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Ministerio, poder, liderazgo y género

Este es un tema bien importante para líderes y pastores en las comunidades. En este sentido comparten una doble responsabilidad:

  • El modelo de liderazgo a asumir, entendido como el ejemplo a seguir que es Jesús cuando lava los pies a sus discípulos (Jn 13:14 ss), desde donde la autoridad que distingue a la comunidad es el servicio y no el poder visto como una posición de jerarquía para dirigir la vida de los otros; o, desde esta misma perspectiva, también como dijera Mirian O. en su artículo Ministerio y Poder: Cambios en el ejercicio del liderazgo: “el ejercicio de la autoridad en la comunidad como una fraternidad (y sororidad) de cooperación e igualdad”
  • La formación o capacitación de la comunidad para que pueda ejercer el liderazgo.

En el caso de mujeres pastoras o lideresas, el desafío por el hecho de ser mujer es mayor aún. En relación a lo comentado, el artículo “Ministerio y poder desde la perspectiva de género: en búsqueda de un camino común” de la autoría de la reverenda Judith Van Osdol en Ministerio y Poder, publicado por Ediciones CLAI, Ecuador Quito, 2006, 23-36pg., muestra aportes muy interesantes que han sido muy útiles para este trabajo o para la profundización del tema

Podemos plantear que el enfoque del ministerio y poder en clave de género tiene como base bíblica Génesis 1:27-29 (tanto el hombre como la mujer fueron creados a imagen y semejanza de Dios) y en Gálatas 3: 28 (ya no hay judío ni pagano, esclavo ni libre, varón ni mujer, porque todos ustedes pertenecen a Cristo).

Una de las categorías que estos textos revelan y que determinan divisiones al interior de la iglesia y la sociedad es en relación con la categoría de género (varón y mujer). Esta división deja claro el tipo de lenguaje que usamos y las imágenes de Dios en las que creemos y proclamamos. Además, limita la misión de la iglesia impidiendo que seamos en Cristo.

El primer paso para superar este límite es reconocer sus consecuencias, relacionadas con la forma como se dan las relaciones de poder y de liderazgo al interior de la comunidad. Este reconocer nos convoca a transformar esta situación dentro de las comunidades y permitir la transformación de éstas en comunidades justas y de iguales; también implica cambios en la predicación, conlleva releer la biblia y reevaluar las prácticas de poderes.

En las iglesias este tema está muy relacionado con el ministerio pastoral. En algunas iglesias no se permite la ordenación de la mujer para ejercer este ministerio, mientras que en otras las familias confesionales ha costado años de trabajo y de lucha lograr la inclusión de las mujeres al ministerio pastoral.

Por otra parte, los mismos estereotipos, prejuicios y mecanismos de interpretación sociocultural que existen en la sociedad para con mujeres se reproducen al interior de la iglesia en las predicaciones, interpretaciones bíblicas y la legitimación de roles específicos para las mujeres.

Estos estereotipos tienen diferentes manifestaciones dentro de las comunidades:

  • Invisibilización de las mujeres: rasgo de la cultura patriarcal que violenta el testimonio bíblico y teológico respecto al liderazgo de las mujeres. Muchas veces se asume que no existieron mujeres díscipulas y por tanto no deberían existir hoy tampoco. Esta manifestación es una manera de ejercer el poder y la violencia.
  • Romanticismo: se reconoce que existieron mujeres en el movimiento de Jesús y en la iglesia primitiva, pero se les considera como aquellas que acompañaban a Jesús, aquellas que lo asistían, colocando a la mujer en el ámbito doméstico. En ocasiones cuando el texto bíblico trata sobre una mujer dando testimonio, confesando a Cristo o como modelo de fe, es invisibilizada.

Ante estas manifestaciones existen evidencias bíblicas que desarticulan todos estos estereotipos.

Las mujeres en la comunidad del cuarto Evangelio

No se puede reconstruir la comunidad Juanina sin tomar en cuenta el lugar privilegiado que la mujer tiene en la historia, en la teología y en los valores de esta comunidad. Cuando en el período sub-apostólico se fortalece una corriente patriarcal al interior de la Iglesia como institución (las cartas pastorales), emerge con fuerza la tradición del discípulo amado en contra de dicha tradición.

En este evangelio la figura central es el “discípulo”. Entre los discípulos hay hombres y mujeres. Por tanto, la tradición de este evangelio integra la mujer a lo que es principal: ser discípula. En la misma se refleja un modelo de iglesia donde la mujer tiene relevancia y liderazgo eclesial. Es posible que el cuarto Evangelio privilegie la participación de la mujer por responder a la situación socio-religiosa de la misma comunidad. En el mundo greco-romano, de manera especial en las provincias, en las clases pobres y medias, y en el campo religioso, así tambien en el mundo de las sinagogas de la diáspora judía, había un significativo movimiento de participación de la mujer. Es posible que muchas de estas mujeres se convirtieran e ingresaran a la comunidad.

Análisis breve de la participación de la mujer en el cuarto Evangelio

La samaritana (Jn. 4, 1-42): Esta mujer depreciada recibe una revelación especial de Jesús y es misionera de éste en el pueblo de los samaritanos. Este pasaje posiblemente refleja la situación histórica que enfrentaba la comunidad del discípulo amado. En este contexto posterior la mujer siembra la semilla de la Palabra y lleva el peso de la fatiga de la evangelización, en contraposición a la tradición apostólica que cosecha lo que otros han sembrado y se aprovecha de la fatiga de éstos (Jn. 4, 34-38). La Iglesia se construye sobre el testimonio de las discípulas de Jesús. La Iglesia apostólica, en cambio, cosecha lo que la Iglesia de las discípulas de Jesús ha sembrado. Aquellos se aprovechan de la fatiga de éstas.

Marta y María, hermanas de Lázaro (Jn. 11-12): En Jn. 11,5 se dice que: “Jesús amaba a Marta, a su hermana (María) y a Lázaro”. Marta hace una importante confesión de fe: “Yo creo que tú eres el Cristo. el Hijo de Dios” (11. 27). En la tradición de esta comunidad, la iglesia está soportada sobre la confesión de fe de Marta en respuesta a la revelación de Jesús. Es un modelo de iglesia construido sobre la confesión de fe de una mujer. Si en esta tradición, Marta aparece como modelo de la comunidad creyente y cumple un rol análogo al de Pedro como representante de la fe apostólica, es porque la mujer tiene históricamente un rol importante. En 12,2 se dice también: “Le dieron allí una cena, Marta servía (diekónei) y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa”, El verbo usado aquí (diakonein), en el contexto de la Iglesia sub-apostólica, bien puede tener el sentido de la función de una persona ordenada por imposición de manos (así se ha interpretado fácilmente este verbo para los 7 varones de Hch 6, 1-6).

María Magdalena (Jn. 20, 1-18): En ningún lugar del cuarto Evangelio se dice que María Magdalena era o había sido una pecadora. Únicamente Lucas (8, 2) y el apéndice de Marcos (14, 9) nos dan la noticia de que de ella habían salido 7 demonios. Nunca se dice de ella que es prostituta. Ha sido la tradición oral (ideología patriarcalizante) la que ha prostituido a María Magdalena. Ella es la primera testigo de la Resurrección (Jn. 20, 1-18). Esta tradición se conserva en Mt. 28, 9-10 y en el apéndice de Marcos; 14, 9. En Jn. 20, 18 ella dice; “he visto (heóraka) al Señor”. En 1 Cor. 9, 1 Pablo dice lo mismo para fundamentar su autoridad apostólica, ¿no podríamos hablar también de la autoridad apostólica de María Magdalena?

María, discípula y madre de Jesús: La madre de Jesús aparece al comienzo del Evangelio, en las bodas de Caná (2, 1-12), y al final, al pie de la cruz (19, 25-27). No se menciona su nombre. Esto es extraño, pues el nombre “María” aparece 15 veces en el cuarto Evangelio para nombrar a las otras discípulas, pero no a su madre. Jesús, en los dos pasajes mencionados, la llama simplemente “mujer”, Jesús ve así a su madre como discípula, como mujer creyente. Es la fe y no la sangre lo que une a María a Jesús. La familia de Jesús es la comunidad de los discípulos y las discípulas (incluida su madre, como discípula entre ellas). En Caná de Galilea se celebra una boda en una familia pobre; no les alcanzó el vino para los invitados. La madre de Jesús, sensible a esta necesidad humana, le dice: “No tienen vino”. Hoy diría: no tienen trabajo, no tienen casa, no tienen tierra, no tienen comida. La madre de Jesús es la figura femenina del Israel fiel, como Natanael es reconocido por Jesús como “un israelita de verdad” (1, 47). La mujer, como representante del pueblo fiel que espera y cree en el Mesías, ordena a los sirvientes obedecer a Jesús. Los 400 litros de vino, abundancia exagerada, rompen el contexto de la boda y son el comienzo de los signos de Jesús, donde manifiesta su gloria y creen en él sus discípulos. La mujer (Israel) se hace discípula de Jesús.

La madre de Jesús aparece por segunda vez al pie de la cruz. No se le llama por su nombre. Es simplemente la discípula que está al pie de la cruz como madre. La madre es ahora nuevamente llamada mujer, porque como mujer simboliza a esta comunidad.

Otros textos:

  • Lucas 8: las mujeres ocupaban papeles protagónicos como discípulos
  • Marcos 14: mujeres sacerdotisas
  • Romanos 16: Líderes en la iglesia primitiva

El análisis de estos textos u otros que aparecen en los evangelios mediante una relectura bíblica en clave de género permite devolverle a la mujer el lugar que debe ocupar dentro de la vida de la iglesia como sujetos de la misión de Cristo, con participación plena, protagonismo en los procesos y toma de decisiones que competen a la comunidad cristiana.

Este tema me compromete como líder-mujer o lideresa a rescatar y valorar el rol protagónico femenino en la iglesia a partir una hermenéutica que dignifique a la mujer, destaque su desempeño como discípula en la iglesia de hoy. Constituye también un llamado a velar porque al interior de la comunidad la categoría de género se constituya como un eje transversal en la formación y la práctica de la pastoral de la iglesia. A su vez esto sería mi aporte encaminado a transformar la visión de la misión y el ministerio que muchas veces se tienen en las iglesias y que están relacionadas con la desigualdad y verticalidad del poder.

Licenciada en pedagogía en la especialidad de la Biología. Estudiante de Teología de tercer año. Candidata al pastorado de la iglesia presbiteriana-Reformada en Cuba

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