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La Biblia, la lepra y la discriminación

Estos días estuve recordando a un amigo ya fallecido, a quien llegué a apreciar grandemente, quien tuvo la enfermedad de Hansen (lepra) desde los 8 años (1941) hasta alrededor de 1980. Cuando yo lo conocí, él y su esposa ya estaban curados. Pero el estigma siguió en sus vidas mucho tiempo después. (Se puede leer la historia completa en: https://redbnil8.wordpress.com/)

Pienso en los 4 personajes con lepra de 2º de Reyes 7, y en otros personajes de la Biblia, y de tiempos de Jesús. Quizá debiéramos hacer una revisión de todas las traducciones de las Escrituras, y dejar de llamarlos “leprosos”, ya que eran personas enfermas de alguna enfermedad de la piel; pero ese término fue muy mal utilizado, así como en algún tiempo se llamó “sidosos” a quienes estaban enfermos de la enfermedad de SIDA. Creería que como cristianos deberíamos dejar de catalogar a la gente por una enfermedad que tienen. Tal vez podríamos llamarlos enfermos de lepra, o usar un término menos peyorativo en nuestros cultos y estudios bíblicos, y así mismo dejar de catalogar a las personas por alguna otra enfermedad que tengan.

En realidad, todos sabemos que somos pecadores, ya que tenemos dentro de nuestra genética el mal. Quizá ya superamos los tiempos en que todo predicador para ser bueno debía mencionar por lo menos 15 veces el término “pecadores” en cada predicación… y aunque lo somos, muchas veces se asoció este término únicamente a personas que gustaban de alguna bebida alcohólica, o se lo relacionaba a personas que tenían algún tipo de conducta sexual no aceptada en la comunidad religiosa.

Por la gravedad de sus manifestaciones (de la lepra), en los primeros tiempos de la historia, muchas veces se explicó el mal como un terrible castigo enviado por Dios. La lepra fue considerada una enfermedad-pecado donde el culpable quedaba manchado, impuro, contaminado. Todo aquel que presentaba una enfermedad repugnante de la piel era porque había pecado y requería purificación, purga, limpieza, es un concepto arcaico, de los más antiguos en la humanidad.

Por todos estos antecedentes, no podía ser ajena a este concepto la tradición hebrea. El estudio de esta tradición, contenido en el Antiguo Testamento, y su difusión no sólo entre el pueblo hebreo, sino después en las religiones derivadas, cristianismo e islamismo, hace que se manifieste con toda su fuerza esta idea de la enfermedad-castigo de Dios.

Después de su cautiverio en Egipto se produce el éxodo, y aparece el Levítico, escrito por Moisés. La suciedad a que forzosamente se vieron abocados los hebreos, por falta de agua al atravesar zonas desérticas, debió ser causa de múltiples y frecuentes enfermedades de la piel. Se menciona la lepra del hombre, la de los vestidos y la de las viviendas, y relacionan todas ellas con el pecado (ver Levítico capítulos 13 y 14).

Otro caso citado en la Biblia es el de María, la hermana de Aarón que hablando con su hermano había murmurado de Moisés. La ira de Jehová se encendió contra ellos y la nube se apartó del Tabernáculo y he aquí que María quedó completamente tomada por la enfermedad de lepra como la nieve (Números 12. 1-16).

El Rey Azarías (2 Reyes 15. 5) a quien “Jehová hirió con la lepra y estuvo enfermo hasta el día de su muerte y habitó en casa separada”.

El Rey Uzías tuvo lepra (2 Cr 26. 21-23) hasta el día de su muerte y habitó en una casa apartada.

Una de las medidas preventivas adoptadas por el pueblo judío con los enfermos fue su aislamiento y retiro de la sociedad, hecho que permite suponer que la consideraban contagiosa. Las prohibiciones que un enfermo de lepra debía observar en consecuencia de allí en adelante eran: no entrar en el templo, mercados, molinos, ferias o reuniones, en tabernas ni en casas.

No podían ni lavarse las manos en fuentes o riachuelos. Sólo podían beber agua en su propio vaso o en un barril propio. Debían llevar constantemente el hábito (túnica distintiva) de enfermo de lepra y no caminar con los pies descalzos. No podían tocar los objetos, sino señalarlos con la punta de un bastón que debían llevar siempre consigo. Debían llevar una esquila o una campana para anunciar su paso, su presencia.

No podían caminar por los caminos o senderos, sino fuera de ellos, para no encontrarse cara a cara con nadie. No podían tocar las pertenencias de la gente sana. No podían jamás tocar a los niños, ni a los jóvenes, ni darles nada que les perteneciese, ni comer ni hablar con nadie que no fuese leproso como él.

Los registros bíblicos indican que generalmente los enfermos de lepra vivían en pequeñas comunidades de enfermos, aparentemente de forma nómada.

El significado religioso de la lepra continúa existiendo aún en Occidente, quizá basado en ideas relacionadas de esta enfermedad como uno de los peores castigos de Dios hacia un “pecador”.

Desmitificación de la lepra

Estudios de científicos presentan algunas hipótesis que nos ayudan a entender este tema de una manera más certera. En primer lugar está el factor del idioma. Expertos en hebreo afirman que el término Tzaráat, que era una afección de la piel, no es la misma enfermedad que hoy conocemos como lepra. Al traducirse el Antiguo Testamento al griego y luego al latín, se tradujo el término Tzaráat como lepra. O sea, que lo que hoy conocemos como lepra, no representa a un conjunto de variadas enfermedades de la piel que existían en el Medio Oriente.

También tenemos hoy que lo que se conoce como lepra, tiene el nombre de enfermedad de Hansen, una enfermedad muy temida por siglos. Quienes tenían esta enfermedad eran y son aún hoy discriminados y estigmatizados por la sociedad actual.

Hoy se sabe que la enfermedad de Hansen es muy poco contagiosa. Solo algunas personas que conviven con el bacilo (bacteria) durante un buen tiempo llegan a adquirir la enfermedad. La mayor parte de las personas infectadas vive en climas tropicales, y es posible que el bacilo esté en el ambiente aún sin existir personas enfermas.

Hoy en día el mal de Hansen es totalmente curable. Existen medicamentos que en pocas horas y días destruyen al bacilo. En la mayoría de los países donde existe esta enfermedad, casi cualquier médico está preparado para detectar los síntomas. En Paraguay existe un Programa Nacional del Control de la lepra, que cubre todos los medicamentos y tratamientos que requiera una persona. La atención es ambulatoria, o sea que la persona puede seguir el tratamiento en su propia casa. En caso de tener afectadas partes importantes de la piel se realiza un tratamiento en hospitales especializados.

Uno de los síntomas que se deben tomar en cuenta es la falta de sensibilidad en ciertas partes de la piel donde hay una mancha o herida.

El estigma de la lepra

El vocablo griego stígma derivó en el latín stigma, que llegó a nuestro idioma como estigma. Así se denomina a una marca grabada en el cuerpo o incluso a una marca simbólica que se le atribuye a un individuo o a un grupo social.

Es así que las personas afectadas de la enfermedad de lepra o mal de Hansen, siguen siendo estigmatizadas, marcadas, discriminadas, por la mayoría de la gente, produciendo un rechazo social a los que tienen o tuvieron alguna vez la enfermedad. Este rechazo es tan fuerte, que muchos no consiguen conseguir trabajo, son rechazados aún por miembros de su familia y muchas veces quedan totalmente abandonados.

Lastimosamente aún en el siglo de la información hay mucha desinformación sobre la enfermedad de la lepra. Quizá algo del estigma tiene que ver con la herencia histórica de relacionar a la enfermedad como una maldición o el resultado del pecado. Aún hoy continúa este concepto de enfermedad religiosa en la cosmovisión de la mayoría de las personas.

Jesús y los estigmatizados

Vuelvo a recalcar que sería muy bueno que las Biblias y los predicadores de hoy dejen de llamar “leprosos” a aquellos seres humanos despreciados de la sociedad de la época de Cristo.

En primer lugar, en realidad no estamos seguros de qué enfermedad tenían. Y en segundo lugar, es algo muy descortés y hasta diríamos que de mala educación llamar a unas personas con un término que ha sido discriminatorio por siglos.

En todo caso eran PERSONAS enfermas… de algo que no estamos seguros que era, pero era bastante doloroso. No era doloroso tanto por la enfermedad, sino más bien por el estigma social que estas personas debían cargar por el resto de sus vidas.

En el Evangelio siempre nos sorprende la actitud misericordiosa de Jesús volcado hacia los humildes, excluidos, estigmatizados.

Los enfermos de (llamémosle) lepra, especialmente lo conmovían al punto de encontrarse él en la necesidad de tocarlos, contraviniendo la ley judía (Mateo 8.1-4; Marcos 1.40-45; Lucas 5. 12-16; Lucas 17.11-19).

Podemos ver a Jesús en el inicio de su ministerio rompiendo el estigma: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas noticias a los pobres, me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a pregonar el año del favor del Señor” (Lucas 4. 18-19).

Conclusión

Quizá este estudio sea una introducción al tema, ya que hay mucho por analizar. Quizá muchas veces hemos tenido una interpretación un tanto severa al atribuir a Dios muchas de las enfermedades y males que existen en el mundo. Tal vez no podamos entender plenamente el tema de las enfermedades en el contexto del Pentateuco.

Lo que sí sabemos es que Jesús vino a traer un nuevo paradigma, una nueva cosmovisión al mundo durante su ministerio.

Un incidente de Nuevo Testamento relata:

“A su paso, Jesús vio a un hombre que era ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron: ― Rabí, para que este hombre haya nacido ciego, ¿quién pecó, él o sus padres?― Ni él pecó, ni sus padres —respondió Jesús—, sino que esto sucedió para que la obra de Dios se hiciera evidente en su vida” (Juan 9.1-3).

Aquí Jesús rompe el estigma de este ciego de nacimiento y usa la misma pregunta que hicieron sus propios discípulos para traer nueva luz al tema. No hay pecado, ni él, ni sus padres, sino que esto sucedió para que la obra de Dios se hiciera evidente en su vida.

Podemos deducir por la actuación de Jesús que su acción en el mundo no era para detectar quiénes eran pecadores y quiénes no. Nuestra intolerancia hace que a veces queramos “hacer caer fuego del cielo” (Lucas 9.54) al igual que Santiago y Juan.

Sin embargo, Jesús con sus acciones a las personas enfermas mostró misericordia clemencia, compasión, misericordia, caridad, ayuda, piedad (ελεησον) y además de intervenir en su físico, sanando, la acción de Jesús fue de gracia salvadora, perdonando y restaurando a los enfermos de manera integral.

Quizá como un indicio que nos dé mayor luz al tema, deberíamos dejar de concentrarnos en la ley de Moisés para dar una respuesta a este tema. Quizá alguno insista en volver a la ley, pero antes de llegar a ella encontramos que Cristo, la Gracia, el Nuevo Pacto, es quien nos limpia de todo pecado.


Fuentes

Wolfgang A. Streich es paraguayo, tiene un Bachillerato en Teología y una Lic. en Periodismo. Es coordinador del ministerio Buenas Noticias Ilimitadas #redBnil en Paraguay.

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