Jesús nació - Encabezado - Teocotidiana

Jesús nació

Jesús nació.

Jesús nació en medio de marginaciones. Si creemos que había un plan perfecto trazado y escrito al respecto cómo se nos relata el nacimiento del salvador del mundo, eso nos obliga a mirar a los detalles de su vida y obra, en un primer momento, de las narraciones de su natividad.

Por un lado los evangelios nos narran el embarazo de una adolescente soltera, o bueno, no estaba soltera del todo, estaba prometida “desposada” con un judío “justo”. Pero resulta que ese hijo que esperaba no era de su prometido. Él, José, hasta la quiso dejar en secreto.

La familia de Jesús, en el evangelio, aparece como parte de una persecución política. Herodes quien gobernara con la aprobación de Roma, se dio cuenta que los augurios afirmaban el nacimiento de un nuevo rey, se nos cuenta que para erradicar la posibilidad de que alguien le reclamara el trono mandó a matar a todos los niños con un cierto tiempo de nacidos. Al escapar de las garras de la muerte e ir a Egipto se convirtieron en una familia en exilio, inmigrantes.

Jesús nació en una familia humilde, no solo humildad del carácter, también eran pobres, el papá de Jesús era lo que llamarían en su época un “tektón” una persona que debido a sus recursos escasos iba de aldea en aldea ofreciendo su fuerza de trabajo para reparar casas, labrar la tierra y ejecutar otros trabajos de fuerza, al jornal.

Y habiendo llegado al pequeño pueblo de donde era la ascendencia de José, según lo narran los relatos del canon, no había lugar en ningún cuarto de las casas, tuvieron que hospedarse en el sótano de alguna, allá donde dejaban a los animales. En todo caso, en un lugar donde no sería normal que durmiera una familia.

Estas marginaciones de Jesús, que si hiciéramos un recorrido riguroso por las narraciones del evangelio no se quedan enfrascados en el momento en que nació, nos invitan a reflexionar las marginaciones sociales de nuestros países, de nuestras ciudades, de nuestros barrios. ¿Cuáles son las marginaciones que nos rodean?

Allí nace Jesús, en la adolescente, joven, mujer embarazada por fuera de las normalidades morales, esa que todos, por las claras instrucciones de tradición religiosa inmersas en nuestras culturas, señalan de impura, indecente y brincona, a la que todos queremos “dejar en secreto”.

También en aquellos que corren del peligro y la violencia de sus países, tal vez por persecuciones políticas, tal vez porque simplemente se sienten inseguros. Los que llegan a vivir en patrias diferentes de las suyas mientras pasan las crisis de sus propias naciones, Jesús nace allí, con ellos, en ellos, para ellos.

Y en quienes laboran a diario en sus rutinas de mano de obra, que son mal pagos, que llevan la obligación de la casa y luchan con constancia para resolver el hambre y los servicios y el desgaste de la ropa.

También pienso en las marginaciones propias. En esos lugares del alma donde arrinconamos a nuestros animales, donde hiede el olor a maluco, en esos rincones que no son aptos para que la gente entre a habitar, las partes de nosotros que le ocultamos a todos los demás, donde solo nosotros, “los dueños de la casa”, entraríamos alguna vez a mirar qué se hace con el desorden interno.

En ese lugar nuestro es parido Jesús con dolor y sangre, con sudor y angustia, con gritos indecibles de conmoción y esperanza. Y nace para librarnos de esas marginaciones.

Si hay algo con lo que podemos asociar a Jesús es con la insistencia constante de hacer menguar las vergüenzas sociales, todo eso que hiciera que algunos se sintieran excluidos; los enfermos y enfermas, los pecadores y pecadoras, los endemoniados/alienados y endemoniadas/alienadas quienes no hacían parte de la nación judía, los niños y niñas, los que ocupaban lugares indignos en la economía de la nación (recolectores de impuestos por ejemplo). Los rechazos más claros que Jesús se permitió fueron aquellos que se contraponían a los discursos de rechazo. Jesús rechazó el rechazo.

Así, Jesús nace en contraposición de nuestras marginaciones, nos acerca paso a paso, en un proceso de encuentro y relación diaria, al abrazo del Dios paternal y maternal, su cuidado y amor, su provisión y alimento.

También su ejemplo de solidaridad compasiva. No podemos seguir alegando nuestra cercanía con lo divino mientras no somos sensibles a las necesidades del otro, a las marginaciones del otro, no podemos seguir alegando nuestra cercanía con Jesús, cuando seguimos segregando a las personas por sus gustos, creencias y pensamientos diferentes.

Jesús nace para cada uno, para salvarnos del ensimismamiento, para que caigamos en la cuenta del caído del camino que usualmente no nos permitimos ver por andar afanados en las costumbres del templo. Nace para nosotros y para ellos por medio de nosotros, los labriegos que pasan días y noches buscando el pan diario (como los pastores del evangelio), los que creen de forma diferente y llegan de forma diferente ante la soberanía del evangelio (como los magos).

Jesús nació en medio de marginaciones y nace en tus marginaciones, en las nuestras, en las de cada persona.


Foto: “The creation of man” – Natalie Lennard

Esta reflexión fue escrita para el programa Juventud Viva de la emisora Vida AM.

Comunicador Social. Escritor. Director general de TeoCotidiana. Esposo de Sara. Papá de Ariel.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *