Ensayo sobre el libro “Yo el Supremo” de Augusto Roa Bastos

Poder. Una palabra de solo cinco letras. Por sí misma, esta palabra no es buena ni mala. Poder es una cualidad inherente del ser humano. Desde que Dios creó a la humanidad, como lo relata la Biblia, el poder fue delegado en la figura de Adán y Eva.

“Y dijo Dios: Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Que tenga dominio (poder) sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes, y sobre todos los reptiles que se arrastran por el suelo. Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó, y los bendijo con estas palabras: Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla, lleguen a dominarla… (Tengan poder sobre ella)” (Génesis 1: 26-28)

Por lo tanto, el poder es una de las características más preponderantes en el ser humano. Aunque muchas veces se representa al poder con la figura del rey león, todos sabemos que el único ser que domina el planeta tierra es el hombre. La característica que le da esta facultad es la inteligencia, cualidad que lo diferencia de los animales, y de los elementos inanimados.

El problema al que nos enfrentamos al iniciarse el siglo XXI es que este poder se ha utilizado durante miles de años en forma negativa.

El ser humano está yendo hacia la aniquilación de los seres animados de la naturaleza (animales en vía de extinción), como hacia el exterminio de los elementos inanimados (bosques, recursos hídricos, oxígeno, agua, atmósfera, etc.). Peor aún, el hombre está autodestruyéndose con guerras que en la actualidad insumen un gasto de millones en la moneda que sea, con miles de muertes diarias, producida por conflictos de todos los tipos y una secuela interminable de crímenes del hombre contra el hombre. La misma naturaleza se está rebelando contra el poder humano, a través de catástrofes como terremotos, huracanes, tsunamis, inundaciones, y con enfermedades como el COVID-19, la fiebre aviar, las vacas locas, etc. Y quién sabe qué será lo que vendrá después.

Un problema en que todos estamos inmersos, es el tema de los abusos del poder. Los abusos del poder siempre traen consecuencias negativas. Aunque metodológicamente este trabajo no tenga un rigor científico, realizaré un análisis de esta problemática desde la perspectiva de un autor literario paraguayo, Augusto Roa Bastos, sobre la problemática del poder, en base a un análisis de la obra “Yo el Supremo”.

En esta obra, de más de 400 páginas, Augusto Roa Bastos desarrolla la narrativa donde el personaje principal es el doctor Gaspar Rodríguez de Francia (“Dictador supremo del Paraguay” autoproclamado entre 1814 y 1840).

La escena se sitúa en el siglo XIX, luego de la independencia del Paraguay del gobierno de España, durante el gobierno como Dictador Supremo del Dr. Francia. Esta obra de Roa Bastos es considerada como una de las principales de la literatura hispana del siglo XX. Desde su publicación, ha sido objeto de numerosos estudios críticos y tesis doctorales en universidades de todo el mundo.

Reconozco que al leer el libro de Roa Bastos en ciertos momentos encontré que mi mente tenía que hacer un esfuerzo no acostumbrado para lograr entender su lenguaje. Sin embargo, entre las líneas y páginas de este libro, me toco percibir y sentir un deseo intenso de parte del autor, de que todos los lectores podamos realizar, más allá de lo histórico o novelesco, un profundo análisis sobre el tema del poder. Ya el mismo título lleva consigo una fuerte carga de intención hacia esta problemática: “Yo el Supremo” (El poder supremo).

Personalmente no estoy de acuerdo en atribuir al Dr. Francia tantas cualidades positivas que muchos le atribuyen en Paraguay, basados en supuestos lineamientos históricos.

Sí, creo profundamente que el personaje central de esta obra es un magnifico representante, que como ser humano, se encuentra ante el dilema de cómo utilizar el poder, y el poder en su máxima potencia.

Como señalé al inicio, no es que el poder sea bueno o malo. Entramos a un campo de la ética, donde es difícil definir con precisión y en detalles cuál es la forma correcta de usar este elemento, natural en el ser humano.

En todo análisis, sea histórico, educacional, político, psicológico, o epistemológico, nos encontramos con exponentes que defienden la posturas sobre cuál debería ser la forma correcta de ejercer el poder. Encontramos allí a los representantes que defienden “la varita de guayaba” hasta los que amparan “la pena capital”. Por otro lado están los que dicen que “a los niños no hay que decirle que esto está bien, o esto está mal, sino que hay que dejarles que ellos decidan”, y los que defienden “los derechos humanos”, no importa qué es lo que un criminal haya hecho.

Muchos en mi país rechazan cualquier actitud de “mano dura” de parte de cualquier organismo del Estado. Otros piden con gritos y bombas que vuelva “la dictadura”. Creo que el tema del poder es mucho más serio que una cuestión de colores, banderitas, gritos y discursos acalorados.

No pretendo ser 100% objetivo en mi postura sobre el tema, pero quisiera lograr presentar con argumentos sólidos algunas implicancias sobre este tema. Señalemos que me basaré en una de las obras literarias de un hombre que sufrió la persecución y el exilio obligado por fuerzas de poder dominantes (Roa Bastos). Tal vez la perspectiva de un genio de la literatura nos ayude a saber cómo enfrentar este tema como individuos. Tal vez algún día podamos encontrar mejores caminos que los que estamos recorriendo actualmente. Por ahora me remitiré a repetir mi tesis de manera aumentada:

Debemos comprender y tener en cuenta a cada instante de nuestra vida que “los abusos de poder siempre trajeron, traen y traerán consecuencias negativas”.

El Supremo y el poder

La obra de Roa Bastos no pretende ser un tratado histórico aunque tiene ciertos elementos interesantes sobre la historia paraguaya. Hay que tener en cuenta que hay ciertos puntos oscuros cuando tratamos de entender la historia del siglo XIX en la actualidad. Muchos archivos desaparecieron. Algunos de ellos deliberadamente, otros por las guerras, y también muchos por la acción de las polillas.

Además, es difícil reinterpretar la historia desde un punto de vista objetivo, ya que muchos de nosotros provenimos de una formación educativa, donde el subjetivismo teñido de patriotismo llenaba las salas del saber (durante la última dictadura del General Stroessner). Seguramente esto mismo ocurre en personas que atravesaron el siglo pasado alguna dictadura militar, o actualmente viven en alguno de los países que tienen algún tipo de dictadura.

Teniendo en mente lo anteriormente dicho, podemos aproximarnos al personaje central de Yo el Supremo. Volvemos a destacar que el Supremo de Roa Bastos no es un personaje histórico, aunque sí representa con ciertos matices fabulosamente elaborados por el autor al exponente principal del gobierno nacional de mediados del siglo antepasado.

El Dr. Francia es representado como un personaje ciertamente enigmático, solitario, ciertamente autoritario, a veces muy serio, otras tremendamente jocoso y sarcástico.

Se presentan como puntos positivos de su persona: el patriotismo, la defensa de la soberanía nacional, la austeridad de los elementos del Estado, y un profundo afecto por los campesinos e indios, verdaderos trabajadores y defensores de la identidad nacional. También se lo presenta como amante propulsor de la música nacional. Tuvo ideas muy geniales como el sistema educativo, muy adelantado para su época. Algo interesante es su interés en la creación del Catecismo Patrio Reformado, adecuado al idioma nacional y a las características de nuestro pueblo.

Se lo ve como un personaje muy intelectual, estudioso, hasta en cierta forma estadista. Mostró el deseo de preservar y desarrollar las maravillosas riquezas del Paraguay de su época a través de sus planes y proyectos.

Muchas de las acciones desarrolladas en esos tiempos se vuelven casi inentendibles para la mente actual, donde predomina una amplia libertad de conciencia y donde hay una infinidad de elementos diferentes como la tecnología, la publicidad y, por qué no, la democracia.

Si uno pudiera entrar mentalmente y ubicarse en una perspectiva correcta al analizar los hechos de los hombres del pasado, seríamos tal vez menos jueces críticos de ellos, y más severos con los líderes y representantes de la patria en la actualidad.

Podemos ver que, a pesar del autoritarismo de la Dictadura Perpetua, el personaje es elegido por una mayoría representativa del pueblo. Tal vez esto resulta en una paradoja para muchos. ¿Un Dictador elegido por el pueblo? ¿Cómo es eso? Pero esa situación se daba en ese momento. Debemos señalar que una cámara de representantes era algo muy avanzado para la época (S.XIX). Más aún me asombra el fundamento que el Supremo pone como base de su autoridad:

“No me he elegido yo. Me ha elegido la mayoría de nuestros conciudadanos. Yo mismo no podría elegirme… ¿Podría alguien reemplazarme en la muerte? Del mismo modo que nadie podría reemplazarme en la vida. Aunque tuviera un hijo no podría reemplazarme, heredarme. Mi dinastía comienza y acaba en mí en Yo-Él. La soberanía, el poder, de que nos hallamos investidos volverán al pueblo al cual pertenecen de manera imperecedera…” (Yo el Supremo, p. 131).

Me asombra la visión futurista del Dictador, anhelando que su pueblo, a quien él amaba y protegía, un día pudiera llegar a la madurez requerida para ser completamente libres, y capaces de elegir autoridades (no como hoy), sino más bien a través de la utilización la razón, el diálogo, en un medio de pluralidad ideológica y política.

Sus sueños y anhelos estaban puestos en la Confederación de Estados Americanos, con tratados de respeto entre las naciones libres, y la unión de los Estados para fines de progreso y crecimiento integral conjunto.

Pero lastimosamente el Supremo tuvo que actuar de manera diferente a sus proyectos. Cerró las fronteras del país, ya que tanto políticos y militares porteños y también los imperialistas brasileros a toda costa querían anexar al Paraguay, a sus hombres, y sus riquezas, con fines netamente egoístas y mercantilistas.

No podemos juzgar objetivamente la matanza de parte del Supremo de compatriotas que participaron de la gesta libertadora de mayo de 1811. En algún sentido Roa Bastos trata de entrar en la mente del Dr. Francia, y comprender sus motivaciones, sus sentimientos y pensamientos más íntimos, sin juzgarlo, ni condenarlo por sus arbitrariedades, sino pensando y redactando de manera excelente, simplemente exponiendo los hechos acontecidos (posiblemente tampoco haya elementos históricos como para ser completamente objetivos en este tema).

Finalmente, dentro de la personalidad del Supremo, podemos observar su deseo de que algún día en el gobierno se ponga en puestos de autoridad a personas “humildes y honradas”. Explica que todo empleado de un país requiere practicar “empeño y esfuerzo” y, por supuesto, “austeridad”.

“Nada de favoritismos injustos. Se requiere estricto control de los bienes del Estado (bienes del pueblo), de los fondos públicos y de los gastos. Vigilancia para evitar ladronicidios, cobros indebidos, coimas, exacciones, cohechos, sobornos… piratería.” (págs. 345, 346).

Exaltó “el amor hacia la patria sobre todo como cualidad de los empleados del estado”. Todo esto debía ser confirmado a través de “una rendición de cuentas de los empleados de la administración pública, no deformes, ajustados a la realidad y a los hechos”. Aportes del Supremo son: “Quiero lo mejor de lo mejor al servicio de la Patria”. Mientras vivió y gobernó, predicó con su ejemplo. Impulsó desde su gobierno “el respeto al trabajador honesto, al campesino y al indígena”.

Persiguió a los que querían aprovecharse de los pobres, sea quien sea. “La población de indios, especialmente las mujeres naturales, merecen especial protección. Ellos son también paraguayos. Con mayor razón y antigüedad de derechos naturales, que los de ahora. Deben dejarlos vivir en sus costumbres, en sus lenguas, en sus ceremonias, en las tierras, en los bosques que son originariamente suyos. Recuerden que está completamente prohibido el trabajo esclavo de los indios. El régimen a usar con ellos es el mismo de los campesinos libres, pues no son ni más ni menos que ellos” (p. 340).

Abusos de poder y señales peligrosas en la personalidad del Supremo

Me llama la atención en la personalidad del Supremo, algunos fuertes sentimientos de frustración y conflictos emocionales no solucionados, posiblemente por una infancia infeliz del personaje (Dr. Francia), donde éste no tenía una clara identidad personal ni familiar. En el libro Roa Bastos se puede ver un conflicto básico clave, una oposición binaria de los valores: amor y perdón vs. odio y amargura.

Muchos conflictos no resueltos pueden llevar a cualquier ser humano a una mala utilización del poder. Lo vimos muchas veces durante la historia de la humanidad. Hemos leído sobre los conflictos de personalidad de Alejandro Magno. Lo vimos en el Káiser. Muchos políticos de hoy en Paraguay y en toda América Latina tienen estos conflictos no resueltos (esto es solo mi opinión).

En Yo el Supremo, el Supremo Dictador aparece desde la primera página con un fuerte delirio de persecución. Pasa toda su vida dudando hasta de su propia sombra. Mucha gente que hubiera servido para levantar a la Nación, fue exterminada, por caprichos de este personaje.

Siempre se lo puede ver solo, muy solo, hasta taciturno. Sin amigos. Su amor iba dirigido a la Nación pero nunca a personas individuales. La excepción era su fiel perro. A veces pasaba rachas de mal humor, que lo hacían salir fuera de sí. Cualquier interferencia con sus planes lo sacaba de quicio. No quiso perdonar ni siquiera a su compadre Isasi, ni a su fiel siervo, el negro Pilar, quienes fueron ejecutados.

Su concepción de la libertad resulta a veces preocupante. Su administración de la justicia a veces parece antojadiza y hasta arbitraria. De hecho, vuelvo a recalcar que no me toca a mí juzgar a la imagen del Supremo (ni la de Francia). No soy historiador, ni he vivido en sus zapatos. Tal vez un análisis más integral de la Historia Paraguaya dé lugar a elaborar materiales que presenten evidencias más convincentes, de las que existen hoy, sobre los hechos del pasado. (Me refiero a materiales sobre la vida y obra de Francia, recordemos que Yo el Supremo no es una obra histórica)

Me tomo la libertad de hacer un análisis sobre los peligros del poder, donde se reúne todo el poder, en una sola persona, que deliberadamente asume sobre sí las prerrogativas de accionar en todas las decisiones, en todos los juicios, y en las leyes, en todo, todo y todo. No en los 3 poderes del Estado, sino en los 3 todos del todo.

Una persona no puede ser suficiente para controlar todo. Un dilema para un dictador es el margen de error de todo ser humano, que se agranda muchísimo si pretende tener todas las responsabilidades sobre sí. No se debe considerar que la mente de uno, o de unos pocos sea suficiente. El juicio individual no es supremo. No todos pueden ser gobernantes, pero los gobernantes deben ser fieles en el sentido de atender y respetar la voz de la mayoría. Creo que actualmente los gobernantes escuchan solamente las voces de algunos pocos.

El que mucho abarca, poco aprieta. Ya lo señaló el Supremo, que él tenía que hacerlo todo. Me parece que cuando uno espera que el gobierno resuelva hasta los más mínimos problemas, es muy fácil después de un tiempo echar nuestras culpas sobre “el gobierno”. Se termina no haciendo nada. Pueblos que no desarrollan líderes para el mañana, terminan pereciendo por el camino.

El mayor peligro de tener todo el poder, es uno mismo. El orgullo, la soberbia, el espíritu de autoridad, hacen que cualquier ser humano que se atribuya todo el poder vaya por mal camino. Dejar de lado a los demás, incluso a Dios, lleva a tener una falsa imagen de uno mismo. Siempre debemos recordar que somos seres de carne y hueso, que debemos reconocer nuestros errores y debilidades.

La historia nos demuestra que el poder dictatorial no lleva a nada bueno. Tanto la historia de milenios atrás, como las más recientes, revelan los abusos de poder de las dictaduras. Los paraguayos lo hemos experimentado en carne propia durante los 34 años de absolutismo. El poder despótico que se desarrolló en esas décadas, puso a hombres corruptos, mentirosos y criminales en el lugar de casi dioses. Mucho de los estragos causados por esos personajes posiblemente llevaron a nuestro país a la situación actual.

Otros puntos destacados en la obra Yo el Supremo

Hay infinidad de puntos sobre los abusos del poder que Roa Bastos desarrolla de manera muy interesante. Me limitaré a mencionar algunos que me llamaron la atención. Tal vez en algún otro momento podré agregar más, pero a falta de tiempo me referiré solo a los que considero más importantes.

Abusos en el poder religioso

Roa Bastos desarrolla de una manera interesantísima en varias partes del libro este tema.

Especialmente me asombró la manera hasta sarcástica en que el Supremo recibe la última bendición de parte de Céspedes, y el diálogo que mantienen a través de varias páginas (págs. 310-321). Tampoco es mi responsabilidad juzgar a sacerdotes, pastores, etc., sino más bien señalar el terrible peligro que corre cualquiera que se atribuye las prerrogativas de ser representante de Dios en la tierra, ilegítimamente.

Hay serios peligros de convertir a la iglesia en una industria. En Yo el Supremo, se ve una fuerte carga de crítica contra los abusos económicos de la jerarquía eclesial. Sarcásticamente denuncia el supuesto “celibato” y el supuesto “voto de pobreza” del clero.

Por otro lado, puedo percibir en Roa Bastos un serio conocimiento de Teología Bíblica y de Historia de la Iglesia. Realiza un análisis del poder religioso romano, de la fe protestante, un análisis serio y pragmático teológico-filosófico.

Dentro del marco religioso también denuncia el machismo, que abusa de la mujer sin ejercer la responsabilidad paterna, cosa muy común por nuestras tierras.

Un fenómeno interesante es la postura del Supremo sobre la libertad de cultos, con la condición de que los cultos se sometieran a los intereses de la Nación. Me encantaría poder conseguir y evaluar el Catecismo Patrio Reformado que promulgó Francia (tal vez esto sea histórico, quizá no).

Abusos en los poderes económicos internacionales

Hay en el libro analizado una denuncia clara contra los poderes imperiales que deseaban adueñarse de las riquezas del Paraguay. De esto fueron culpables tanto nuestros vecinos limítrofes (Brasil, Argentina y Bolivia), como también los intereses económicos de las superpotencias que siempre pagaron precios bajísimos por la producción nacional, y realizaron prestamos con intereses altísimos que hoy nos están acogotando (representado en la obra por Inglaterra, hoy EE.UU., Banco Mundial, Crédito Chino, Mercosur, etc.).

Algo muy paradójico es que en un país tan rico, un 25% de la población es insolvente para cubrir las necesidades básicas, y con el COVID-19 seguramente mucho más. Vemos hoy a un Estado que desea recaudar más y más, sin que el pueblo reciba algún beneficio a cambio. Estamos viendo la ineficiencia de parte de fuerzas cómplices y perversas, en las áreas de salud educación, energía y economía. Uno no puede olvidar los robos multimillonarios en plena pandemia.

El desempleo y las crisis de las medianas y pequeñas empresas es terrible. El gobierno lo único que logró hacer es acentuar la falta de esperanza y desesperación en muchos que no saben qué hacer, se suicidan, van al vicio, o huyen de la patria amada.

Lastimosamente no se cumplió hasta ahora el deseo del Supremo Dictador: “Vendrá el día en que los paraguayos no podrán dar un paso sin pisar sobre montones de onzas de oro… Nuestro pueblo, lo dije siempre, alcanzará lo suyo el mejor día; de lo contrario el tiempo se lo dará” (págs. 278 y 279).

Abusos en el poder democrático

Hemos pasado más de 30 años del inicio de la transición democrática. Veo, leyendo detenidamente la obra de Roa Bastos, una alerta roja, como prediciendo el futuro, hacia las democracias latinoamericanas. (Yo el Supremo fue escrito mucho antes de los hechos del 3 de febrero de 1989 que trajeron el proceso democrático Paraguayo).

El maestro de la pluma inspirada (Augusto Roa Bastos) nos dejó hace unos años. Pasaron varios gobiernos democráticos. Uno de ellos fue derrocado por la voluntad del pueblo y otro por el Congreso de la Nación. Cada gobierno inició con gritos y hurras. La mayoría terminó con serias críticas, y elementos probatorios irrefutables de corrupción y prebendarismo.

Señala el escritor en sus páginas inmortales: “Reflexionen pausadamente sobre estos puntos que constituyen el basamento de nuestra República. Focos de proyección de su progreso en el porvenir. Quiero jefes, delegados, administradores, aptos para sus diversas funciones. Quiero pundonor (decencia, honradez) austeridad, valor, honradez en cada uno de ustedes. Quiero másculos patriotas sin máscara…” (p. 247).

También advierte: “¡Entendedme, pobres conciudadanos! Yo antes quiero morir que volver a ver a mi pobre Patria oprimida, y tengo la satisfacción de creer que lo general de la República está en lo mismo. Si así no lo fuera, culpa nuestra será. Mas entonces ninguno de nosotros se salvará del desastre de la Patria. ¿Por qué? Porque todos y cada uno de nosotros seremos ese desastre. Sobre tales despojos vendrán a sentar sus reales las fieras del desierto.” (p. 348).

Reflexión final

Mis más profundas convicciones están arraigadas en lo beneficioso del poder democrático, por más falencias que tenga creo que es la mejor opción entre las existentes en la actualidad. No sé qué ocurrirá en años venideros. Algunos vaticinan que iremos de mal en peor si no volvemos al modelo dictatorial. Yo me arriesgo por la democracia. Sé que existen profundas falencias en el sistema actual, pero creo, tengo fe en la patria, que todos juntos, cada uno de nosotros somos un elemento importante para evitar el desastre.

Sobre todos y a cada uno de nosotros pedirá cuenta la historia de si hemos aportado algún elemento para el bienestar de toda la familia paraguaya. Si cada uno de los 7 millones de hermanos aportamos algo, el presente nuestro será testigo del surgimiento de un país del cual nos sintamos orgullosos.

A este propósito yo lo llamo “Misión Integral cívica”. Una misión donde cada uno es responsable de utilizar las fuerzas y los dones que Dios nos da, para hacer el bien, para construir y levantar nuestra nación. Esto mismo lo digo a cualquier otro hermano Latinoamericano que está leyendo estas líneas.

Nuestra misión es como sociedad toda, y como individuos defender y exigir que cada voto resulte en el bienestar de todos, donde las banderías políticas no sean lo más importante, sino el ejercicio de la paz y la justicia, en un marco de amor y esperanza.

Tus pensamientos se dirigieron a lo porvenir y lo que habría de suceder. Después de ti surgirá otro reino de menor importancia; Luego vendrá un tercer reino que dominará a mucha gente. Vendrá un cuarto reino, sólido como el hierro. Vendrá un reino dividido que será medianamente fuerte y medianamente débil (una mezcla que no podrá mantenerse unida)…En los días de estos reyes el Dios del cielo establecerá un reino que jamás será destruido, ni entregado a otro pueblo, sino que permanecerá para siempre, y hará pedazos a todos estos reinos anteriores” (Profecía de Daniel capítulo 2).

El que lea y lo entienda será bienaventurado. Si estás desanimado o preocupado por la crisis de poder actual, lee este mensaje, envíalo a tus amigos y tendrás fuerza para levantarte y luchar por la construcción de este nuevo Reino.


La paginación corresponde a Augusto Roa Bastos; Yo el Supremo, colección homenaje. Editorial El Lector, Asunción, Paraguay, 2003. págs. 403.

Wolfgang A. Streich es paraguayo, tiene un Bachillerato en Teología y una Lic. en Periodismo. Es coordinador del ministerio Buenas Noticias Ilimitadas #redBnil en Paraguay.

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