de ayudar a los demás. En la actualidad soy acompañante espiritual en una clínica de la ciudad de Bogotá y desde un ambiente lleno de tecnología, medicamentos, profesionales, familias y enfermos veo la necesidad de acompañar, escuchar, ayudar y cuidar a los más débiles: aquellos hermanos a los que la enfermedad y la muerte visita.

Continuamente me encuentro hombres y mujeres llenos de rencor, cargados de sentimientos de culpa; sus rostros llenos de lágrimas son el quehacer cotidiano, su mirada triste y acongojada me ha permitido descubrir el rostro de Dios machacado por el pecado estructural, por las organizaciones –incluso algunas religiosas- que lejos de ser consuelo y esperanza se han encargado de sembrar discursos de odio y terror. Hoy no puedo y seguramente nunca podré dar una respuesta al porqué de la enfermedad, al porqué del sufrimiento; estos son interrogantes que me acompañan continuamente y que estarán presentes mientras vea dolor, sufrimiento y enfermedad a mi alrededor.

En el ejercicio de mi labor profesional, he descubierto personas con las que he trabajado codo a codo: hombres y mujeres creyentes, no creyentes, ateos, agnósticos que prestan sus manos para hacer menos dolorosa la estadía en un hospital, ellos me han enseñado que lejos de respuestas y largos discursos de conversión, necesitamos manos compasivas, corazones dispuestos a escuchar, sonrisas respetuosas que muestren la ternura y el amor de Dios para con cada uno de sus hijos. Esos edificios inmensos (clínicas y hospitales) requieren la presencia de los discípulos de Jesús, hombres y mujeres que siguiendo el ejemplo de su maestro se atreven a acoger las penas y alegrías de los demás, creyentes que continúan hoy la misión sanadora y salvadora de Jesús (Cf. Jn. 10,10).


El milagro detrás de la ciencia**

Soy médico, la ciencia ha sido una parte fundamental en mi vida, tal vez me atrevería a afirmar que ha sido el pilar de mi existencia; estudié muchos años tratando de entender el funcionamiento del ser humano, intentando siempre encontrar el equilibrio que se requiere para tener bienestar.

Procuro, además de diagnosticar y tratar a las personas, entender qué pasa en cada una de sus dimensiones, porque es claro que la salud no solo depende de un adecuado funcionamiento de órganos y sistemas, sino que la mente, la espiritualidad y las relaciones del individuo con la sociedad son indispensables para mantener la salud.

Desde nuestra formación académica se nos enseñó e inculcó a trabajar con base en la evidencia, que los “milagros” no existen y los resultados finales dependen de nuestros actos, las decisiones como profesionales y la adherencia que tengan los pacientes a las recomendaciones e indicaciones brindadas. Sin embargo, creo infinitamente en Dios. Tal vez no soy la mujer que más acude a la iglesia o participa en eventos religiosos, pero creo en Él, estoy plenamente convencida de lo maravilloso que es su poder y su acción en nosotros; especialmente en la labor médica.

Muchas veces he sentido miedo, como todos tenemos inseguridades, tratar con seres humanos no es fácil. Enfrentar la enfermedad o la muerte y lo que conlleva siento que ha sido lo más difícil de aceptar; si ahora me lo preguntan, creo que es algo con lo que no he aprendido a convivir. ¿Qué me fortalece y no me deja desfallecer aún en medio de la incertidumbre? La fe en Dios y su propósito, la confianza al pensar y sentir que Dios me eligió para ayudar a sanar y, en los casos en los que resulta imposible médicamente, dar esperanza y consuelo.

Hoy le agradezco a Dios infinitamente por mi vocación, por permitirme ser su hija e instrumento de sanación en la tierra; cada día estoy más convencida de que tanto la ciencia, la religión y la espiritualidad basados en la fe, son un complemento necesario y perfecto para alcanzar el tan anhelado estado de bienestar.


Un abrazo de fe en el silencio***

Esta historia es un camino que se construye desde que era muy pequeña y que se nutre a través de los años. Estuve en infancia misionera, fui acólita, catequista y muy cercana a todo lo relacionado con la religión católica y las costumbres cristianas, nacida en un hogar donde se reza el rosario y en un pueblo con San Miguel Arcángel de patrono. Me vine para Bogotá, la universidad y el novio me alejaron un poco de mis prácticas religiosas cotidianas, sin embargo, tenía la llamita de la Fe encendida siempre. Estudié enfermería porque en mi pueblo conocí una médica rural que me llevaba a acompañarla a sus turnos y me gustó el área de la salud, me hice profesional y me he formado en mi carrera como persona, hija, esposa y creyente.

He logrado empatía con muchos de ellos, mis pacientes, casi con todos. Me han enriquecido con sus consejos y experiencias, me han fortalecido cuando el buen ánimo se alejó un poco y me han acompañado como yo a ellos en los momentos difíciles que paso, que en algunos casos no se compara con sus situaciones, pero son pequeñas batallas personales. He aprendido también lo que no se debe hacer, la responsabilidad y el cuidado de los padres, el cariño y la unión en los momentos difíciles y me he dado cuenta cómo la enfermedad revela la verdadera cara del ser humano.

He comprendido que debo obrar con humildad y esperar con paciencia, he aprendido que las acciones de cuidado no siempre son físicas, a veces se necesita una palabra amable, una sonrisa o un abrazo de compañía en un minuto de silencio. Que no siempre estamos en buena disposición, SÍ, ASÍ COMO SUENA, somos seres humanos, nos cansamos, tenemos malos días, desilusiones, conflictos familiares. A pesar de esto, somos amantes del trabajo y de la ayuda desinteresada, un espíritu incansable para servir y para amar.

He tenido la fortuna de compartir mi fe con algunos pacientes: hemos cantado, orado, recitado plegarias a Dios, dejando nuestras vidas enfermas y entregando así, nuestras luchas constantes en la batalla que juntos peleamos.

He encontrado en la ciencia la cura para muchos dolores físicos y he visto reflejado el amor de Dios como alivio espiritual en los pacientes. Lucho incansable en mi labor como enfermera y más como cristiana, en la búsqueda constante del amor de Dios y su mensaje, en la tarea de compartirlo con quienes me rodean: mis pacientes.


Una Sentencia de Fe****

¿Cuántas fueron las señales que Dios había enviado a mi vida? Esa fue la primera pregunta que vino a mi cabeza mientras miraba al médico amigo cuando me decía que tenía cáncer de seno, pensé en las innumerables veces en que me sentí sedienta de oración, misericordia, esperanza, amor, compasión y empatía; como una inyección que recorrió mi cuerpo sentí que tenía una “Sentencia de Fe” y que había llegado el momento de poner a prueba lo que con tanto amor había pedido para enfrentar lo que mi corazón sentía que estaba por venir.

Tomando la mano de mi médico le dije que ahora éramos un gran equipo de tres, pues Dios estaba más presente de lo que alguien quisiera ver, así que tomé mi maleta e inicié mi camino con lo que debía, teniendo claro que al médico lo que es del médico y a Dios lo que es de Dios. Mi Doc. como cariñosamente le digo, tomó las decisiones que según su formación profesional debía tomar y llamó a todos los expertos con los que trabajaría para buscar mi sanación, su corazón reflejaba la esperanza y su mente incertidumbre. Yo, por mi parte, comencé a fortalecer con la oración mi red de apoyo, aquella que había construido hacía algún tiempo con mis seres más amados, familiares y amigos más cercanos.

¿Y Dios? ¿Dónde estaba Dios?, en esos días de tantos exámenes lo vi reflejado en aquel muchacho que en un pasillo me encontré con las condiciones físicas de una persona recién accidentada, los clavos de cirugía salían de su rostro, sin embargo, al mirarme me sonrió, fue inevitable pensar que cada cual decide cómo llevar la cruz que lleva a sus espaldas… con dolor o con esperanza. La esperanza en este proceso es uno de los valores más importantes de la fe, es entregar todo lo que se tiene a Dios, con confianza, sin miedo y lo más importante: con desprendimiento de todo lo que fuera físico y material.

Si Dios me tenía en ese lugar, en ese momento, era para invitarme a vivir, a luchar, a pesar que por más impactante que fuera la palabra “cáncer”, estaba en camino a mi recuperación; y si Él ponía a disposición el conocimiento y los elementos necesarios eran para mi beneficio, así que era infaltable bendecir los medicamentos y cada elemento del proceso.

A Dios también lo vi reflejado en los médicos, enfermeras, técnicos y asistentes que me trataron con amor y empatía, como alguien cercano, ellos tenían como objetivo principal lograr mi bienestar. Por supuesto que nos debemos dar tiempo para pensar, reír y para llorar pues es claro que ganamos, pero también sentimos que hay cosas que perdemos. A pesar de todo, no debemos olvidar que en los momentos de debilidad es Dios quien nos sostiene en la palma de su mano, en mi caso ya son cinco años en los que “he combatido con valor, he concluido la carrera, he guardado la fe” (2 Tim. 4,7).


Autores:

*Alejandro Ruiz Compilador. Teólogo católico, facilitador en áreas de pastoral de la salud, Counseling y relación de ayuda.

**Nathalia Castillo Cruz Médico Cirujano General. Especialista en Auditoría.

***Alba Luz Torres LópezEnfermera Católica, especialista en Auditoría, creyente del amor de Dios y su obra en las personas.

****Liliana Fajardo Vergara Mercadóloga y Publicista. Mg. Gestión y Dirección de Marketing Global y Nuevos Mercados. Sobreviviente de Cáncer de Seno.

Teológo católico, facilitador en áreas de pastoral de la salud, counseling y relación de ayuda. Amante de las letras, cristiano convencido de que es posible un mundo mejor. Bogotá, Colombia.

1 thought on “La salud en los caminos de la fe

  1. Excelente artículo… Gracias a Dios por la existencia de estás personas dedicadas a fortalecer en la fé en momentos de desesperanza..Dios los bendiga..

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