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Cristología satánica

Una mirada crítica a nuestras confesiones y experiencias cristológicas | Mrc 8:27-32

El título de esta reflexión, “Cristología satánica”, suena extraño porque entraña, de entrada, para los creyentes, una contradicción evidente, abierta, sin discusiones y mutuamente excluyente. Se supone que, si hablamos de “cristología”, Satanás no tiene por qué estar por allí y viceversa; si hablamos de Satanás, la cristología le es ajena, dista a kilómetros de esta. Sin embargo, una lectura cuidadosa de los evangelios, especialmente los sinópticos, arrojará como resultado la estrecha relación existente, aunque criticada y desestimada, entre cristología y Satanás. Entonces de esta relación “estrecha” trata este trabajo, intentaré mostrar la manera en la que la relación se da y las formas de prevenirla, porque, aunque la relación puede llegar a darse de manera sutil y hasta con buenas intenciones, no obstante, cuando aparece es criticada por el evangelio de la cruz.

La verdad es que la relación mencionada es evidente en la experiencia de Jesús narrada en los evangelios, está presente desde los inicios de su vida pública hasta su muerte en la cruz. La primera vez que aparece es en los relatos de la tentación (Mt 4:1-11; Lc 4:1-13; Mrc 1:12-13). Generalmente se ha dicho de la tentación que lo que se le está proponiendo a Jesús es que no sea mesías, que renuncie a su vocación; sin embargo, la tentación de Jesús no versa sobre el hecho de que Jesús no fuera el mesías, sino que lo fuera de manera distinta, desde el poder (instrumentalizando al Padre), desde el espectáculo (imponiéndose sobre los demás) y desde la fama (afirmando el “yo”)”. Así, la pregunta a responder a la luz de la tentación no es ¿será mesías o no? Sino ¿Qué clase de mesías será? Eso hace que la tentación sea más sutil, allí es donde está su fuerza. Esta sutileza es señalada y advertida con fuerza por el evangelio; quien cae en la tentación se casa con una visión violenta y poderosa del mesías, tipo macabea, visión que afecta la eclesiología (el ser iglesia) y la misiología (el hacer misión). La segunda vez que aparece la relación mesías/Satanás es en el marco de la famosa declaración mesiánica de Pedro “tú eres el Cristo” (Mt 16:16; Mrc 8:29; Lc 9:20). No haré comentario alguno aquí ya que es en esta segunda declaración en donde me centraré después para la reflexión del tema. La tercera vez que el evangelio hace la relación de forma clara es en la cruz (Mt 27:38-42; Mrc 15:29-32; Lc 23:39). Jesús está crucificado, quienes pasan por el pie de la cruz lo ven como mesías fracasado pues no es coherente, no hay relación alguna entre mesías y cruz. Y, desde el pie de la cruz le gritan irónicamente: “si eres quien dices ser bájate de la cruz”. Este desafío es un eco de la propuesta aquella al principio del evangelio: “si eres hijo de Dios…”. El mesías propuesto por Satanás deslumbra, asombra; el camino que Jesús toma desencanta, decepciona. Y, no es casualidad que una eclesiología cruciforme, que tome la cruz como paradigma, también desencante y decepcione, que sus líderes también lo hagan. Tampoco será casualidad de que una eclesiología fundada en el poder encante y deslumbre.

Ahora centrémonos en el texto del evangelio de Marcos y ampliemos un poco la segunda vez que aparece la relación Satanás/mesías, como ya lo había expresado (Mrc 8:27-35). El texto presenta a Jesús haciendo “un sondeo de opinión” entre los suyos preguntándoles sobre lo qué pensaba la gente respecto de él, lo que opinaban en torno a él aquellos que habían sido afectados por su misión, por su hacer. Al parecer “sale bien librado”, los auditorios inquiridos ubican a Jesús dentro del “ranking” de los profetas más ilustres del AT: Elías, Jeremías; especialmente aquellos que ministraron en medio de grandes crisis nacionales. Pero eso no basta, por esta razón la pregunta ahora pasa del sentir general al particular, la pregunta va dirigida al grupo de discípulos que había compartido con Jesús tres años de camino, él les pregunta: “y ustedes, ¿quién dicen que soy yo? Esta es la pregunta que a lo largo del evangelio había estado pendiente, es la pregunta sobre la identidad que los demonios saben y confiesan pero que los discípulos no alcanzan a responder. Ahora, ante la elaboración de la pregunta Pedro hace su famosa declaración mesiánica, este responde, tal vez recogiendo el sentir de todos: “tú eres el Cristo”. Seguidamente, en vez de contratar al mejor publicista y jefe de campaña, como debe ser, Jesús opta por el contrasentido, él les dice: “no se lo digan a nadie”. Justo cuando las pruebas están reunidas, cuando el consenso está dado, cuando las estadísticas lo indican, cuando los periódicos lo dicen, cuando es el momento para lanzar su candidatura… Jesús opta por el anonimato, el silencio, la espera. ¿Por qué? Las razones las daremos a continuación.

Veremos tres asuntos sobre el texto y luego algunas reflexiones. En primer lugar, el relato es sugestivo. Lo es por el lugar en donde la declaración acontece. Cesarea de Filipo, fue la ciudad que Felipe el Tetrarca agrandó y cambió de nombre en honor al emperador romano. Estaba situada al pie del monte Hermón y es uno de los sitios más hermosos de toda la Tierra Santa con un arroyo resplandeciente y una cueva en la base de un gran precipicio. En tiempos del Antiguo Testamento la ciudad tenía un altar dedicado a Baal (dios de los cananeos), más tarde los griegos construyeron un altar a Pan (dios de la naturaleza) y llamaron Panias al lugar. En el año 20 a.C., Herodes el Grande construyó allí un templo blanco de mármol, y lo dedicó a Augusto Cesar.

Cuando Herodes murió, la ciudad quedó en manos de su hijo, Herodes Filipo, quién la amplió y la embelleció, y la llamó Cesarea de Filipo, para hallar gracia delante de su emperador, Tiberio Cesar, y para distinguirla de la capital y puerto marino más conocido de Cesarea que quedaba en la costa. En esta ubicación geográfica hay intenciones teológicas: primero, el Cesar era declarado como hijo de la divinidad, todo un salvador, un “benefactor”; segundo, nos encontramos en los límites de Israel (por el norte). Así, lo sugestivo está aquí: Jesús es llamado mesías en un territorio dedicado la Cesar. De este se decía: “Divino Augusto Cesar, hijo de Dios, emperador del cielo y tierra, el benefactor y salvador del mundo entero, os ha traído paz”. Obviamente hay aquí una implicación política en la confesión. Debemos recordar que el mensaje de Jesús no tiene que ver con cómo prepararnos para ir al cielo, sino con la manera en la que nos disponemos para que el cielo venga, acontezca entre nosotros. Claro está, el reinado de Jesús es distinto, no se impone por la fuerza de las armas y la violencia, sino que se propone desde la entrega y el servicio.

En segundo lugar, el relato es decisivo. Lo es por el quiebre que propone en la narrativa general del evangelio. Con la confesión mesiánica de Pedro el evangelio se divide en dos. Antes de esto, los discípulos ignoraban la identidad de Jesús, “¿quién es este?” preguntaron ante el hecho de la tormenta (4:31). Ahora después de convivir y andar por mucho tiempo los discípulos ya tienen claro lo que antes era oscuro y difuso. No se puede leer entonces el resto del evangelio ignorando la luz que arroja “ese descubrimiento”. A partir de aquí empieza todo un proceso pedagógico de Jesús a los discípulos, pues, aunque la declaración cristológica es correcta, la comprensión de esta no lo es. Entonces, el capítulo 8:27-31 presupone un giro en la compresión de Jesús y su mesianismo. Es decir, así como la lectura hasta el capítulo 8 es parcial, también lo es la comprensión de la identidad de Jesús.

En tercer lugar, el relato es directivo. Lo es por la pedagogía que propone, por la orientación que plantea. Hay varios detalles para notar aquí. A partir de la declaración mesiánica, Jesús hace varios anuncios de su muerte y frente al anuncio hay una “incomprensión” de los discípulos, frente a la incomprensión Jesús hace pedagogía, orienta, redirecciona. Veámoslo así:

Primer anuncio y primera incomprensión: Pedro lo reprende. Mc 8:31-33Segundo anuncio y segunda incomprensión: preocupados por saber quién era el más grande. Mc 9:30-32Tercer anuncio y tercera incomprensión: los discípulos piden puestos de honor. Mc 10:32-41
Jesús les habla del discipulado de la cruz, la negación y el seguimiento. Mc 8:34-38Jesús les pone un niño como ejemplo. Mc 9:33-37Jesús les habla del servicio como modelo. Mc 10:42-45

Nos ubicamos entonces en el primer anuncio y la primera incomprensión para hacer tres observaciones: 1). Al nombrar a Pedro como Satanás, Jesús percibe en su sugerencia un eco de la tentación en el desierto (Mc 1:13). Recordemos que la tentación de Jesús no versa sobre el hecho de que Jesús no fuera el mesías, sino que lo fuera de manera distinta, desde el poder (instrumentalizando al Padre), el espectáculo (imponiéndose sobre los demás) y la fama (afirmando el “yo”)”. Aquí, “el secreto mesiánico” se va descubriendo no obstante el autor quiere prevenir y advertir a los lectores respecto a ciertas interpretaciones de un esperado mesianismo triunfalista basado en el poder y el éxito. Frente a la figura y el modelo del mesías triunfalista y guerrero, Jesús será el mesías del servicio y la entrega hasta el final. Jesús mismo es quien le dice a Pedro y al resto de discípulos que empiecen a renunciar al mesías triunfalista, al mesías poderoso. Les insta a pensar y a experimentar a Dios de otra forma, de otra manera: Pensar a la manera de Dios es asumir al mesías siervo, pensar a la manera de los hombres es asumir al mesías Señor. 2). Ante la negativa de Pedro, aquella la de no aceptar a un mesías sufriente y crucificado, y al Jesús responderle: “apártate de mí Satanás”, podemos decir que toda elaboración cristológica que excluye la cruz es SATÁNICA.

El famoso relato de la “negación de pedro” tiene que ver con esto, la lucha por mantenerse, pero a la vez la lucha por aceptar al mesías herido y maltratado, por eso Pedro dice: “yo no lo conozco”. 3). Ante la negativa de Pedro, aquella la de no aceptar a un mesías sufriente y crucificado, y al Jesús responderle: “apártate de mí Satanás”, podemos afirmar que se debe tener mucho cuidado, SATANÁS ENTRA Y SE MANIFIESTA EN LA IGLESIA EN Y A TRAVÉS DE LA CRISTOLOGÍA. ¡Qué curioso! Mientras que pensamos que Satanás se manifiesta en el Halloween le hemos soltado la predicación, los manuales de discipulado, los seminarios de parejas, los campamentos juveniles. Satanás se pasea campante por la iglesia. Pablo dijo: “Satanás se disfraza de predicador del evangelio” (2 Cor 11:13).

4). En medio de esta reorientación de la fe, ¿Qué significa la sentencia “tomar la cruz”? Recodemos que esta declaración de Jesús está enmarcada en la confesión mesiánica de Pedro (8:27) y la negativa de este al entender al mesías que iría a Jerusalén a morir. Una vez Pedro ha “descubierto” la identidad de Jesús, ha pegado en el clavo, Jesús le habla sobre la “necesidad de morir” y Pedro se opone a esta idea y le reconviene. Por otro lado, recordemos también que a estas alturas la cruz no se había convertido aún, como hoy, en un símbolo general de sufrimiento.

Hoy, cuando hacemos referencia a una enfermedad o a algún tipo de sufrimiento decimos “esta cruz que me ha tocado llevar”. Pero no, la sentencia “tomar la cruz” vinculada a la confesión mesiánica pronunciada por Pedro y reorientada por Jesús no puede significar sino el hecho de empezar a repensar al mesías, empezar a verlo desde otra óptica, con otros ojos; convertirse del mesías violento al mesías siervo. Tomar la cruz significa vivir la vida de Cristo, su proyecto, con la radicalidad que merece, con el dinamismo que requiere y con la continuidad que demanda. Así, la cruz es un símbolo que comunica la radicalidad del evangelio y el camino de transformación. Jesús NO MURIÓ EN LA CRUZ para evitar que nosotros vayamos allí. La muerte de Jesús EN LA CRUZ ES UN MODELO PARA IMITAR NO UN ASUNTO PARA ADMIRAR. Él nos invita a morir su muerte para que vivamos su vida. Así, la Biblia nos llama a morir la muerte de Cristo, experimentar su pasión; para vivir la vida de Cristo, experimentar su resurrección (Gal 2:20; Rom 6:1-6).1

Quisiera terminar con algunas reflexiones más intencionales para nosotros hoy.

  1. La teología, y en términos concretos la cristología, nace en la crisis, la crisis que genera la pregunta… ¿Y quién dicen ustedes que soy yo? En el texto, es el mismísimo Jesús quien cuestiona y nos invita, a partir de la pregunta, a revalorar constantemente no solo lo que creemos de él sino también nuestra experiencia de él. Y es que “la pregunta bíblica, no solo es un recurso literario, sino una llamada a la inteligencia afectiva que invita a la memoria y a la conversión del corazón”.2 Jesús mismo con su pregunta nos propone “la prueba ácida” para que sin reparos revisemos la cristología. No obstante, parece que la pregunta crítica y revisionista no hace parte de la agenda de la predicación y la iglesia hoy. A nadie le interesa saber si el Cristo a quien seguimos es el siervo de la cruz o el Satanás del poder. Es más, cualquier intento sano de hacerla hoy es mirado con sospecha. Si las cosas van bien, si la iglesia está creciendo, si salimos en televisión, si tenemos este templo grande e imponente, si tenemos poder político, para qué molestarse con esa pregunta incómoda. Pero, es precisamente allí, cuando repuntamos en las encuestas, cuando el milagro sucede, cuando nos creemos exitosos, cuando la gente nos aplaude; es justo allí, cuando el evangelio nos invita a cuestionar, a revisarnos, nos lleva a la autocrítica. Notemos que es precisamente en el “momento de gloria” y “mayor revelación” cuando Jesús incomoda con su pregunta. El patrón evangélico es el siguiente: éxito (o momento cumbre), pregunta orientadora (o evento orientador) y reorientación (superación del poder etílico del éxito). Es una verdadera lástima que la pregunta cristológica no figure hoy en la agenda de nuestras reflexiones. Los cristianos de cada tiempo y lugar hemos de retomar una y otra vez aquella pregunta de Jesús.
  2. La fe cristiana es esencialmente experiencia de la persona de Jesús. Ahora, si nuestro conocimiento de Jesús fuera tan superficial y deficiente… ¿Qué iglesia seríamos y que misión cumpliríamos? ¿A que Jesús seguimos si nos dejamos llevar por imágenes falsas? Desfiguramos el rostro humano de Dios que es Jesús, siempre que deterioramos o falseamos la verdadera imagen de Cristo. Jesús prohibió a los discípulos difundir de él una imagen falsa, no acorde con la misión de Dios. En la fiebre de expectación mesiánica que conmocionaba al pueblo, muchos esperaban a un mesías libertador de Israel con poder divino fulminante y triunfal, incluso violento; un mesías que acabase con los invasores y con los enemigos de Israel. No era así el mesianismo de Jesús, ni era ese el reino de Dios que anunciaba. Fomentar y divulgar esa falsa imagen de Jesús, ponía en peligro su misión y su seguridad. Duele profundamente lo que está aconteciendo en Colombia hoy: un amplio sector de la iglesia evangélica coquetea con el poder político creyendo que el Señor le ha llamado a esto y dando, como casi siempre, un espectáculo grotesco. Como lo expresó CLADE V: “intoxicados por el poder de los números y, con frecuencia, aliados al poder político y económico, proceden a mercadear el evangelio, a publicitarse en los medios… y se mueven entre símbolos de éxito”.3 Así, nos hemos convertido, en palabras de Pablo, en enemigos de la cruz (Fil 3:18): “en lugar de tomar la cruz buscamos satisfacernos a nosotros mismos. En lugar de predicar a Cristo crucificado, hacemos publicidad de nosotros mismos. Y en lugar de gloriarnos en la cruz, nos gloriamos en nuestra propia persona y en nuestros éxitos. Todas estas actitudes son distorsiones que nos convierten en enemigos de la cruz”.
  3. La cristología satánica se manifiesta en la vida y experiencia de fe en todos los aspectos de esta, por ejemplo: en la casa, cuando imponemos al texto bíblico y su lectura toda la carga machista del latinoamericano. He escuchado a hombres decir, según ellos apoyados en Efesios 5, “soy el jefe de la casa, soy la cabeza”, usando esta confesión para maltratar, herir y pisotear. No han leído que Efesios 5 rechaza “la cristología satánica” diciéndole al hombre que su amor por su esposa, debe ser como el de Cristo por su Iglesia, un amor sacrificial. Su forma de liderar es sirviendo, entregándose; cuando un hombre en la casa tiene que reclamar autoridad es porque no sabe que la autoridad no se reclama, se muestra. Otra forma de reflejar a Satanás es cuando en los seminarios de parejas, en los cursos prematrimoniales o en los libros que tratan el tema del matrimonio se le dice al hombre: “usted es el sacerdote de la casa”. Quienes así afirman, quieren seguir imponiendo o proponiendo un modelo “tipo sacerdotal” del AT, ignorando que en en virtud de la obra de Cristo, contada en el NT, todos, hombres y mujeres, SOMOS SACERDOTES”. La Reforma le llamó a este “redescubrimiento”, “el sacerdocio universal de todos los santos”. Una cosa es que haya distribución de roles en casa y otra es seguir apoyando culturas y costumbres que no abogan por la celebración de una sana experiencia de Cristo en el nicho familiar.

La cristología satánica se manifiesta en las formas que tenemos de entender y practicar el liderazgo. Hoy día se habla mucho del liderazgo en la Iglesia, mucho se escribe y se debate desde varios puntos de vista. En América Latina es fuerte la realidad del síndrome del “caudillo o cacique”, quien históricamente ha ejercido una influencia en demasía en la política de los países latinos. Es fácil que se transfiera directamente tal sistema del liderazgo a la iglesia local. La cultura lo favorece mucho. Otra tendencia en las iglesias del norte es el patrón del mundo de los negocios. Lo que resulta en la mercadotecnia, según se dice de parte de muchos, debe funcionar también en la iglesia. Las cifras, las mega-iglesias, la fama del pastor y evangelista carismático, todo constituye una influencia muy fuerte. Pero la pregunta a contestar es: ¿Cuál es el patrón o el molde bíblico que Dios reconocerá y bendecirá? Lo esencial del liderazgo bíblico no es lo que se hace sino lo que se es. El dirigente no nace, sino que se hace como barro en las manos del alfarero. El liderazgo se forja en la prueba, la humillación, en la obediencia y por la fe en la Palabra de Dios. Cada creyente tiene su campo misionero, su ambiente donde puede brillar para Cristo. El liderazgo no es más que Cristo viviendo en el creyente.

La cristología satánica se manifiesta en la experiencia diaria cuando se vive confesando a ese Cristo triunfalista y todopoderoso. En palabras de Apocalipsis: se confiesa al Cristo LEÓN, pero no al Cristo CORDERO. “Levantar banderas llenas de discursos triunfalistas con respecto a la cruz, desde nuestra ubicación espacial y temporal, es un error facilista. La verdad es que las narraciones del evangelio, lejos de nuestra mirada ’victoriosa’ del sufrimiento de Jesús, dejan notar, tras la muerte del rabino itinerante del primer siglo, un panorama desolador y lleno de decepciones”.4 La vida cristiana es triunfante más no triunfalista. Significa que la fe en Jesús no es como una fuerza mágica que ahuyenta los males y atrae los bienes. La fe en Jesús es la experiencia de su presencia que por su Palabra propone agendas, señala caminos, muestra nuevos rumbos, abre rutas para la esperanza. Frente a esto el creyente debe aceptar las rupturas, tomar decisiones y abrirse a la presencia acompañante y a la Palabra siempre orientadora. El triunfalismo, por su parte es “creer que todo lo que se hace está bien hecho, que jamás nos equivocamos, y que el resultado final está garantizado por lo que somos y valemos. Triunfalismo es esa actitud, doctrina o creencia de que el credo religioso propio es superior al delos demás”.5

La pregunta sigue tan vigente hoy como lo fue ayer y lo será mañana: “Y ustedes, ¿Quién dicen que soy yo?”. La tentación del poder o de convertirse en un rey/señor típico y normal fue crucial y frecuente para Jesús. Él fue capaz de rechazarla decididamente y este rechazo es normativo para nosotros hoy.6 Jesús, “en lugar de aplastar el poder del mal con su fuerza divina; en lugar de imponer la justicia y de destruir a los injustos; en lugar de establecer la paz mediante el gobierno de un príncipe perfecto; en lugar de juntar a los hijos de Jerusalén bajo sus alas… dejó que el mal hiciera su labor mientras pudiera; se contentó con los caminos lentos y desalentadores de ayudar en lo esencial… amar la justicia y hacer que crezca, no desquitarse… Resistió todos los impulsos de actuar rápidamente para conseguir un bien menor.7 Creo que esta fue la razón para que lo rechazaran y no lo aceptaran (Jn 1:11-12). La iglesia hoy también rechaza a ese cristo y ha construido en su lugar a un ídolo, a un Cristo satánico.

Pastor de la "Iglesia Centro Familia Cristiano (Cartagena). Teólogo de la FUSBC. Papá de Danna & María José. Esposo de Berledys. Buscador incansable, amante de la asimetria del campesino radical aquel de Nazaret.

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