brown puzzle maze

¿Cuál es el sentido de debatir sobre nuestras creencias?

Sesgos cognitivos y apologética egoísta

Dentro de cada cristiano protestante hay un apologeta en potencia. Más aún en Facebook vemos ejércitos de apologetas dispuestos a “presentar defensa”1 y “derribar argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios”.2 Aunque la idea se ve muy bonita y hasta suena de espiritualidad superior, no es claro cuál es la motivación para “debatir” acerca de todo lo que sea diferente a la enseñanza en su grupo religioso. Aunque estos apologetas digan que lo hacen por amor al prójimo, yo creo que la principal razón es que el cerebro está ayudándolos a evitar que el mundo que han creado se desmorone.

Antes de explicar un poco más a qué me refiero con que el cerebro “está ayudándolos”, debo detenerme un momento a explicar qué son las heurísticas y los sesgos cognitivos. Diariamente, nuestro cerebro debe procesar mucha información, por lo cual entre más funciones deba realizar y entre más nuevas sean las tareas, se van a necesitar más recursos cognitivos (algo así como nuestra capacidad de procesamiento). Por lo cual, el cerebro tiene unos atajos que ha creado a través del tiempo para facilitar la toma de decisiones. Estos atajos se conocen, en la psicología social y economía del comportamiento, como heurísticas. El problema de tomar estos atajos es que pueden conducirnos a cometer errores. Cuando un error es sistemático se le da el nombre de sesgo cognitivo. Es decir, si el cerebro por usar atajos (heurísticas) nos hace cometer siempre un tipo de errores inconscientes, esto se convierte en un sesgo cognitivo.

La pregunta es: ¿Y esto qué tiene que ver con mi deseo de convencer a los demás que mis creencias son las correctas? Cuando intentamos convencer a otro sobre nuestras creencias, en realidad nuestro cerebro está tomando un atajo para proteger el mundo que hemos creado en nuestra mente. Varios sesgos cognitivos juegan un rol central en este deseo de corregir a todos los que no creen en “mi verdad”. Los sesgos que se mezclan para lograr esto son el sesgo de confirmación, superconfianza y razonamiento motivado. El sesgo de confirmación se refiere a la tendencia de procesar, buscar, interpretar y enfocarse en la información que confirma nuestras creencias. Es decir, sin importar qué tan aleatorias o inocuas sean las evidencias o hechos, las personas que tienen un sesgo de confirmación pueden usarlas para validar lo que creen. El sesgo de superconfianza (overconfidence en inglés), se refiere un exceso de confianza sobre nuestro conocimiento, capacidades o creencias. Es creer que nuestro conocimiento es mayor de lo que realmente es o que nuestra habilidad es superior a lo que en realidad es. Finalmente, el razonamiento motivado, uno de los sesgos más importantes para sostener las teorías conspirativas, consiste en evaluar los argumentos que confirman las conclusiones a las que queremos llegar como mejores que los argumentos que no son consistentes con nuestra conclusión deseada.

Ahora, si unimos las implicaciones de esos sesgos y lo aplicamos al contexto de un debate sobre creencias, la conclusión es que debatir sobre nuestra fe es un acto egoísta. ¿Por qué? Pensemos que nos encontramos con ateo o agnóstico y queremos debatir sobre la existencia de Dios. Antes de empezar lo que nos hace entrar en tal discusión es la superconfianza de tener los argumentos para “ganar” el debate y convencer al otro. Sin embargo, debido al sesgo de confirmación y al razonamiento motivado terminamos omitiendo los argumentos del otro y creyendo que nuestros argumentos son mejores. Lo paradójico es que estos sesgos también están presentes en el otro, lo que hace que al debatir sobre creencias las posturas se alejen más en vez de acercarse.

Un gran ejemplo de esto es presentado en un estudio reciente,3 el cual muestra precisamente que la gente que busca persuadir a los demás primero se persuade a ellos mismos sobre la superioridad moral y fáctica de su posición. En este estudio los investigadores analizaron las actitudes y creencias de participantes en torneos internacionales de debates. A quienes participaban en estos torneos se les asignaba una postura a favor o en contra de una moción. El estudio encontró que existe auto-persuasión la cual se produce antes del debate. Es decir, las personas antes de debatir se convencían a sí mismas de que su posición era la mejor. Lo más interesante de este estudio es que demuestra que luego de recibir una posición al azar, a favor o en contra, la participación en el intercambio abierto de argumentos no hacía que las posturas fueran más cercanas, sino que generaba más arraigo a la postura personal.

Algo importante por mencionar es que el proceso de auto-persuasión o los sesgos cognitivos son muchas veces inconscientes. Y esto es lo que los convierte en algo tan peligroso en nuestra toma de decisiones, pues creemos que hacemos algo porque es lo correcto o es lo mejor, pero en realidad el cerebro está buscando cuidar nuestra autoestima o ejecutar tareas repetitivas más fácilmente. Entonces, entrar a un debate sobre temas tan relevantes para la concepción personal del mundo como lo es la religión difícilmente logrará que otro se acerque a lo que creemos sino que antes lo alejará más. El único beneficio de debatir es, pues, fortalecer mis convicciones (por más erradas que puedan ser). Solo tómese un minuto para pensar cuántas personas reciben un Testigo de Jehová en la puerta de su casa y cuántas han sido convencidas por los argumentos presentados.

Entonces, el querer contradecir a los demás de que lo que creen está equivocado, no es un acto de amor sino de egoísmo. Egoísmo porque sólo busca fortalecer mis creencias y evitar procesar información alternativa que pueda contradecir lo que creo. En general, a la gente no le gusta evaluar lo creen porque implica que decisiones pasadas pudieron ser erróneas e incluso que muchas de las premisas en las que se basaron sus decisiones eran mentira. Es mejor que cuando hablemos de lo que creemos estemos dispuestos a conversar y no a debatir. Si dialogamos y entramos poniendo en discusión lo que creemos nos sorprenderemos de lo que podemos aprender. Por el contrario, si buscamos debatir, los sesgos cognitivos atacarán para proteger nuestro ego y la mayoría de la veces sentiremos que ganamos el debate, pero el otro sentirá exactamente lo mismo.

Soy un candidato a doctor de la Berlin School of Economics. Investigador del grupo "Ética y Economía del Comportamiento" en el WZB Centro de Ciencias Sociales de Berlín. Mis intereses de investigación se encuentran en el campo de la economía experimental y del comportamiento.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *