Jesús sigue naciendo - Encabezado - Teocotidiana

En medio del anonimato, sigue naciendo Jesús

Su sol sigue saliendo sobre todos y todas sin importar las categorías morales a las que cada quien pertenece. La rutina cotidiana comienza en cada casa, en cada hogar, de acuerdo a las posibilidades que la realidad socioeconómica ha marcado para cada persona, de acuerdo a cada una de las necesidades.

Las ciudades se llenan de una vida caótica; del ir y venir de las multitudes que andan amontonadas entre sus historias, intentando encontrarle sentido al universo. O por lo menos a sus mundos propios, a la dinámica de existencia que les, nos, enmarca.

Y a la parada del bus y en la estación del metro las caras de Andrea, Felipe y Carlos se notan desgastadas, resignadamente desgastadas. Los rostros de José, Laura y María logran imprimir algún viso de agrado, alguna luz de esperanza. Los unos y los otros con el paso del tiempo se irán turnando la alegría y la desazón, la ilusión y la tristeza, la resignación y la resiliencia. De todas maneras ni lo uno ni lo otro permanece siempre, cada uno está experimentando un momento diferente del ciclo constante de la monotonía periódica.

Vendedores ambulantes desfilan ofreciendo dulces manoseados por quinientas manos, en busca de las monedas del pan diario; don Darío el manco, doña Fabiola que tiene un hijo en el hospital hace unos 5 años, Brayan que antes era drogadicto pero ya ha sido rescatado por el favor del Dios de unos cristianos que le enseñaron a memorizar textos bíblicos.

O los artistas de la calle, entre los que se cuentan a Daniela, Jimena, Tomás y Mathías, alegan haber escapado de los sistemas opresores y esperan el cambio de semáforo para ofrecer sus notas, movimientos de baile urbano y malabares, para pagar la pieza que comparten con otros veinte. En las noches toman cerveza y practican para el día siguiente.

Estudiantes de las universidades públicas declaran movilizaciones por la ciudad porque los presupuestos de la nación no favorecen más que la adición de cemento y la bota de los que se levantan con la fuerza de sus estrategias bélicas para acribillar a todo aquel que ose invitar a la crítica de los gobernantes.

Se unen los movimientos obreros a los que nunca se les cumplen los términos que acuerdan con el estado cada año, las maestras y los maestros salen a gritar por el aumento de un salario indigno junto con los camioneros; las mujeres se levantan contra los crímenes de género y la supremacía patriarcal; quienes tienen sexualidades divergentes levantan sus siglas en contra de las discriminaciones y los evangélicos marchan para denunciar una conspiración internacional que pone en jaque a la familia tradicional.

En los barrios periféricos de invasión hay personas que se levantan con hambre y se acuestan con hambre; niños, madres, señores que encuentran la manera de alienarse con alcohol. Mientras tanto en otras periferias tienen la plata para comprar islas y poner y quitar alcaldes, senadores y presidentes a su amaño.

Facebook y Twitter se llenan de insultos de los unos contra los otros y de los otros contra los unos. Que ignorantes y vagos, que fascistas, comunistas, homicidas y legitimadores de la violencia, que si de izquierdas o de derechas o si algún lugar en medio. Cada acusación es cada vez más insolente y creativa, más inmisericorde y punzante, cada vez más asesina.

Hay migraciones de un lado para el otro de personas que ya no aguantan la pobreza y las violencias de sus propias patrias, condenados a tener que marcharse para vivir en culturas diferentes, lejos de casa, lejos de su lugar, cuando el lugar de todos y todas debería ser cada lugar, en últimas antes que de nuestras nacionalidades somos hijos de la tierra.

Llegan al poder de nuestras naciones personas claramente amigas de sistemas de valores marginantes, con discursos construidos con el odio, que representan afiliaciones ideológicas de antaño que creíamos haber vencido con el paso de los tiempos y la búsqueda conjunta de la defensa de los derechos humanos. Pero estaban ahí en secreto, un secreto a voces, poco a poco creciendo en la privacidad de las categorías sociales, y parieron gobernantes enemigos de las gentes aclamados por las gentes.

Y en algún rincón marginado del alma, donde no cabe más la normalidad abrumadora de la bulla constante, en lo profundo de la noche en medio del anonimato, sigue naciendo Jesús; sigue habiendo un parto desgarrante en medio de nuestro dolor y gritos, entre el sudor y la sangre.

Sigue creciendo en silencio, en las afueras de nuestras sociedades, entre las aldeas insignificantes de nuestro corazón invadido por el sistema de “este mundo”, las preguntas de ese joven campesino que se desvía del camino de sus familiares para adentrarse y cuestionar la fe de sus tradiciones.

Sigue trabajando de sol a sol como otros muchos entre los pobres labriegos, el carpintero inconforme que con cada contrato seguía a la espera de trascender la rutina de día a día y encontrarse con “el día del señor” ocurriendo para él y su madre y sus hermanos y sus vecinos.

En algún momento de esta rueda redundante de banalidad completa y desaliento alienado, la gran voz del buen Dios sonará en lo más profundo de la vida íntima recordándonos que somos sus hijos amados en los que encuentra alegría.

E iremos al desierto para ser confrontados al respecto de las motivaciones de nuestro camino, y nos encontraremos con toda la influencia externa del Satán que nos invita a preocuparnos por conseguir el pan, por demostrarnos dignos del servicio de los otros, por conquistar las metas, las personas y las naciones. Y recordaremos que el ser humano no solo vive para conseguir su pan, que es mejor servir que ser servido y que más vale sanar al enfermo del camino que alcanzar la gloria del mundo.

Seguiremos el camino del galileo que toca a los impuros y se junta con los pecadores, y nos daremos cuenta que los que piensan diferente que nosotros tienen una fe que es admirable, y sabremos que el pan que tenemos es suficiente para alimentar a miles cuando lo juntamos con otros “pocos” y lo ponemos al servicio de las personas.

Caminaremos brindando fraternidad y alivio con un discurso de esperanza y resistencia, y habrá reivindicación de los desechados, de las desechadas. Y las putas bailarán al son de la gracia junto con los que lo perdieron todo ante los préstamos del banco, porque habrá una comunidad de solidaridad latente y amor práctico que caminará unida, viviendo y gozando del reinado de Dios.

Y habrá muerte, claro que habrá muerte. Los primeros en buscarnos la caída serán aquellos que privatizan la representación de Dios, los mismos que hipnotizan a las masas para favorecer a los gobernantes de nuestras naciones. Y después de ellos otros nos buscarán para que callemos del amor y esos asuntos “románticos”, nos cancelarán, buscarán que no se crea eso por lo que estamos dispuestos a dar la vida. Pero aunque nos alcancen al tercer día resucitaremos en quienes por medio nuestro lo siguen, a ese Jesús encarnado, para seguir trayendo su nacimiento hasta que sea necesario.

Y clamaremos como aquellos de la esperanza escatológica, “ven señor Jesús”, sigue naciendo en nuestras realidades, sigue creciendo en nuestras marginaciones, sigue morando en nuestros anhelos de justicia, sigue sanando nuestras enfermedades sociales, sigue libertándonos de nuestras alienaciones, sigue calmando nuestras tormentas, sigue perdonando nuestras fallas, sigue resucitando en nuestras muertes.


Este artículo fue escrito para el blog de la comunidad Gracia y Libertad de Argentina: https://comunidadesdefe.org/adviento2018/2018/12/07/en-medio-del-anonimato-sigue-naciendo-jesus/

Comunicador Social. Escritor. Director general de TeoCotidiana. Esposo de Sara. Papá de Ariel.

1 thought on “En medio del anonimato, sigue naciendo Jesús

  1. Uy hermano, cuanta ley en una sola entrada; suena liberador pero lo que no está dando Tomás son ordenes para seguir, es “haz esto y vivirás” a pesar de que parece liberarnos nos lleva de vuelta al monte Sinaí a que digamos, “todo esto haremos”.

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