¿Era Calígula el hombre de Dios para el imperio?

En época electoral las iglesias suelen convertirse en fortines políticos y algunos líderes religiosos proclaman a tal o cual candidato como “el hombre de Dios para el país”, “el José de estos tiempos”, “el Ciro que Dios ha levantado”. ¿Tiene sentido hablar en esos términos de los gobernantes?

En el Antiguo Testamento encontramos a Samuel ungiendo a David y Saúl como reyes, al parecer parte del ritual de coronación judío incluía una bendición de parte de una figura religiosa; los pocos reyes que fueron justos lo hicieron con esa bendición, pero por el trono de Israel también pasaron hombres perversos, como Manasés y Acab. Incluso Hazael, rey de Siria, recibe una profecía para ser Rey y torturar y dañar a los israelitas, Eliseo llora mientras profetiza.1 De manera que, si aceptamos la unción divina para los que gobernaron bien, debemos aceptarla también para los que abusaron de su poder, oprimieron y llevaron al pueblo a sacrificar niños, ¿es así?

En el Nuevo Testamento los judíos están en un mundo donde ya no son un pueblo libre, viven sometidos al imperio romano, con un rey impuesto, con una figura de poder en el sumo sacerdote, que no era más que un cargo político que podía ser comprado. Los judíos esperaban un rey mesiánico que viniera a salvarlos, porque el imperio no sólo no los representaba sino que los oprimía; adicionalmente ya no había profetas que ungieran a nadie. En ese escenario, la democracia ya ha hecho su aparición: los griegos podían elegir a sus gobernantes, pero no todos los griegos, sino los nobles, la gente con dinero podía elegir y ellos a su vez representaban a un número de clientes o seguidores.

En la edad media se interpretó la Biblia para justificar las monarquías con lo que se llamó el derecho divino de los reyes, se suponía que el poder del Rey emanaba de Dios mismo, quien “quita y pone reyes”.2 Esa lógica es la que nos lleva a la pregunta que da nombre a este escrito: ¿era Calígula el hombre de Dios para el imperio? ¿Podemos hablar de una voluntad divina que se expresa en elecciones populares? ¿Dios eligió a Calígula como la mejor opción o fueron los movimientos políticos y las conspiraciones de su tiempo? ¿Era el deseo de Dios que Calígula oprimiera a la gente y por eso lo eligió?

Elige pues el bien…3

Una cosa es creer en Dios y otra desentendernos de que somos responsables de nuestras elecciones en la vida, que traerán consecuencias. Creer en la compañía de Dios en un mundo injusto no debiera hacernos pasivos frente a la injusticia porque ésta no es un deseo divino: los malos gobernantes son también malos a los ojos de Dios, sea cual sea el medio por el que hayan llegado al poder: democráticamente, ungidos, por herencia o violentamente.

Algunas teologías afirman sin sonrojarse que Dios expresó su voluntad en la llegada de Hitler al poder, lo explican con juicios, con profecías contra los judíos, con castigos divinos o cualquier fórmula que les permita poner la responsabilidad de las decisiones en Dios. Pero hay verdades más difíciles de admitir: lamentablemente las mayorías cristianas alemanas se sentían representadas en Hitler, en su momento también lo llamaron el instrumento de Dios para levantar a Alemania.4 Quizá si los cristianos de Alemania hubieran confrontado el programa político de Hitler con las enseñanzas de Jesús algo hubiera cambiado, quizá si no hubieran estado derretidos por la atención que les daba Hitler y por el poder, hubieran visto lo que estaban haciendo. En esos años, y ahora, lo único que tiene que hacer un político para ganarse el título de hombre de Dios para el país, es llamar a los líderes religiosos, pedir oraciones, reunirse con ellos, hacerlos sentir importantes, y ellos en respuesta declararán que es un hombre de principios, que tiene en cuenta a Dios porque los ha tenido en cuenta a ellos.

Esa actitud es un eco del deseo de poder de los líderes religiosos, les interesa la atención del poderoso, la proximidad con el poder, se han convertido en profetas de la corte que auguran el bien al rey y callan ante la injusticia para no perder su lugar de privilegio,5 pero si hablaran como hablaban los profetas, sobre los problemas de tenencia de la tierra, sobre los pobres, sobre la ambición, sobre la muerte, seguramente los partidos políticos dejarían de buscarlos.

Claramente es más fácil dejarse guiar por la emoción y por algún líder religioso que asegura haber escuchado la voz de Dios diciéndole quién será el nuevo presidente. Aunque el líder religioso tenga razón y gane el candidato que él vaticinó, hay que recordar que Eliseo supo que ganaría Hazael, pero también supo qué haría al llegar al poder, ahí es donde está realmente lo profético: el prever y leer la realidad. Algunos líderes religiosos sólo han escuchado la parte de “será el nuevo presidente” pero no quieren escuchar lo que hará al ganar: aceptará sobornos, arruinará a los campesinos, envenenará los ríos, se endurecerá contra los pobres, a sus jóvenes matará a espada, correrán ríos de sangre hasta que los pueblos estén desolados y sin morador.

Ahora, las exigencias de los lideres religiosos para sus elegidos son inofensivas para el poder: quieren escuchar de labios del candidato que se opone al aborto y al matrimonio homosexual, cuando en Colombia las dos cosas son posibles y además su legalidad no depende del presidente, sino del senado y de las cortes. En la práctica, que un candidato presidencial diga que no está a favor del aborto no sirve para nada, solo para que los lideres religiosos digan que tienen a alguien de su parte, pero no va a cambiar nada para nadie, a excepción, claro, de los nombramientos en cargos públicos para líderes cristianos o sus representantes, es decir: unas tajadas de poder en forma de embajadas o cargos por nombramiento, y palmadas en la espalda sobre su forma de ver el mundo, es todo lo que quieren.

La elección en época de democracia

Cuando estaba en primaria realizaban cada año el ejercicio del gobierno escolar, niños de quinto grado aspiraban a gobernarnos, prometían construcción de piscinas, descansos más largos y otras locuras ingenuas; debíamos elegir entre ellos y nos apasionábamos por defender nuestra elección. Los candidatos eran guapos, o jugaban bien al fútbol, o eran conocidos por sus habilidades sociales. Y, sin embargo, las promesas de campaña surtían efecto y soñábamos con piscinas y descansos largos. Eran elecciones basadas en el carisma, en la capacidad de convencer, de repartir dulces y de caer bien a la mayor cantidad de niños posible. ¿difiere esto mucho de nuestras elecciones presidenciales?

En Eclesiastés se ejemplifica lo que sucede hoy en día con la democracia:

“Un rey muy poderoso lanzó su ataque contra una ciudad muy pequeña, defendida por muy pocos hombres. Le puso sitio y levantó contra ella grandes baluartes. Allí dentro se encontraba un hombre pobre, pero sabio, que con su sabiduría podría haber salvado a la ciudad, ¡pero nadie se acordó de ese hombre pobre! Entonces me dije: La sabiduría puede más que la fuerza, aun cuando la sabiduría del pobre sea menospreciada y no se preste atención a sus consejos…”

Eclesiastés 9: 14-16

La Sabiduría parece ausente de los escenarios públicos. Posiblemente haya una persona sabia y pobre que pueda gobernar mejor que los candidatos que conocemos, pero nadie querrá votar por ella; tal vez no tenga el carisma necesario y seguramente no tendrá el dinero para hacer campaña, y no le creeremos porque no hablará de piscinas y descansos largos, quizá hable de trabajar duro.

¿Y qué hacemos nosotros en época de democracia representativa? ¿Hay algún modelo a seguir? ¿Alguna pauta? En tiempos del Antiguo Testamento no existía el concepto de democracia para elección de gobernantes, lo más parecido es la proclamación de Saúl como Rey realizada por jefes de familias que, como cuenta la Biblia, no resultó nada bien, entre otras cosas porque Saúl perdió el apoyo del poder religioso y Samuel mismo se encargó de bendecir y ungir a otro, como acostumbran algunos líderes religiosos hoy en día cuando les incumplen los pactos de campaña.

Jesús dijo dos cosas sobre el poder político que son relevantes a la hora de pensar en votaciones:

Mi reino no es de este mundo.6

Toda una declaración de principios, el reino de Dios como lo propone Jesús no se puede construir con las fuerzas y métodos del mundo, no es posible escribir una ley que obligue a la gente a amar a su prójimo como a sí mismo, esa es una decisión personal, el cambio en el que creemos está por encima de los gobiernos y los regímenes, es un cambio en el corazón humano que puede trascender y cambiar los mecanismos corrompidos, pero lo hace una persona a la vez… Si se hubiera tratado de un cambio político, Jesús hubiera aceptado ser Rey de los Judíos y pelear contra el imperio.

Entre vosotros no será así.7

El modelo de poder dentro de las comunidades cristianas que propone Jesús es absurdo para el sistema de poder de los gobiernos: el que sirve es el mayor, el que más ayuda al otro, el que vive para los demás. ¿Existe algún político así? Lo dudo mucho, así son los profetas, no los políticos.

Cuando los justos gobiernan

Uno de los eslogan de campaña de políticos cristianos y de cristianos apoyando políticos es “cuando los justos gobiernan el pueblo se alegra”;8 se repite para pedir que se vote por un candidato considerado justo o por un candidato cristiano, según ese mismo pasaje hay otras características de un gobernante justo:

El rey que hace justicia da estabilidad a su nación,

pero uno que exige sobornos la destruye.

Proverbios 29: 4

Siguiendo este parámetro, cualquiera que esté metido en escándalos de corrupción, como los que ocurrieron en América Latina con Odebrecht debería estar excluido; sin embargo los partidos inmiscuidos en el escándalo son los mismos que apoyan las pretensiones de los líderes religiosos de impedir el matrimonio homosexual y el aborto, de manera que ellos se hacen los de la vista gorda frente a la corrupción, a fin de cuentas pueden defenderse diciendo que son calumnias. En Colombia los llamados líderes cristianos adhirieron públicamente a los dos candidatos vinculados con los sobornos de Odebrecht.

Los justos se preocupan por los derechos del pobre;

al perverso no le importa en absoluto.

Proverbios 29: 7

En Colombia se ha discutido la necesidad de bajar el sueldo de los congresistas, hasta se hizo un referendo que muchas iglesias no apoyaron porque la persona que lo propuso es lesbiana. El asunto es tan urgente y exagerado que, en su momento, se decía que se podía mitigar una reforma tributaria sólo con bajarles el sueldo a la mitad. Históricamente, los congresistas y presidentes que se han negado a bajarse el sueldo y que han propuesto gravar con IVA la canasta familiar, son los mismos que tienen el apoyo de los líderes religiosos. Y los primeros en aprobar reformas tributarias son los representantes de partidos “cristianos”. Lo triste es que los grupos cristianos mayoritarios votaron y votarán por ellos porque se oponen al matrimonio homosexual y al aborto. ¿Qué sentido tiene eso? En un país como Colombia la desigualdad es obscena, grosera, hay gente que muere de hambre, millones ven morir sus ilusiones por falta de oportunidades, miles mueren violentamente en asuntos relacionados con el narcotráfico y con los grupos armados de diferente tipo, y en semejante situación ¿no es inmoral que el criterio para votar por alguien sea saber qué piensa de los gays?

Cuando los perversos están en autoridad,

el pecado abunda, pero los justos vivirán para verlos caer.

Proverbios 29: 16

El consuelo, luego de ver que el pueblo animado por el miedo elige la peor opción posible, es que todo esto pasará, el consuelo es saber que la construcción del reino de Dios y su justicia puede empezar en nuestra casa, afortunadamente no es necesario ser presidente para eso; podemos extender la justicia en la cotidianidad. Sí, ojalá las condiciones fueran mejores; sí, harán daños irreparables; sí, tomará más tiempo ver un mundo mejor y hay que trabajar por eso, pero no hay que olvidar tampoco que sea quien sea quien gane, algún día dejará de gobernar y morirá.

Incluso Calígula murió. Pablo se llamaba a sí mismo siervo de Jesucristo cuando la norma era ser siervos del emperador; en el fondo el reino de Dios es un llamado al poder que no es de este mundo: al amor, la justicia, la misericordia, contra las que no hay ley.

Milena Forero es Colombiana, estudió comunicación social comunitaria y también teología. Se dedica a la producción audiovisual, hace música y escribe. Es parte de la comunidad de la Primera Iglesia Presbiteriana de Bogotá.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *