El camino de regreso

Siempre ten presente que la piel se arruga,

el pelo se vuelve blanco,

los días se convierten en años

Pero lo importante no cambia.

Tu fuerza y tu convicción no tienen edad.

Tu espíritu es el plumero de cualquier tela de araña.

De tras de cada línea de llegada hay una de partida.

De tras de cada logro, hay un desafío.

Mientras estés vivo, siéntete vivo.

Si extrañas lo que hacías, vuelve a hacerlo.

No vivas de fotos amarillas…

Sigue aunque todos esperen que abandones.

No dejes que se oxide el hierro que hay en ti.

Haz que en vez de lástima, te tengan respeto.

Cuando por los años no puedas correr, trota.

Cuando no puedas trotar, camina.

Cuando no puedas caminar, usa el bastón.

¡Pero nunca te detengas!

Teresa de Calcuta

Cuando estaba en uno de mis viajes, me hablaron de unas playas solitarias que quedaban a cierta distancia del lugar donde me hospedé, una zona desértica y agreste, crecían espinos en la misma zona de la playa. Sentí curiosidad, y emprendí camino hacia aquel lugar. Tardé varios minutos en descubrir la playa; sin embargo, el sonido de las olas y la vista del mar me indicaban que estaba cerca.

Cuando por fín llegué, era una playa hermosa. Aunque no era apropiada para nadar, la vista y la fuerza del mar eran especiales. Estaba en uno de los puntos más extremos de mi país, y no podía creer el hecho de haber logrado llegar hasta ahí.

Caminé algunos metros, completamente solo. Una sensación de libertad indescriptible. Una larga y tranquila caminata, simplemente explorando, mirando el mar, recogiendo caracolas, sintiendo en mis pies la fresca agua del océano y la cálida arena, se convirtieron en una terapia que necesitaba desde hace mucho.

Cuando menos lo pensaba, miré hacia donde estaba la última casa que había visto en tierra, y ya poco se lograba apreciar. Dije entonces: Es hora de regresar.

Recordé entonces que cuando llegan a mi vida momentos críticos, en donde me siento perdido y sin norte, echo mano de las palabras que me dijo un buen amigo un día: “es hora de volver a casa”. No importa cuán lejos hayamos llegado, hay momentos en que las circunstancias nos obligan a hacer un alto en el camino, y tomar la decisión de regresar. No se trata de un retroceso en nuestro avance, se trata de un volver a lo esencial.

En el relato bíblico puedo ver entre líneas este mismo punto de inflexión. El hijo pródigo un día, en medio del estiércol y de desperdicios de comida, dijo: “me levantaré y volveré a mi casa”. Nohemi, cuando perdió a sus hijos y a su esposo, sintiéndose desamparada, dijo: “Volveré a Bethel”. El buen samaritano, cuando dejó al herido en la posada dijo: “yo pagaré cuando regrese”, indicando que su viaje, no era solo de ida, era un viaje de ida y vuelta.

Volviendo al viaje, por esos días en los que permanecí en la zona, me enteré que en un área cercana, desovan las tortugas marinas. Aprendí, que cuando salen de sus huevos y caminan hacia el mar, lo hacen para nunca más volver a pisar tierra… excepto… cuando van a desovar. No importa cuánto tiempo haya pasado desde que nacieron, cuando es el tiempo de poner sus huevos, la tortuga regresa al mismo lugar donde nació, para poner sus huevos ahí. De hecho, lo sigue haciendo a lo largo de su vida cada que llega ese momento crucial para su existencia.

Surge entonces la inevitable pregunta: ¿En qué punto del viaje de la vida me encuentro? Pensando en esto, me he planteado algunas posibilidades (me imagino un test, en donde esta es una pregunta de opción múltiple con única respuesta). Las dejaré aquí, para que las analices, y ¡escojas la tuya!

Opción A

Tal vez has alcanzado la cumbre del éxito personal: un hombre o una mujer exitoso o exitosa, profesional, empresario o empresaria, buena posición económica, has constituido tu hogar, has alcanzado tus metas en la vida, “te has comido el mundo”. ¿Qué queda después?

Es muy probable que en este punto sientas una sensación de soledad. La cúspide es solitaria. Cuando llegamos a la cima la vista es hermosa, pero por lo general, no hay con quien contemplarla, sólo una larga fila detrás tuyo de aquellos que dependen de tu éxito y, por supuesto, aquellos que lo envidian y desean tu caída. Lo sé, es desgastante, pero esa sensación, no la puedes dejar ver, tu debilidad no se puede notar.

Es momento de hacer un alto, y volver a casa.

Opción B

O probablemente, por el contrario, hayas caído demasiado bajo. Sientes que has tocado fondo. Ha sido un camino de error tras error, fracaso tras fracaso. Trataste de salir adelante, pero las circunstancias no han sido las más favorables, o las decisiones no han sido las más acertadas. Estás cansado. Ya no hay un sentido para seguir luchando. ¿Hijos? Los has decepcionado. ¿Pareja? Le has fallado. ¿Amigos? Te han dejado solo.

Estás en un lugar, muy lejos de casa, no hay fuerzas para luchar, y a nadie parece importarle. Tal vez el suicidio ha sonado como una opción a considerar, o tal vez ni para eso tienes fuerzas ya.

Es momento de hacer un alto, y volver a casa.

Opción C

Tal vez tu vida sea una vida promedio. ¡Tus amigos han tenido éxito! A otros los has visto irse como por un despeñadero. Tú sigues igual. Sientes en un estado de monotonía que se ha vuelto asfixiante. Simplemente sobreviviendo a la vida.

Sientes que estás solo allí en ese estado. Muchos evitamos a los demás para que no se den cuenta de lo mediocre de nuestra existencia, o simplemente fingimos una sonrisa para vernos exitosos.

Es momento de hacer un alto, y volver a casa.

Opción D

Probablemente estás iniciando tu camino. Ves muy lejos tus metas. Estás lleno de sueños y anhelos, o miras el futuro de manera pesimista. No te imaginas que cosas te depara la vida, que cosas Dios haya planeado para ti.

Ten en cuenta, ¡no lo olvides!, sin importar cuan lejos logres llegar, en algún momento de la vida, ¡tendrás que hacer un alto y volver a casa!

Te invito a volver a leer estas líneas en unos años, te aseguro que la opción que escogerás, será muy diferente a la de hoy.

Cuando en mi caminar por la playa tuve esa sensación de lejanía y empecé el camino de regreso, llegaron a mi mente varios pensamientos, entonces decidí escribir todo esto. Reflexionaba sobre en cuál de esos momentos de la vida me encontraba, y me dí cuenta que ya vengo de regreso. Dios me ha permitido caminar un poco por la vida, y bueno, quise compartir estas líneas. Tal vez no es la vida más ejemplar, pero siento el fuerte impulso de compartir algunas de las cosas que he logrado aprender.

Las huellas por donde transité en la playa, se encontraban algo borrosas ya, pero se lograban apreciar todavía. Entre ellas, noté que aún quedaban las marcas donde tuve un resbalón. Recordé entonces los momentos en mi vida en los cuales he resbalado, he estado en peligro de caer, incluso he caído! Dejame decirte que esa caída, ese resbalón, no es el final del camino! Es común que los caminantes sufran caídas (dimelo a mi), pero todo caminante sabe que una caída no lo puede detener. No vienes solo en el camino, encontrarás manos que te van a ayudar. Es cierto, habrán otras que simplemente te señalarán, pero todo eso pasará. Hay un texto en la Biblia que me ha ayudado en momentos de crisis, que dice: “y olvidarás tu miseria, o te acordarás de ella como de aguas que pasaron”.

Date una oportunidad, sacúdete un poco la arena y continua. Te queda mucho camino por recorrer. Dentro de un tiempo, cuando vengas de regreso, recordarás ese momento, y ya no dolerá, simplemente será un recuerdo aleccionador en tu vida.

En ese camino de regreso, también noté, que las piedras aún estaban, ahí en el mismo lugar. Unas de esas piedras me sirvieron de señal, otras de apoyo, incluso otras de tropiezo! y ahí permanecían. Intactas. Simplemente, algunas cosas nunca cambian. Algunas personas siempre tendrán comentarios cargados de veneno, algunos barrios siempre serán peligrosos, otras personas en cambio, siempre nos traen una palabra sabia, o nos brindan una sonrisa que nos inspira. Cuando vienes de regreso, agradeces por esas cosas buenas que no cambian.

Los espinos también permanecían en el mismo lugar. El lugar donde estaba era desértico, y crecían cactus y espinos. Regresando, encontré en el piso, casi en el mismo lugar, los mismos espinos que vi en el camino de ida, los cuales, si no hubiera tenido cuidado, se habrían podido enterrar en mis pies. Ahí estaban, como esperando un descuido, como diciendo: “ahora sí te vamos a hacer daño”. La envidia de algunas personas les acompañará siempre, no logro entender porque no sanan, siempre sus labios destilan palabras cargadas de veneno, pero lo bueno del viaje de regreso, es que ya sabes que están ahí, solo tienes que aprender a esquivarlos. Tal vez ellos no lo pueden evitar, simplemente es su naturaleza!

Terminando el recorrido me llamó la atención el hecho que me pareció muy sencillo regresar. Cuando salí en dirección a la playa, era difícil encontrar el camino correcto, algunas veces parecía que el camino se perdía en medio de los cactus, las piedras y los espinos, pero ahora de regreso, todo era mucho más sencillo, el camino estaba tan claro, podría decirse que fue tan fácil llegar.

Cuando recuerdo los problemas que me acongojaban en mi adolescencia y en mi juventud incipiente, me parecen tan insignificantes. Me asombra como me afligía por cosas que ahora veo tan triviales. El camino lo vas haciendo, pero la experiencia la vas ganando. Una vez escuché a alguien decir “quisiera tener 20 años menos, con la experiencia que ahora tengo”. Y ahora que he iniciado el camino de regreso, ¡veo que es cierto!

No sé en qué parte del camino de esta aventura llamada vida, te encuentres, ¡puede ser que detestes tu recorrido! ¡Pero CAMINA!, ¡hay mucho por delante! y cuando llegues demasiado lejos que te sientas perdido, PARA, y vuelve a visitar tu casa cualquiera que ésta represente para ti: Tu hogar materno, un viejo amigo, la congregación que te vio crecer, tu primer mentor… ahí, donde puedes ser tú mismo. Recuerda cuando la vida era simple. Llegar al hogar nos recuerda cuales eran las cosas realmente importantes, nos da la perspectiva que necesitamos para seguir.

Mi corazón se llena de nostalgia al recordar todas las luchas y alegrías que se vivieron en su momento, pero a la vez de alegría cuando sé que voy rumbo a casa.

Ustedes, los que van tras la justicia

y buscan al Señor,

¡escúchenme!

Miren la roca de la que fueron tallados,

la cantera de la que fueron extraídos.”

Isaías 51.1 (NVI)

Creyente y escritor aficionado.

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