red light ball illustration

El mundo como libro divino: la teología natural de Newton

Uno de los aspectos más sobresalientes de los aportes de Newton a la construcción de las ciencias modernas es, a la vez, uno de los más subvalorados y olvidados: la fundamentación de sus hallazgos en sus convicciones religiosas.

A través de un estudio cuidadoso de sus cartas se ha demostrado que Newton, lejos de ser un proto-deísta, tenía ideas heterodoxas sobre la trinidad. El debate sobre cuál tipo de herejía es asunto de acalorada discusión y sigue abierto a la fecha.

Que fuese un apasionado por asuntos teológicos y místicos heterodoxos de la época, como las revelaciones proféticas, dedicando un tratado al estudio del libro de Daniel y el fenómeno de los milagros bíblicos,1 es algo que se viene considerando más y más en primer plano en su trayectoria intelectual.2 En especial, su concepción sobre el espacio absoluto: a la vez “piedra angular” y “piedra de tropiezo” de su física.3

La concepción de Newton

Resulta muy amplio el contraste entre la filosofía natural de Newton y la cartesiana, (adoptada con modificaciones por Leibniz), fundándose este último en la concepción metafísica del ser supremo como ente estático puro. Un punto cero absoluto. En dicha metafísica la deidad pierde todas sus determinaciones naturales (res extensa) y, en consecuencia, deja de ser un ente real para la consciencia.

Tal sistema metafísico ofrece una inconsistencia fundamental con el pensamiento de Newton, quien concebía a Dios como omnipotens y como movimiento absoluto.

Contra la metafísica aristotélica, en la cual la deidad es primum causam immobile, en su Principia Mathematica, Newton concibe a Dios no sólo como un ser móvil, sino como el movimiento absoluto en sí mismo.

¡La movibilidad como un atributo ontológico del ser divino!

En ella y por ella se representa un proceso perpetuo de transformación de energía potencial en kynestesis absoluta, como lo pensaban ya los presocráticos.

El eco absoluto

La filosofía natural de Newton es en sí misma una teología natural, similar a la estoica en cuanto a su concepto de magnitud como uno materialista.4 Newton, entiende el movimiento como magnitud, derivando de allí todo su sistema de fluxiones, con el cual no absolutiza el tiempo o el espacio, sino precisamente al movimiento como la magnitud básica del universo.

Dios como ser puro es inconcebible. Esta es la aporía básica de la epistemología teológica y el reto para todo sistema místico. Los ecos y huellas de lo divino en el ordis naturalis es un golpe seco asestado a la mejilla de la teología negativa.

En consecuencia, cualquier aproximación al ser puro se da sólo en el plano de la filosofía del lenguaje, e implica reducir a cifra a ese ser puro, confinándolo a ser metáfora, encerrando su absolutez dentro de las frágiles paredes del lenguaje y, de paso, regresando a la doctrina escolástica de la analogía entis. Lo absoluto expresado y limitado a ser simple palabra.

El término “absoluto” aplicado al tiempo, el espacio y el movimiento constituyen ese ardid epistemológico creado por Newton para hablar de Dios.

Si se observa detenidamente, para Newton sólo el movimiento es concebido como absoluto. De hecho, Newton predica de Dios el movimiento absoluto como principal característica metafísica: Dios, entendido como movimiento, constituye el corazón mismo de su concepto de gravedad en su Principia mathematica.5 De hecho, parece que las diferencias entre los sistemas de notación de Leibniz (cálculo infinitesimal) y Newton (sistema de fluctuación), dependen de las diferencias en la fundamentación teológica.6

Y precisando un poco más, se podría decir que estas diferencias son de tipo epistemológico. Mientras que el sistema de análisis matemático de Leibniz está basado en un pitagorismo revivido, Newton revive la intuición básica de Pappus de Alejandría (siglo III a.C., discípulo de Herón de Alejandría), quien sostenía que el universo, sus matemáticas y su filosofía natural no estaban basadas en la teoría del número (contra Pitágoras), ni en la lógica, sino en el movimiento absoluto.7

Newton atribuyó la perdida de la noción del movimiento como el concepto más importante de la filosofía natural (Pappus), a la degradación de todo concepto de kynesis como de menor valor frente a conceptos geométricos, llevado a cabo por Pitágoras y otros filósofos de la naturaleza. Para Newton, resulta imperativo restaurar la posición central del concepto de kynesis dentro de la filosofía de la naturaleza. A tal fin está dedicado su Principia mathematica.

Newton retoma con gran entusiasmo las ideas de Pappus. Por ejemplo, en su prefacio su Principia mathematica, sostiene que incluso la geometría está basada el concepto de movimiento absoluto, ya que las formas geométricas son simples trazos del movimiento que las conforma:

La geometría no nos enseña a dibujar esas líneas (rectas y círculos), sino que los necesita para ser dibujada (a los hombres prácticos que trabajan las artes y técnicas helenísticas, es decir: los vilipendiados artesanos y albañiles de Pitágoras y Platón). Puesto que requiere que el aprendiz deba primero aprender a describirlas apropiadamente antes que se inicie en la geometría, así se muestra cómo a través de estas operaciones los problemas son solucionados. El describir correctamente las líneas y círculos son problemas, pero no geométricos. Es necesario que la solución a estos problemas venga de la técnica, y a través de la geometría, una vez solucionados, su utilidad es probada (traducción propia a partir de la traducción inglesa).8

Newton afirmará que el tiempo y el espacio en sí mismos son predicados del concepto de movimiento absoluto: la actividad de Dios en el universo. Para él, es este Dios de movimiento absoluto quien permite la gravedad. Y es este un concepto más teológico que físico.

Papá de Immanuel y Tobías, esposo de Biviana, católico y teólogo. Profesor en dos universidades y miembro de varios grupos de investigación.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *