Evangelio, cristianismo y maratón - Encabezado - Teocotidiana

Evangelio, cristianismo y maratón

Después de esto miré, y apareció una multitud de todas las naciones que venía corriendo, habían diferentes pueblos y lenguas, diferentes grupos sociales, hombres y mujeres con claras diferencias físicas; era tan grande que nadie podía contarla. Estaban de pie delante de la meta, vestidos de ropa deportiva y con las manos cargaban la alegría de haber llegado. Gritaban a gran voz, celebraban…

Relectura de Apocalipsis 7:9

Eran las 5 AM y ya estaban sonando los mensajes del grupo de Whatsapp. Yo había programado la alarma a las 5:30 porque vivo más o menos cerca del punto en el que iría mi cámara, pero la mayoría estaban despiertos desde antes reportando que estaban en función de salir de sus casas.

No acostumbro levantarme tan temprano pero ese día yo era parte de un equipo de video y fotografía encargado de cubrir la “Maratón Medellín”, ya hacía un buen rato había querido acompañar a la empresa encargada, esta vez se dio y con mis equipos estuve al frente de uno de los puntos del recorrido.

Sudor y pasos firmes, gritos de afirmación y aliento, rostros de esperanza y reto. Cada maratonista iba apareciendo en mi punto y el ambiente era inspirador, hasta ganas le dan a uno de empezar correr.

Me he dado cuenta que ya casi nada de lo que hago se queda sin pasar por el filtro de la reflexión. No es que yo sea santo, solo, he procurado que mi vida y pensamientos giren en torno al evangelio, a comprenderlo, intentar vivirlo e intentar enseñarlo.

En algún momento noté cómo estaba analizando puntos específicos de lo que veía ocurrir con los corredores, con sus familias y amigos, con el ambiente, con el sonido propio del momento que incluyó pitos y gritos y música tradicional colombiana tocada por una papayera; las miradas, las palabras que se oían, el contexto entero desde donde yo podía verlo y vivirlo. La convicción está clara: el evangelio debería parecerse a una maratón.

Son corredores de diferentes nacionalidades, hombres y mujeres, sus características físicas son tan diferentes; hay flacos, atléticos y gordos, bajitas, altas y de estatura media; Están los y las de piel oscura y brillante como la noche, las personas que de lo blancas suelen verse rojas; trigueños de diferentes escalas raciales, de cabello amarillo, negro y café. Ninguno de ellos corría igual, todos tenían su propio ritmo y movimiento, cada asistente tenía su propia cadencia corporal. Y en medio de todas las diferencias todos corrían juntos, recorrían el trayecto el uno con el otro, algunos más adelante, otros más “quedados” pero en general, todos hacían parte del mismo momento, de la misma pista, de la misma ilusión de llegar a la meta.

Uno logra notar los procesos. Entre los corredores hay diferentes categorías. Hubo distancias a recorrer de 5k, 10k, 21k y 42k. Sería una locura que alguien que apenas está comenzando el mundo de las maratones empiece entre las distancias más largas. Paso a paso se va teniendo experiencia, paso a paso se va avanzando desde las distancias más cortas hacia las más demandantes. Es un asunto de disciplina progresiva, ningún corredor es experto de la noche a la mañana, cada uno se forma, practica y avanza de acuerdo a sus posibilidades y de acuerdo a sus capacidades. Ninguno mira al otro con desdén por pertenecer a una categoría de menor distancia, cada uno está enfocado en alcanzar su propia meta.

En una maratón no se compite contra el otro, dudo mucho que quienes corran estén pensando en llegar primero, por lo menos eso no es lo que noté entre los cientos de corredores que pasaron por mi cámara. Más bien la idea es vencer los obstáculos propios los problemas que a cada uno le plantea el trayecto, su cuerpo, su respiración, sus ganas, sus motivaciones.

A quienes corren se les celebra, hay palabras de aliento en el ambiente. Uno de los mensajes internos que recibimos en el grupo del equipo de producción fue algo como “animen a los deportistas, háganles barra”. Eso hacían los que estaban en las orillas del paso “vamos, vamos, ustedes pueden” “Eso, con toda, vamos, vamos”. Uno logra ver el rostro de los atletas cambiando con las palabras de fuerza que les daban, hasta creo notar un cambio en la forma de correr. Es como si ese ánimo de verdad imprimiera aliento en poder llegar, en poder sobrepasar los obstáculos y seguir a la meta.

A los que se notaban cansados, a los que se sentían sin ánimo y a los que tenían alguna dificultad física se les hacía barra con más fuerza, con más ahínco, con más “bulla”. Vi un corredor sin una pierna, corriendo rítmicamente con sus muletas, que reflejaba un sentido tan grande de dignidad y resiliencia. A su paso estaban los gritos y los pitos y las palabras de afirmación, y él seguía adelante haciéndole frente a su desafío personal.

Yo recogí mis cosas al final del paso de los corredores por mi punto, de ahí debíamos llegar a la meta para entregar el material grabado, yo iba con un compañero del equipo que brilla por su carisma y gentileza. Ya había escuchado los rumores de que en medio de su carrera alguien fue atropellado por un carro. Y algo se había dicho en el grupo de uno que murió llegando a la meta. Como es natural los sucesos se fueron aclarando con el paso del tiempo. Al parecer no hubo una señalización adecuada en la logística de la maratón, que alejara a los carros de la ruta. No había paramédicos cerca de la meta, como entiendo es usual en este tipo de eventos, y eso significó la imposibilidad de atender el caso con diligencia. También supe luego que quienes vieron de cerca a uno de los compañeros colapsando, interrumpieron su llegada a la meta para ayudar a quien estaba cayendo en el camino.

Quienes corren por el camino de los cristianismos viven una lógica constante de diversidad, hay diferencias colectivas como la pertenencia a denominaciones distintas, además de las diferencias que se dibujan desde el individuo, desde lo que cada uno es y vive como “corredor”, como cristiano.

Cada creyente tiene un proceso progresivo que puede o no parecerse a la experiencia del otro y todos estamos en una construcción y deconstrucción constante de lo que representa ser seguidor de Jesús. Algunos tienen fijada su mirada en superar obstáculos que a otros ya les parece un asunto llevadero y “fácil”, y poco a poco lograran avanzar a grados de dificultad más altos. Y sin embargo los unos, que apenas comienzan el camino, y los otros, que ya lo recorren con más experiencia, corremos en la misma “pista”, por el mismo evangelio.

De nada sirven las competencias entre los cristianismos y entre los cristianos, todos estamos andando, todos nos estamos enfrentando a las dificultades propias del “sendero estrecho” y de las limitaciones que cada uno tiene. Más bien es propicio animarnos los unos a los otros, alentarnos en el camino, acompañarnos, “hacernos barra”, eso nos ayudaría a cobrar fuerza cuando va menguando y a recordar que hay que seguir hasta el final. Y a los que más dificultades tienen más aliento se les debe infundir, los cojos y los cansados, los que han perdido el ánimo y los que quieren “desmayar”, a esos se les ha de gritar con más ímpetu “vamos, vamos, vos podés, vos sos capaz, seguí, seguí”.

Y cuando quienes tienen la obligación de que el recorrido se haga más seguro y lograble, esos que deberían levantarnos cuando nos caemos, los líderes y pastores y administradores de la fe, por alguna razón no llegan a tiempo, no preparan el camino como debe ser, podemos, los unos a los otros, abrazarnos, levantarnos y gritar por ayuda, incluso cuando eso nos signifique dejar a un lado la meta y concentrarnos en salvar la vida de otro corredor. Que no se nos mueran compañeros sin que antes hagamos todo lo posible por rescatarlos.

El reino de los cielos es como una maratón en la que personas diferentes, de diferente edad, estrato social y género, corren juntos para alcanzar la meta, no compiten entre sí, solo vencen sus limitaciones individuales y siempre que pueden animan al otro y buscan rescatar de la muerte al compañero de camino, al prójimo que también corre con constancia hacia la meta.

Comunicador Social. Escritor. Director general de TeoCotidiana. Esposo de Sara. Papá de Ariel.

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